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sábado, 5 de octubre de 2024

Tres visitas de Fidel

Cumplidos sus 90 años, el líder de la Revolución Cubana ha sido siempre muy sensible al papel de la prensa, un gremio que ha recreado su estatura, especialmente desde la crónica...

Enrique Manuel Milanés León en Exclusivo 19/08/2016
2 comentarios

Solo tres veces, y todas en el mismo año —el muy complejo 1996—, esta profesión terrenal y romántica que es el periodismo me ubicó en coberturas centradas en la figura de Fidel. Es muy posible que en esa docena de meses el Comandante, muy dado a sus recorridos de dirigencia sensible en los que tocaba los nervios de la Isla con sus manos, haya roto con aquella tríada de sorpresas sus récords de visitas a Camagüey.

Eran los tiempos en que en el país se tomaban decisiones difíciles para el sector azucarero y Fidel en persona andaba las industrias y bateyes para escuchar lo que tenían que decir al respecto muchos de esos cubanos cuyo origen familiar se pierde en viejos genes de caña y melaza.

En su primera visita, el líder de la Revolución anduvo por los centrales Jesús Suárez Gayol y Cándido González, dos de los tres ingenios que entonces tenía Santa Cruz del Sur.

Al joven periodista que yo era le impresionó sobre todo la delicadeza y cuidado de los detalles del hombre que mucho antes había asaltado un cuartel, soportado presidio, desafiado a partes iguales el mar y el mal, domado una Sierra montaraz, vencido fulminantemente un ejército muy superior en medios y efectivos y burlado centenares de intentos de magnicidio en su contra.

Porque en medio del abejeo de obreros, vecinos, directivos, periodistas y, por supuesto, guardaespaldas en torno suyo, Fidel, que entonces era en sí mismo una recia montaña verde olivo, hablaba muy bajo, amorosamente incluso, tanto cuando preguntaba algo como cuando daba explicaciones.

Ese hombre que siempre sorprende, aunque siempre es esperado en cualquier sitio de Cuba, usa un tono sereno para abordar incluso los asuntos más graves. Así, en Cándido González mantuvo un diálogo cercanísimo con multitud de trabajadores que le hicieron un pedido: que el central siguiera activo. Quien le vio ese día está seguro de que solo las rudas presiones económicas sufridas por el país, luego de que zancadillas mundiales derribaran el socialismo europeo, impidieron que aquel sueño se lograra.

El dirigente solidario que luego seguiría la transformación productiva de las comunidades azucareras afectadas para garantizar empleo a quienes lo habían perdido, fue el mismo que, a la entrada del batey, dio al conductor de su carro una orden singular: que aminorara la marcha para ver, en una valla inmensa, el rostro de Cándido, el expedicionario de Granma al que el Che Guevara definiera como un «revolucionario sin tacha». Fidel, en efecto, repasó la imagen de su amigo y, tras silente diálogo con él, emprendió su jornada.   

Más adelante, el jefe de la Revolución volvió a Camagüey y los periodistas cubrimos la reunión que él encabezó para continuar los análisis sobre la zafra y los centrales.

Solo copiamos, a distancia, sus declaraciones. Es cierto: infinidad de periodistas cubanos quedaron debiéndose, a sí mismos y al público, una entrevista a Fidel, porque su palabra es siempre fuente de interés para reporteros y audiencias, pero además de su perenne ocupación de estadista, el hombre de Birán reúne cualidades que lo hacen un entrevistado difícil: sabe, como pocos, ripostar, ahondar, sacar cuentas, revertir la pregunta, tomar el mando con su propio cuestionario y poner a prueba al mejor indagador.

Si a lo anterior se suma su estatura humana, la conmoción que provoca con sus gestos de bien, la hondura de sus reflexiones y el signo de sus huellas por el mundo, se entiende fácilmente por qué el líder, siempre noticia, nos ha ocupado más desde el humano ángulo de la crónica, un género ideal para decir cómo el pueblo —y dentro de él, los periodistas— vemos a un hombre que, por serlo a plenitud, parece más que un hombre. Así, llueven en Cuba las crónicas sobre Fidel, tal vez no todas buenas, más todas sinceras.

Siendo el más alto en todo un siglo, Fidel ha sido también el dirigente cubano más afín a la prensa. Asistió a varios congresos del gremio e incluso cambió, para mejor, sus agendas. En familia, se le vio llegar de súbito, como un gran «palo —de Caguairán— periodístico» a más de una redacción y sentarse a charlar como si fuera el nuevo reportero en la plantilla.

Nadie puede ignorar que en todo avance que ha tenido la prensa ha estado, como suele hacer el buen articulista, la firma de Fidel, y entre el desafío y la ilusión, todavía los reporteros, incluso los que laboran lejos de La Habana, saben que un día cualquiera el Comandante puede darles acuse de lectura y hasta un análisis esclarecedor. Y a lo interno de periódicos, emisoras de radio y televisión, sitios digitales y agencias, la mejora profesional y material a que se aspira tiene una bandera: Fidel. 

Así veo, desde el ya lejano 1996 y hasta hoy, al gran estadista que siempre apreció el valor de una noticia. La tercera visita a Camagüey en aquel año fue un tanto frustrante para algunos colegas. Tras un apurado viaje llegamos a las cercanías del central Brasil, en Esmeralda, cuando él se marchaba. Apenas avistamos la polvareda roja que levantó su helicóptero, pero desde entonces me queda la certeza de que un día sin fecha, en cualquier parte, aterrizará aquel hombre para dar una entrevista. O tal vez para hacerla.  


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Enrique Manuel Milanés León

Con un cuarto de siglo en el «negocio», zapateando la provincia, llegando a la capital, mirando el mundo desde una hendija… he aprendido que cada vez sé menos porque cada vez (me) pregunto más. En medio de desgarraduras y dilemas, el periodismo nos plantea una suerte de ufología: la verdad está ahí afuera y hay que salir a buscarla.

Se han publicado 2 comentarios


Arturo Chang
 19/8/16 15:48

El 30 de septiembre de 1996, en un acto en la Plaza Ernesto Guevara, en Santa Clara, en su discurso, Fidel se refirió a su recorrido por el central Cándido González: "A veces viajaba por alguna especial necesidad a un lugar donde había ocurrido una catástrofe natural, o alguna provincia donde había dificultades. Por ejemplo, en la pasada zafra cuando visité en Camagüey el primer central que terminó la zafra, que fue el "Cándido González"; pero teníamos una situación apretada allí en la provincia con la zafra. Una vez estuve en la zona de Jobabo, donde también terminaban la zafra; pero en Las Tunas había una situación muy compleja con la zafra, porque se habían producido verdaderos diluvios en el norte de la provincia, donde estaban algunos de los mayores centrales del país, y no sabíamos si podíamos moler aquella caña, de la cual dependía el cumplimiento del plan que nos habíamos propuesto. Otra vez estuvimos en Holguín con una situación igualmente difícil; es decir, acudí a aquellos lugares donde había más dificultades, mientras conocíamos perfectamente bien que en Villa Clara la zafra marchaba óptimamente y no había problema alguno."

Baby
 19/8/16 15:09

Gracias, Milanés, por esta manera otra de acercarnos a Fidel.

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