“Los hombres solo quieren que las mujeres tengan buen cuerpo. Nadie se enamora de ti a primera vista porque le gusta tu personalidad. El amor a primera vista no existe. Existe ver a primera vista tus senos y tu trasero”, dice Gerard Butler.
Y continúa: “Si quieres que un hombre esté contigo, no lo critiques y ríete de todos sus chistes. Ah, y nunca –jamás- lleves el pelo corto. El pelo corto o amarrado en coleta da la impresión de que estás recogiendo gusanos del jardín. No es sexy. Tienes que ponerte extensiones”.
En resumen, que la película The ugly truth o, como es su título en español, La fea verdad, promueve exactamente lo mismo que el póster que la promociona: las mujeres sienten y padecen con la cabeza; los hombres, con su pene. No maten a la mensajera.
Si me preguntan mi opinión, créanme que abogo por no jugar ningún jueguito ni ver las relaciones de pareja como una batalla. Yo estoy a favor del amor honesto que se muestra todo. Pero qué se yo del asunto. Tampoco es que tenga una pareja sentada al lado mío. A lo mejor va y es porque tengo el pelo corto y exhibo muy poco mis senos.
Pero esto es lo que promueve Luketic en La fea verdad: una presunta guerra de sexos que -oh, predecible hasta los tuétanos- termina por convertirse en el inicio de una historia de amor.
Gerard Butler está tan encantador como siempre. Solo él puede lograr que el desconcertante uso de palabras groseras sea parte de una comedia romántica. Por su parte, Katherine Heigl está incompleta, no convence, quizás porque no termina de decidir entre ser ella misma y una versión más alta de Meg Ryan.
El filme es fatuo y edulcorado. No mucho más que un pasatiempo. Pero, ¡ey! ¡No hay nada vergonzoso en eso! Si no la buscas, algún día te la van a poner en una tarde del domingo. Y esa, esa sí, es la cruda verdad.
La fea verdad no exhibe amor; exhibe látex. Otra vez: no hay nada malo en eso. Pero si la visionas pensando que eso es amor, terminarás sintiéndote algo confundido con las verdades universales de lo que esa palabra implica.
La fea verdad implica sexo y relaciones de pareja. Pero no todas las relaciones de pareja implican amor.
-¿Por qué me quieres? –pregunta Katherine Heigl.
-No lo sé –le responde Gerard.
¿De verdad? ¿No pudo el guionista exprimirse la cabeza para que Gerard Butler supiera por qué la quería?
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