//

miércoles, 2 de octubre de 2024

Septiembre de todos

Todo eso amanece con cada cubano el primer día del noveno mes del año, algunos porque son protagonistas, otros porque les toca esperar a que llegue la tarde para saber cómo ha sido el primer día de clases...

Leticia Martínez Hernández en Exclusivo 01/09/2015
0 comentarios

Escasísimos meses en Cuba logran lo que un septiembre. Pocas veces tantos sentimientos se ponen en fila: alegría por el comienzo, congoja por lo que termina, nerviosismo ante lo nuevo, timidez, ansiedad. Todo eso amanece con cada cubano el primer día del noveno mes del año, algunos porque son protagonistas, otros porque les toca esperar a que llegue la tarde para saber cómo ha sido el primer día de clases.

Así se despierta este martes aquí, con casi dos millones de personas “cogiendo el caminito de la escuela”, ese que durará años, que traerá los amigos de toda la vida, la enseñanzas perdurables, los esfuerzos más duros, las mejores jornadas, quizás también las peores. Es el día donde todo parece más limpio, mejor cuidado.

A la espera de septiembre es imposible desprenderse del olor a libreta nueva o al de la madera recién cortada de la punta del lápiz. Vuelve el ajetreo de los uniformes, de las tallas, de las costureras, del falso más arriba, del pantalón más estrecho; de nuevo a forrar libros, a comprar mochilas y zapatos, o darle cepillo a los del año anterior para que luzcan nuevos.

Y uno, que ya vivió todo eso, se pone nostálgico y entonces le parece divino aquel canto de la abuela al amanecer: “A la escuela hay que llegar puntual…”. Vuelve a verse recibiendo la primera pañoleta, pidiendo permiso para la primera acampada, haciendo tareas, trabajos prácticos, pruebas finales; de nuevo enamorando con aquellos papelitos del “sí o no”, embarcándose para la escuela en el campo, haciendo malabares con una planilla de opciones para entrar a la Universidad, probándose en los exámenes de ingreso y en los de actitud, haciéndose el artista en los festivales de aficionados, cogiendo tres, cuatro, cinco, y hasta dos alguna vez, escogiendo la ropa para le tesis, alzando un diploma para la foto que puso punto final a tantos años.

El mal tiempo de una tormenta llamada Érika tensó un poco el comienzo de septiembre, pero como el agua no llegó al río, este martes todas las aulas abren y la isla se convierte en una escuela gigante. Las autoridades de Educación han asegurado que todo está listo, que la prioridad será lograr mayor calidad en cada uno de los procesos educativos.

Se habla de grandes sumas de dinero destinadas a optimizar las infraestructuras educativas, a importar materiales escolares, a acondicionar los laboratorios de Física, Química y Biología, a mejorar el mobiliario y los equipos para la cocción y refrigeración de los alimentos que se brindan en las escuelas, entre otras labores.

Se informa, también, sobre el empeño para mejorar la cobertura docente, con opciones que van desde un aumento de egresados de los centros pedagógicos hasta la incorporación a la docencia de miles de estudiantes que cursan carreras universitarias en cuarto y quinto año.

Cada esfuerzo es loable, pero sin la suma de la familia y de todo cuanto rodee a la escuela, poco perdurable serán. Por eso este septiembre no debe ser ajeno para nadie, de todas las maneras estaremos implicados, unos porque llevan a los niños a la escuela y deberán estar pendientes de su uniforme, de sus tareas, de su puntualidad; otros porque desde la retaguardia también les toca la mirada preocupada y el llamado a contar cuando toque; y para hacer realidad la frase repetida hasta el cansancio en los medios de prensa: “la escuela debe convertirse en el centro cultural de la comunidad”, un montón de personas, instituciones, organizaciones y empresas tendrán que ponerse a tiro, porque, definitivamente, septiembre nos pertenece a todos.


Compartir

Leticia Martínez Hernández

Madre y periodista, ambas profesiones a tiempo completo...


Deja tu comentario

Condición de protección de datos