Cuando en 2015 se estrenó The big short (La gran apuesta), una de las mejores películas que se han hecho sobre la crisis finaciera iniciada en 2008, sorprendió que su guionista y director fuera Adam McKay, hasta entonces responsable solo de varias comedias intrascendentes. Sin embargo, con Vice, este biopic con formato de sátira política, demuestra que no fue cosa de una sola vez, sino que en su nuevo rumbo cinematográfico había encontrado la manera de diseccionar la realidad estadounidense con una gran dosis de libertad creativa.
Vice es una película atípica. Recrea la vida de Dick Cheney, vicepresidente de los Estados Unidos del 2001 al 2009 bajo los mandatos de George W. Bush, pero describirla como tal es quedarse muy corto. Es también una sátira política con las mejores cualidades del género, pero tiene demasiado de realidad y discurso de autor para encasillarla. Prefiero decir que es un intento muy acertado y artístico de responder esta pregunta: ¿Dónde reside el verdadero poder y quiénes son aquellos que lo ostentan?
Siguiendo a Cheney (Christian Bale) desde sus años de juventud alocada, a través de su paso por importantes cargos como Jefe de Gabinete de la Casa Blanca, congresista, Secretario de Defensa hasta llegar a la vicepresidencia, el filme supone también un tratado sobre la historia de los Estados Unidos en los últimos 50 años. Pero esto no quiere decir que su tono a veces documentalístico le reste dinamismo, tiene demasiados recursos narrativos para dejar que eso suceda.
McKay demuestra, por si quedaba alguna duda, que puede hacer de cualquier historia un viaje entretenido. Las formas de contar los momentos más importantes en la vida de su protagonista/antagonista son tan creativas que a veces sorprende que a alguien se les hayan podido ocurrir. Para poner un ejemplo, aunque revele una de las tantas ironías de la historia, el narrador del filme es una recreación del hombre que termina donando su corazón a Dick Cheney.
La caracterización de Christian Bale es espectacular. Por momentos es irreconocible entre el millón de libras que aumentó para el papel y el maquillaje que transforma su rostro en el de Cheney, casi al detalle. Ofrece una sólida interpretación de un hombre promedio, a todas luces tímido y simplón que se transforma con la investidura del poder. El trabajo de Amy Adams como su esposa, Lynne Cheney, no es menos meritorio. De hecho, la relación Bale-Adams es de lo mejor del filme. Reconocimiento aparte a Sam Rockwell, quien con pocos minutos en pantalla regala una interpretación loable y ridícula por partes iguales como Bush hijo.
Cierto es, que a pesar de ser un biopic, es demasiado grandilocuente como para ser acertada 100 %. Pero tampoco pretende serlo. McKay tiene mucho que decir para detenerse en nimiedades. El objetivo final no es contar la vida de Cheney, sino explicar cómo un hombre como él, “un vicepresidente aburrido y burocrático”, llegó a cambiar el curso de la historia, incluso pavimentando el camino para un Donald Trump. Cómo la sociedad norteamericana y el mundo lo pasaron por alto a él y a tantas cosas que mirando en retrospectiva parecen obvias.
En su discurso de aceptación del Globo de Oro a mejor actor-Comedia o musical, Christian Bale le agradeció al diablo por la inspiración para su actuación. Sin embargo, el filme se esfuerza por hacer de Cheney y su familia lo más humanos que su narración y su tesis le permiten; y en general lo logran. La relación familiar es creíble, a veces hasta emotiva, en especial al referirse a el conflicto que supone para un político republicano tener una hija homosexual.
McKay se burla de Cheney, de la sociedad estadounidense y del espectador al mismo tiempo. A veces nos pone sus verdades en la boca y otras las deja caer, como el que no quiere la cosa. Cierto es que, si no fuera por los aderezos cinematográficos, Vice podría ser tildada de ser demasiado directa y explicativa… y tal vez lo es, pero prefiero pensar que es una película necesaria para equilibrar la balanza. Al final entre tantas versiones de una misma historia la visión a veces se torna borrosa. Vice escoge la risa y el sarcasmo como lenguaje, tal vez así nos hace entender, aunque sea condescendiente.
En los minutos iniciales el narrador declara: “Mientras el mundo se vuelve más y más confuso, tendemos a enfocarnos en las cosas que están justo ahí frente a nosotros, mientras ignoramos las enormes fuerzas que realmente cambian y dan forma a nuestras vidas”. Con esa nota me quedo. De eso va Vice. Tal vez sea presuntuoso hacer una película sobre un tema tan grande, pero, ¿quién puede negar que tiene y tendrá vigencia?
Aram Joao Mestre León
8/4/20 16:01
Me gustó la película. Una parte graciosa es el falso final feliz cuando pasan los créditos.
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