Con la Revolución digital ocurre lo que en el siglo XV con el galeón y la carabela y en el XVIII con la Revolución Industrial: debutaron prematuramente o más exactamente antes de que la humanidad en su conjunto pudiera aprovechar sus extraordinarias posibilidades. Europa y luego los Estados Unidos se quedaron con las ganancias.
Marco Polo (1254-1324) contó a los europeos del siglo XIII acerca de las especias, las tecnologías, los avances en la medicina y la abundancia de alimentos de los pueblos del Oriente, pero no resolvió cómo trasladarlos a la superpoblada Europa. En el siglo XV Cristóbal Colón encontró la solución.
Durante miles de años los pueblos ribereños del Mediterráneo fomentaron la construcción de embarcaciones, avanzaron en las técnicas de navegación y forjaron tradiciones marineras que a la altura del siglo XV, cuando ya se construían carracas, carabelas y galeones de entre 100 y 2000 toneladas, se sintieron capaces de aventurarse más allá del horizonte, salieron al Atlántico y protagonizaron el descubrimiento de América. La más notable proeza geográfica de todos los tiempos.
El llamado encuentro de civilizaciones y la circunnavegación de África unido a la existencia de grandes buques de carga, facilitaron el saqueo de las colonias, el tráfico negrero y la formación del mercado mundial a lo cual la Revolución Industrial, que transformó la economía europea de rural a urbana, dio respuesta creando las máquinas que facilitaron la industrialización. El liberalismo proporcionó las bases para el diseño de sistemas políticos adaptados a las nuevas realidades y el capitalismo comenzó su andadura.
Durante cinco siglos ha sido evidente el desencuentro entre las posibilidades que ofrecen la economía y la tecnología con las oportunidades para aprovecharlas de que disponen los pueblos que forman la mitad del planeta. En el siglo XXI todavía hay en aéreas subdesarrolladas del planeta poblaciones que no conocen la electricidad, millones de personas mueren sin haber pisado jamás una consulta médica y para ellos el teléfono y la televisión no son carencias sino enigmas. En el mundo de hoy, cuando sobran los alimentos, mil millones de personas padecen hambre.
Sin embargo la globalización, un hecho objetivo y tan positivo como una vez lo fueron la llegada de los europeos a América o la invención de la máquina de vapor, avanza y con luces y sombras involucra a toda la humanidad, incluyendo a quienes no saben de su existencia ni obtienen beneficios de sus realizaciones ni ventaja alguna de sus aportes.
La globalización que desaparece fronteras entre los países y límites entre los estratos sociales, permite el acceso al conocimiento y la información de modo expedito, no resuelve sin embargo los problemas asociados con la injusticia y la explotación. El mundo global es tan injusto como lo era el esclavista o el feudal, aunque mucho más peligroso.
No obstante esa es la realidad con la cual es preciso lidiar y a la que, de alguna manera es necesario integrarse. “El mundo globalizado? decía el presidente uruguayo don Pepe Mujica? no me gusta, como tampoco me gustan mis canas ni mis arrugas frente a las cuales no hay nada que hacer…”
No hay manera de luchar contra la globalización; no es posible ni es sensato; lo cual tampoco significa adoptar el fatalismo como filosofía ni someterse al dictak de los imperios. Corresponde a los líderes encontrar el modo de definir metas posibles y relevantes. La pobreza es el verdadero enemigo y el progreso el mejor programa político. Los países emergentes que han encontrado cómo hacerlo figuran entre los paradigmas del momento. Allá nos vemos.
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