Aparentemente The Meyerowitz Stories (Noah Baumbach, 2017) es una película menor. Sencilla, discreta, pero cautiva. Posee una madurez contagiosa. Hace que Netflix gane en prestigio, sin dudas.
Cuenta la relación de un padre con sus hijos. El padre —quien compone una oda a la altanería como mecanismo de defensa ante la frustración— es Dustin Hoffman. Los hijos son representados por Adam Sandler y Ben Stiller. Parte de la familia también es la esposa actual del padre, interpretada por Emma Thompson.
Está estructurada en capítulos. Cada uno de ellos muestra cómo vive cada personaje lo mucho de disfuncional que hay en la familia. La relación entre los personajes está plagada de rencores y frustraciones. O el padre le dedicó mucha atención a un hijo o no le dedicó ninguna... lo que acumuló en ellos años de dolor.
Hay un momento en la cinta en que el personaje de Adam Sandler dice: “Quisiera que mi padre me hubiera hecho una acción determinada... y que yo pudiera odiarle por esa única acción. Pero no. Me ha hecho un montón de pequeñas cosas. Un montón”.
En ese momento el personaje reconoce, por primera vez, la odisea familiar que ha vivido. Hasta ese momento había estado tratando de complacer al padre en todo. Pero revive cuando el hermano le dice: “Si nuestro padre te ha hecho tanto ¿por qué no te permites estar molesto con él?”.
La comunicación es siempre el mejor camino, asume el filme. O recurres a comunicarte o vives la más genuina desesperación.
Siempre es mejor enfrentarse a los miedos. En este caso, el miedo que producía la figura paterna en hijos en edad adulta. Cuando el padre cae en una cama de hospital, un médico les enseña lo que deben hacer antes de que él fallezca. Y ahí está la clave de la película. Porque el médico les enseña a los hermanos cuatro palabras claves para limpiar los dolores que la relación con el padre les provoca. Les enseña a decir:
- Gracias.
- Perdóname.
- Te perdono.
- Adiós.
La cámara hace un zoom in en el personaje de Adam Sandler —que hace su mejor actuación de los últimos quince años— cuando dice estas palabras. Antes de decirlas estaba preso de su vínculo filial. Después de decirlas, es libre.
Esta aparente cinta menor se descubre capaz de codearse con obras maestras como Hannah y sus hermanas (Woody Allen, 1986). Nominada al Festival de Cannes, cuentan los que estuvieron que recibió en la sala en la que se proyectó nada más y nada menos que ¡una ovación de cuatro minutos!
vangelys
8/11/17 11:21
Es una leccion de vida la peli.......un tema interesante diana...asi que nada a buscarla para verla.....fanes de diana....
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