Eusebio Leal: No me conformo con este silencio

Por: Omelio Borroto Leiseca

Se acerca un momento único, la celebración del medio milenio de una ciudad, de la que algunos destacan más su deterioro; otros, sienten orgullo de sus enormes atributos que la han hecho merecedora de la condición de Patrimonio de la Humanidad y, más recientemente, del exclusivo título de Ciudad Maravilla. La Habana, que también pudiera ser considerada la ciudad de la dignidad, es un ecosistema clave para entendernos a nosotros mismos en nuestra condición de cubanos.

Algunos compatriotas, militantes del segundo grupo, consideran que no se experimenta en La Habana el ambiente previo que se esperaría de una celebración de tal magnitud, que apenas se siente la proximidad de ese acontecimiento, aun cuando se construyen nuevas edificaciones y se restauran otras, como el Capitolio, cuyas obras estarán terminadas para el 500 aniversario de la ciudad, entre otras acciones. Adversas circunstancias económicas y el paso del devastador huracán Irma por buena parte del país, han complejizado todavía más el escenario con el que se llegará a esta celebración. Pocos, como el historiador de La Habana, el Dr. Eusebio Leal, han vivido tantos años debatiéndose entre deseos y posibilidades. Por esa y otras muchas razones les proponemos escuchar su voz:

“No me conformo con eso que usted ha dicho con mucha razón, con este silencio, no puede permitirse, se hará lo que se pueda hacer. Es verdad, los tiempos son difíciles, el ciclón nos ha dañado, ha lanzado un balde de agua sucia sobre La Habana y sus barrios, es verdad, hay monumentos que hay que desmontar como el de Calixto García, porque el mar vuelve y volverá, hay edificios que hay que destruir; pero hay otros que hay que restaurar. Cuando usted restaura algo, vea el teatro, vea el Capitolio, vea el teatro Martí, vea a la Manzana de Gómez, el mercado de Cuatro Camino, cuando usted restaura algo, sale La Habana y La Habana no es solo esto; La Habana es Guanabacoa, es Regla, es Marianao, después del puente; La Habana es sus ríos, el río cantado por Dulce María Loynaz, celebrado por Lezama en su célebre comentario a Mariano, entre los ríos mayores de la humanidad, el Almendares, nuestro río, nuestra sangre.

Es el 500 aniversario de unas de las ciudades más antiguas de América, unas de las ciudades más importantes en los destinos de este continente, una ciudad que no voy a celebrar solo el acto fundacional al lado del árbol de la ciudad pretérita en el sur en el año 1514. No, lo que me interesa es lo que ella acumuló de atrás para adelante. Es la ciudad de la defensa heroica de esta Revolución, que en el año 2019 va a cumplir el LX aniversario, quiere decir 500 de La Habana y LX de Revolución, esto es muy importante.

Entonces, partiendo de la defensa heroica de esta Numancia, viene de adelante para atrás, además, la historia de la milicia gloriosa, de los macheteros, de los alfabetizadores, de las marchas obreras, de la defensa de los intereses nacionales, de las declaraciones de La Habana, de la Universidad Primada donde Fidel afirmó: “en esta universidad me hice”; pero no solo él, otros tantos, otros tantos que empiezan desde el estado casi fundacional de la Universidad, por la cual pasaron figuras tan ilustres de la historia de Cuba; Céspedes, por ejemplo, Agramonte, todos pasaron por ella.

Es la historia de su rebeldía, la historia de su creación cultural, que ha sido inmensa, la historia de sus grandes instituciones: la Sociedad Económica de Amigos del País, el Papel Periódico, las sociedades cultas e ilustradas, los grupos de los intelectuales de vanguardia, el nacimiento de algunos de los aspectos más importantes de las ideas políticas, la cuna de Martí, la tumba de Maceo, de Máximo Gómez y de 70 generales del Ejército Libertador en el cementerio de La Habana.

Yo siempre hablo de tres ciudades; la ciudad de los vivos en que estamos, la Acrópolis; la otra Acrópolis, la de la sabiduría, la Universidad; y la Necrópolis, donde están José de Luz y Caballero, los estudiantes del 71, Guiteras, Celia, Marta Abreu... ¿De qué estamos hablando, entonces? Esa es La Habana, La Habana de la arquitectura, La Habana diferente, La Habana de Carpentier, La Habana, que cuando uno sale a cualquier lugar del mundo, dice: ¡Qué bella es mi ciudad!

Más que decir, tenemos que hacer, lo que tenemos que hacer es restañar heridas a La Habana, limpiar La Habana, embellecer La Habana: los jardines de la ciudad, los lugares de los niños, los lugares de los jóvenes, las plazas y lugares de encuentros. ¿Es que se puede hablar de La Habana sin los Congresos de Cultura, sin la reunión magna de los intelectuales? Pero, además, La Habana como capital de la nación y ya cuando hablo de la nación digo: La Habana, que es también de oriente y de Pinar del  Río, La Habana es de Camagüey y de las Tunas, La Habana es de todo el país; por tanto, el orgullo habanero no puede ser una cuestión solo de nosotros, tiene que ser de todos los cubanos y es necesario luchar por La Habana.”