Todo el año de color naranja

Avanza lentamente, indecisa. Con cada nuevo paso que la acerca al pequeño local su mente retrocede cientos en el tiempo. Pero nada la detiene, ni la roja sangre que brota de sus heridas, ni los moretones en sus delgados brazos, ni el peso de las amenazas retumbando en su cabeza.

Por el camino varios la miran, unos con lástima, otros indiferentes. Incluso hay quienes comentan en voz baja qué habrá hecho para que la dejaran en ese estado. Ninguno se detiene a brindar ayuda, ninguno se imagina el coraje que ha tenido que reunir.

Sabe que no existe ningún estatuto legal que la ampare como víctima de violencia doméstica a menos que presente agresiones más graves que las suyas, pero sí que puede encontrar apoyo y guía en la Casa de Orientación a la Mujer y la Familia (COMF) a solo unos metros de distancia.

«Todavía no sé qué fuerza me ayudó a llegar hasta allí. Ya lo había intentado otras veces sin éxito, el temor me paralizaba cada músculo del cuerpo. Me costó mucho comprender la espiral de la que era víctima y las vías que podía utilizar para salir», confiesa quien, aun cinco años después de estos sucesos, prefiere mantener el anonimato.

Según datos de la Organización de Naciones Unidas (ONU), actualmente una de cada tres mujeres en el mundo sigue sufriendo violencia física o sexual, principalmente a manos de un compañero sentimental. Lo más difícil, aseguran los expertos, es dar el primer paso: reconocer el problema.

La realidad cubana no está exenta de estos sucesos. La historia de nuestra protagonista constituye solo uno de los ejemplos que bien pudiera representar a un número no poco significativo de cubanas.

Un estudio realizado en 2013 por la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) con los registros de todas las CAMF del país, reflejó que entre los años 2011 y 2012, 1 707 mujeres habían sido víctimas de violencia de género*.

Según los propios especialistas de la FMC esta cifra no constituye la verdadera realidad de un fenómeno** –ya sea por las incongruencias que presentaban los registros hasta la fecha, por el desconocimiento sobre la verdadera función social de las COMF, o porque sencillamente no todas las víctimas acudían (ni acuden) a ellos a denunciar a su agresor–, pero sí representan un elemento clave para enfocar mejor nuestras políticas en torno al tema.

Desde entonces no se ha logrado la tan ansiada reformulación legal que comprenda la penalización por ejercer violencia de género contra las mujeres y las niñas, ni el cambio de mentalidad que permita desplazar este mal de nuestra sociedad, pero sí se han redoblado los esfuerzos institucionales y gubernamentales por elevar la conciencia ciudadana en torno al tema.

La instauración del 25 de noviembre como el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer representó un gran suceso, aun cuando cada uno de los 365 días del año deberían ser naranjas.