1- El concepto
Los Otros.
Cine que realiza teorías sobre este concepto y el tratamiento referido a él, existen miles, historias, otras miles más. Tramas donde se crea un escenario tan caótico y de límites azarosamente indefinidos capaces de desvirtuar los principios, valores y pensamiento de los protagonistas caracterizando sus papeles que se ven inmersos en estas, ponen a prueba la forma de razonar de los especialistas que las desarman, parte por parte, componente a componente. Argumentos que nos hacen preguntarnos desde la verdad más absoluta de “cada uno”: ¿en realidad seríamos capaces de hacer algo así? O ¿seríamos capaces de transformarnos en seres, que solo pueden ser definidos por la palabra despreciables? Entonces qué sucede con largometrajes que de una forma pendular trata una visión más unificadora y protectora sobre el “Otro” (tratemos al Otro como nuestro ser allegado, el cuidado, protección y buenaventura que seamos capaces de conferirle). Son interrogantes que abundan en historias donde un sustantivo abstracto (en este caso) como “Los Otros” proliferan.
Ejemplos donde el prójimo se ve afectado por un inminente salvajismo y distanciamiento, han marcado la historia del cine y la literatura. Un salvajismo capitular que reina por encima de la situación, la actitud de los personajes, de las presencias materiales e ideales (llamadas presencias debido a que en escenas de esta tipología poco importan).
Luis Buñuel con su magnífica creación: El ángel exterminador (1962), aunque el tópico central gira alrededor de la degradación humana desde la clase alta de la sociedad a la mera barbaridad y el salvajismo, sin embargo, esto no se abstiene de comentarios al respecto sobre el tema. En matices sosegados por el mismo guion argumental, se presencia una aberrante degeneración por el bienestar de los Otros. Ya el resto de los seres no importan mientras haga falta sobrevivir, subsistir en la nueva situación y calamidad. Guiones así surcan de una dramatización bonachona por el Otro hasta verlos como la verdadera abominación. Aspectos cruciales en el tratamiento del concepto que se fue y se sigue reformando para el cine de estos días. (Los Sobrevivientes de Tomás Gutiérrez Alea - 1979, The Road de John Hillcoat – 2009, El Hoyo de xxx – 2019)
Algo similar sucede en la obra de William Golding: Señor de las moscas (publicación de 1954, llevada respetablemente a la gran pantalla en dos ocasiones, 1963 y 1990). Esta antítesis del escrito Coral Island, antítesis de un final feliz, demuestra un perfecto equilibrio para los Otros. Posee el correcto balance entre el desprecio y la protección por el Otro: Los pequeños con Ralph y Piggy, Ralph y Piggy con respecto a Jack, los cazadores y los pequeños. A que me refiero con: balance, pues, en el ensueño de un argumento bien contado no se puede tender a poner cada línea en un orden positivo o, al contrario, en un orden negativo. Los pensamientos igualitarios no quedan entre los anales de la historia. No crean utopías. En estos niños, muestra minimalista de un experimento social sobre civilización y barbarie, se nota a pequeños porcientos, las formas en que opera una sociedad aislada de cada recurso o privilegio, de un pensamiento copiosamente desarrollado. Entonces dónde queda aquí el Otro. Los principios y la nova jerarquía instaurada operan por él. No obstante, no todo el mundo piensa igual, ni entre los canales de experiencias y vivencias que forman al ser humano están “tan” presentes en las disímiles situaciones, incluso en las mismas jerarquías.
Fotograma de la película Los Otros (Foto de autor)
2- La película
Los Otros (Alejandro Amenábar – 2001) es una película de “quizás” terror psicológico con la explotación en suspenso y misterio de la fórmula acerca de la casa embrujada. Aunque, particularmente creada mediante una vertiente “desde un punto de vista diferente” poderosa y elegante. Soportada en un escenario escalofriante perpetuamente a oscuras o en una sempiterna neblina. Hábilmente desarrollada como las películas del maestro Alfred Hitchcock o el cine de terror asiático (muy psicológicamente anormal): ansiedad, carácter/caracterización, suspenso, tragedia y, por supuesto, miedo (O estas asustado, o estas asombrado). Donde de esta escenografía se vislumbra una mezcla con la literatura realista de Henry James, utilizando temas recaídos en la alienación de sus personajes y su drama interno/psicológico (más allá de ser personajes arraigados al Viejo Mundo). El filme mantiene esa constante tenebrosidad, que denota a muerte, y, por otro lado, tal vez no es algo intencional, pero predice la sorpresa final. Algo nos susurra al oído el clímax final, (me desilusiona) mas no me hace perder la majestuosa sensación que nos deja descubrir el desenlace de la “cosa”.
El largometraje fue filmado bajo los preceptos de la “vieja escuela de terror americano”. La mano de Javier Aguirresarobe (Soldados de Salamina, Mar Adentro, Antártida) en la fotografía nos trae tomas vertiginosas, secuencias tenebrosas que junto a la música acrecienta el suspenso y nos pone los pelos de punta. – Ya sabemos que hay detrás de esa mano macabra y espeluznante pero igual nos vamos a asustar -.
Bueno, sigamos con nuestro tema principal. “Que no haría una madre por sus hijos”, sería la idea central de esta película. No completaría la oración mencionando que son directamente los Otros, porque este concepto redondea varios personajes (más allá de la verdadera intención del título sobre el argumento).
Sí, los niños son Otros, empero también, los criados, los supuestos intrusos, el padre, los antepasados muertos y, sabrá Dios quien más. La obra de Amenábar desencadena una carga de emociones negativas y positivas paralelas a lo tratado de expresar en el apartado anterior. Visto así a partir del principio en que los criados llegan a la casa. Se sobreentiende la duda y la desconfianza de la madre, incluso, comprendido esa introducción casi escrita por el método del maestro Hemingway para ocultar o prescindir información (¿Por qué ahora y no antes o después?, ¿Por qué esperar ese justo momento?, etc.) Mientras los criados solo buscan una sana convivencia con los inquilinos, la patrona busca sobre lo posible proteger y sobreproteger a sus hijos, lo cual forma como parte principal de la jerarquía; y en un nivel más profundo, los supuestos intrusos (que son lo que no son eh) pretenden botar a los inquilinos de la mansión.
Una obra de arte donde los Otros, no por su nomenclatura claro está, poseen un “spotlight” principal. Donde estos lazos son explotados al máximo en sus dos extremos para completar la historia. Una patrona que no intenta especular su posición, no obstante, ostenta la virtud, más que la bondad, de tratar a sus criados como perdedores naturales, quien a su vez se desvive por sus hijos, proveyéndolos de crianza, bienestar y por así decirlo, vida. En este rol vemos una Nicole Kidman desdoblada por su papel de madre, quien se lleva las cámaras, compartiendo este personaje a través de una versión burguesa de la Grace Kelly que nos iluminó en su personaje con el “peliculón” Crimen Perfecto (Alfred Hitchcock - 1953), una rubia asustadiza y paranoica. Una Kidman que nos parte el corazón, nos oprime la fibra sentimental, con solo verla llorar por la decidía que acontece en su casa. Un llanto cautivador. Su inseguridad con respecto a la situación y el manejo de sus criaturas se expande y crece alrededor de la película. No se detiene. Llega así hasta el justo momento en que se rompe el desenlace y se produce el cierre inmediato del filme.
Fotograma de la película Los Otros (Foto de autor)
Aquí, se vislumbra la esencia de este concepto a juego con el mismo título. Nicole en la piel encarnada de su personaje, más decidida que nunca, más segura que nunca nos muestra que, si “ella es la Otra que ya no pertenece a este terreno astral” pues, sus derechos serán aún absolutos, incondicionales, no importa los Otros fuera de ellos mismos. Eso no justifica de que ya su tiempo acabó sobre esta tierra, pero bueno, es una película después de todo. Una película que, según la hipótesis tratada, nos muestra cuan flexible puede ser un extremo mientras los Otros, o sea, los de Nicole, estén a salvo. Un elegante salvajismo no menos agresivo. Cosa que tendríamos que ver en la secuela inexistente.
Estos lazos encontrados, por encima de la creencia religiosa que profesa la madre (ya segura y escéptica), no se extienden más allá de su círculo: los niños, los criados, el padre desaparecido nuevamente, e inclusive, la casa, que toma desde su protagonismo material, un plano sentimental, cómplice y experimental. Todos nos quisiéramos llevar nuestra casa en un bolsillo ¿no?
La historia se desenreda para este final tan fácil y limpia. Queda así mientras la madre y sus niños toman su decisión observando como los intrusos se retiran de la casa. Ya con todas las dudas esclarecidas, con el rostro de Victor “el niño intruso” despidiéndose obligadamente de su amiga, sin culpa, sin el verdadero conocimiento de su despedida, ya todo ha sido descubierto y revelado, nada remanece en el misterio para este final. Se cierra el telón para el largometraje.
Entonces, digo, o mejor, sinceramente parafraseo: Todo podría cambiar el día en que nos empeñemos en merecer al Otro (…) – Tomado del libro: Nadie es Perfecto. Crítica de Cine (Caballero, R., pág. 35)
a Rufo Caballero
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