Prefijo bi y otras flores en la piel

Y sin embargo, quiere mezclarlos: el chocolate con la fresa, las gardenias con el crepitar de sus propios hombros dentro de otros más... mucho más fuertes. El verde del país diluido en esa grieta rosa púrpura del horizonte, cada tarde de sus meditaciones.

También le gusta, indistintamente, unas veces chocolate, otras fresas, depende más bien de la textura, la calidez del color; si es lo suficiente cremoso para quedarse en su sexto sentido un rato más o incluso al día siguiente.

“Chocolate con fresa y viceversa”. Pide y cierra la carta de manjares que gentilmente le ha sido ofrecida en su decurso. Aún no se fija en el precio. Lo importante es el frío que le enternece el cuerpo en busca de un abrazo, o lo hermosa que pueda resultar la tarde, la casa y la vida si le acompañan las gardenias… esas que el abuelo solía dejar a la puerta de su abuela, hace años.

Ama el amor, la idea del amor y espera encontrar un día alguien con quien hacerlo a la usanza de los abuelos, porque solo ellos se regalaban en un intercambio de miradas los ratos de placer más íntimos e indescriptibles.

Casi sintió eso con su primer novio, pero la candidez de una muchacha postergó el “felices para siempre” y le sembró otras flores en la piel. Desde entonces acompaña su sexo un prefijo bi que a un gran porciento de la población mundial parece ilógico y que a la altura de este siglo XXI ha devenido la letra escarlata de la diversidad.

Quizás por esto, si le dieran a escoger un personaje, un ser o una cosa en qué verse, preferiría aquel dinosaurio Verde Verde; el que caminaba orondo entre los necesitados de definiciones, del resto, con su cartel en lo alto: Soy un dinosaurio MACHO, mientras tintineaba pulseras de cristal. Aunque quizás lo de Verde le sea de menos complacencia, así, desde ese prisma de atuendos y gustos, porque lo suyo son los colores tierra, el verde aceituna y el negro, sobrio en tanto imprescindible.

De lo que más le gusta vestirse es de su propia persona, con la que se siente a gusto a partir de una íntima reconciliación, de toda la vida, por cierto. Nunca ha sido objeto de burlas, pues “paradójicamente” exporta lo que se espera de su género, mas sí de cuestionamientos. Llegan desde todos los frentes. Y es que su elección asusta a los MACHOS Y HEMBRAS. Tristemente conviven en un mundo avocado hacia la constitución de la homofobia como un delito.

Plegables y otros documentos del FELGTB afirman que la bisexualidad existe como orientación sexual, y se expresa en la atracción sexual, emocional y/o romántica hacia las personas, independientemente de su género. Aun así, cierto número de gay, lesbianas y hasta heteros, consideran a los bi… entes atrapados en prejuicios, sin el valor para salir completamente de lo que llaman clóset.

Se ha instaurado la idea de que algunos hombres y mujeres homosexuales aceptan esta condición “intermedia” porque les resulta menos transgresor, o menos “fuera de lo normal”. Los acusan de engañarse a sí mismos en la búsqueda de una parte hetero que los posicione socialmente. Nada de esto es completamente cierto y muchas historias de vida lo contradicen.

Hasta lo investigado hoy, dichas especulaciones significan tan solo el monto despreciado de un pedido sui generis. Y lo más complicado es que para quienes prefieren quedarse con ambos sabores, la cuenta vendrá aumentando intereses en la medida que los años sumen otros bienes como el matrimonio, los hijos y la crianza de estos junto a parejas de uno u otro sexo ¿-? El tiempo dirá. Por ahora, nuestro consumidor imaginario solo toma bocanadas de aire y luego silva bajito una canción antigua, para las plantas… Dicen que el cariño las fortalece.