Martin Scorsese es responsable de varios clásicos del cine estadounidense y mundial. En más de medio siglo de carrera tras las cámaras se ha convertido en un referente para generaciones de artistas que en mayor o menor medida recurren a él como inspiración y para los cinéfilos del mundo entero. Este 2020 se cumplen 40 años del estreno de uno de sus mayores clásicos, y a ella dedico hoy mi reseña, me refiero a Toro Salvaje.
Cuentan que fue Robert De Niro quien se interesó por llevar a la pantalla la vida del problemático boxeador Jake LaMotta, tras leer la autobiografía de este. En un inicio Scorsese no estuvo interesado, no quería hacer una película sobre boxeo, un deporte que no le gusta. Pero con el tiempo vio lo mismo que De Niro había notado: que la historia de LaMotta podía ser mucho más que una película deportiva… y ciertamente, lo es.
Toro Salvaje recorre 23 años en la vida de Jake LaMotta, el Toro del Bronx, boxeador italoamericano que llegó a ser campeón del peso mediano. Pero más que un viaje a través de su turbulenta carrera deportiva, es la historia de un hombre violento y celoso, consumido por la ira que le dio éxito y fama en el ring, pero fuera de él lo llevó a destruir sus relaciones con las personas más importantes de su vida, su esposa y hermano en especial.
El estilo del verdadero Jake LaMotta en el cuadrilátero, según cuentan los expertos, era más agresivo que sensato, siempre avanzando hacia el rival y recibiendo muchos golpes; incapaz de retroceder o caer al suelo, pues eso sería una derrota; era su resistencia la que lo hacía difícil de vencer. Por eso se ganó el apodo de Toro Salvaje. Scorsese se esfuerza por mantener el paralelismo entre ese estilo y su comportamiento en la vida. LaMotta es incapaz de doblegar su brazo hasta en la conversación más insignificante. Tiene la necesidad de decir la última palabra, dar el último golpe. No importa cuántos rivales derribe en el ring, su mayor enemigo, es él mismo, el toro salvaje que lleva impregnado en la piel, que salta ante la menor amenaza que perciba, y las amenazas para Jake pueden estar en cualquier lugar.
Hacia los 40 minutos del metraje, en una maravillosa edición se combinan imágenes de las peleas del Toro del Bronx y los primeros años de su matrimonio con Vicky. En el fondo, la celestial música de Pietro Mascagni; en pantalla, un collage de buenos momentos: una boda italiana, una visita a la piscina, los niños creciendo, mientras LaMotta derrota a un rival tras otro. Pero la música se detiene, como el minuto entre asalto y asalto. Su vida, su matrimonio, son una pelea constante que no sabe evitar. Las imágenes felices solo pueden durar ese minuto, la verdadera pelea debe continuar.
Poco queda por decir sobre la interpretación de De Niro, considerada una de las mejores de la historia del cine. Su presencia en pantalla es hipnótica. Resulta tan amenazador sentado a la mesa como en el ring. Es como una bomba que puede explotar en cualquier momento, y tiene a todos en vilo cuidándose de que no ocurra.
La transformación de DeNiro en este filme es la cumbre de su devoción por la actuación de método, de su compromiso por el realismo en pantalla. Para El Padrino II pasó cuatro meses en Sicilia aprendiendo el dialecto, para Taxi Driver trabajó como taxista, para New York, New York aprendió a tocar el saxofón, pero en Toro Salvaje fue más allá. Primero entrenó boxeo un año, adquiriendo la habilidad y el físico de un púgil estrella. Lo entrenó el verdadero LaMotta, quien llegó a declarar que De Niro podría convertirse en campeón si lo decidiera. Cuando terminaron las escenas de boxeo y pasaron a las dramáticas, comenzó su aumento de peso. Al llegar a los años de LaMotta tras su retiro, como dueño de un club en Miami, Robert había aumentado nada menos que 27 kilogramos en dos meses, cantidad que se mantuvo como record por muchos años. Podría haberse puesto maquillaje y un traje, pero decidió mantenerse fiel a su personaje, al costo de su salud.
A su lado, Joe Pesci también brilla, como su hermano y agente, único que parece tener la habilidad de desactivar la bomba, al menos ocasionalmente. La dinámica De Niro – Pesci, que volvería a aprovechar Scorsese en Goodfellas, Casino y recientemente en El Irlandés, es maravillosa. Sin perder la confianza filial, pareciera la relación entre un psicólogo y su paciente, o la de un poco convencional sacerdote y su feligrés más necesitado. Aunque comparten pecados, Jake necesita a su hermano. Es el único a quien deja acercarse más allá de la armadura que le cubre y aliena al resto, aunque a este también lo haga caminar en puntillas a su alrededor.
La víctima favorita de LaMotta y detonante de sus incontrolables celos es su esposa Vicky, alquimia perfecta entre sumisión y rebeldía. Para el papel Scorsese hizo una elección arriesgada que dio frutos. Escogió a la debutante de 19 años Cathy Moriarty, quien fue nominada al Oscar por su primer papel.
Scorsese es un maestro del cine, uno que sabe exactamente lo que quiere de cada elemento que interviene en sus obras. Sabe cómo manejar los tiempos, dirigir a sus actores, escoger la música, evocar la humanidad de sus recurrentes personajes problemáticos que parecen predestinados al sufrimiento. Es uno de los creadores de un nuevo cine épico, el del antihéroe.
Otro de sus aciertos es la creación de ambientes e historias de un realismo extremo. No necesita nunca desviarse del camino que traza la trama para decir mucho. No es un director que guste de rebuscadas metáforas, su discurso viene de los detalles. Su universalidad proviene de su especificidad. Todo eso se aprecia en esta película, una de sus obras cumbres.
Toro Salvaje es además una de sus recurrentes visitas a las vidas italo americanas, una herencia de la que no puede ni quiere escapar. La mafia juega su papel también, aunque en esta ocasión sea como una de las fuerzas que conspiran contra la estabilidad de LaMotta y que dificultan su ascenso hasta el título.
Esta película marca la primera colaboración de Scorsese con su inseparable editora Thelma Schoonmaker, cuya habilidad en el montaje se pone de manifiesto particularmente en las escenas de combate. La fotografía en blanco y negro la dota de historicidad, aunque le restó ganancias en taquilla. Es también su única incursión en el cine deportivo… y aun así, es considerada por muchos como la mejor película del género. Tal vez porque el boxeo es su excusa, no su centro.
Pero estos son solo detalles, curiosidades y apreciaciones sobre el filme. Toro Salvaje es una gran película por muchas razones, pero la principal es que se disfruta viéndola, aunque te haga padecer un poco. Tal vez sea esa la magia de Scorsese, sabe entretener, contar historias atractivas sin sacrificar ni una pizca de su arte.
Para el que la haya visto no está de más una nueva visita, para el que no, la recomiendo encarecidamente. No para presumir que se sabe de cine, ni porque se cumplan 40 años de su estreno, eso es solo un número redondo, una fecha conmemorativa. Sino porque es un clásico de Scorsese y De Niro… y eso quiere decir que es una gran película, una buena historia ejecutada a la perfección.
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