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jueves, 28 de noviembre de 2024

El suelo también necesita nutrirse

Los agricultores prefieren fertilizarlo con nitrógeno, fósforo y potasio, antes que recurrir a abonos orgánicos o minerales como la zeolita, pero estos son tiempos de volverse a la naturaleza y sus productos… probados y más fáciles de obtener...

Joel Mayor Lorán, Roberto Jesús Hernández Hernández en Cubadebate 23/04/2022
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Biochar - tipo de carbón
El biochar es un tipo de carbón que, de manera artesanal, se obtiene de restos vegetales y residuos de biomasa. (Foto: Cortesía de Gertrudis Pentón Fernández)

Matanzas quiere ser “la provincia más productiva de Cuba”. A primera vista puede parecer poco más que una consigna; sin embargo, hoy se convierte en una cuestión de mera sobrevivencia, a tono con las tensiones económicas del país debido al bloqueo económico, comercial y financiero más prolongado de la historia.

Ante la contundente carencia de recursos de importación como los fertilizantes químicos que no llegan, quienes soportan la tremenda responsabilidad de sacarle mayor provecho a la tierra para producir alimentos han de buscar alternativas, con la mirada puesta en los saberes ancestrales y la ciencia del momento.

Octavio Marín Márques es ingeniero agrónomo y proviene de una estirpe campesina. “Todo lo que le recomiendo a un guajiro, como los microorganismos eficientes y otras cosas, sé que funciona porque lo aplico en mi finquita”, asegura quien el actual jefe del departamento provincial de Suelos y Fertilizantes, perteneciente a la delegación del Ministerio de la Agricultura en Matanzas.

“La disponibilidad de fertilizantes químicos es un tema muy complejo desde hace tiempo. Con estos recursos se trata de proteger cultivos que puedan exportarse o sustituyan importaciones, como arroz, tabaco, frijoles, maíz para alimento animal y tomate para la industria.

“No es el caso de otros como boniato, malanga o plátano, más rústicos y resistentes, a los que se aplica otras técnicas para obtener rendimientos. Se pudo garantizar los productos a la siembra de papa, priorizada por ser vital en la alimentación del pueblo.

“El año anterior fue muy crítico: se recibió apenas un 10% del volumen de fertilizantes previsto. Y en 2022 no hemos recibido un solo gramo para las más de 1 780 hectáreas (ha) que sembramos de diferentes cultivos.

“En la provincia se trazó una estrategia para proteger la mayor cantidad de tierra con sustancias orgánicas, a partir de prácticas que nunca debieron descuidarse. Pero falta cultura: algunos productores no entienden la necesidad; hay recursos como el excremento animal que se desperdician.

“Matanzas tiene un plan de producción ascendente a 62 750 toneladas (ton) de materia orgánica este año. En el primer trimestre produjo y aplicó al suelo 21 323, lo cual brinda la posibilidad de proteger 717 ha. En esa etapa también generamos 118 ton de humus de lombriz, un medio orgánico muy potente con alto contenido de nitrógeno.

“Tenemos otras variantes, como los abonos organominerales, a partir de la combinación de una tonelada de barredura de fertilizante con cinco de materia orgánica animal. Son técnicas conocidas desde hace tiempo; se dejaron de lado por facilismo, pues entonces contábamos con medios químicos e incluso los aplicábamos en exceso, lo que daña el suelo.

“Igual usamos la agromena, producida en Unión de Reyes a partir de un mineral que tiene un por ciento considerable de nitrógeno, fósforo y potasio. Se enriquece con materia orgánica y zeolita para que se cargue; aplicado en el fondo del surco da buenos resultados. De hecho se utiliza para la papa orgánica producida en Matanzas.

“Entre enero y marzo últimos se aplicaron en la provincia 425 toneladas de agromena en 141 ha. No producimos más por falta de demanda: abogamos por mayor capacitación a los productores, para que conozcan sus bondades y las de bioestimulantes como el FitoMas-E (antiestrés elaborado con las sustancias naturales propias del metabolismo vegetal, producido en el país) y los microorganismos eficientes”.

Marín Márques señala que, pese a la difícil situación económica, el Estado destina un presupuesto a financiar las técnicas de conservación y mejoramiento del suelo. “De nada vale tener buena semilla certificada, buenos productos de sanidad vegetal y riego, si la tierra no está en buenas condiciones. Cuando esto ocurre, la planta no tiene los nutrientes requeridos y es más vulnerable a plagas.

“En 2022 se destinaron recursos a construir centros para producir humus de lombriz en varios puntos de la provincia. Algunos campesinos dominan esta técnica, la aplican sistemáticamente y ya no piensan en los químicos. Se utiliza mucho en el tabaco. Tenemos unidades que producen unas 100 toneladas al año. Identificamos 16 nuevos centros; nueve comienzan a producir humus de lombriz.

“Como en toda la nación, en Matanzas los suelos están muy degradados. Puede palparse perfectamente en Jovellanos, y está relacionado en gran medida con el uso de maquinaria agrícola y otras prácticas que destruyen la microflora. Incluso países desarrollados con inmensos recursos se pronuncian a favor de la labranza cero.

“Ya en Cuba están en vigor el Decreto-Ley 50/2021 y el 51/2021 sobre conservación, mejoramiento y manejo sostenible de los suelos y el uso de fertilizantes. Se exige que cada unidad productora dedique una persona a atender suelos, y cuente con plan de manejo y conservación. Las multas por incumplir son mucho más altas que antes”.

Ciencia de campo

Biofertilizantes como los desarrollados en Indio Hatuey responden a la carencia de productos químicos importados. Foto: Cortesía de Gertrudis Pentón Fernández.

Con 60 años de labor ininterrumpida, la Estación de Pastos y Forrajes Indio Hatuey, fundada por Fidel en el municipio matancero de Perico, es un referente esencial cuando se habla de ciencia aplicada a la agricultura en la mayor de las Antillas.

Recibió el Premio Nacional de Innovación correspondiente a 2021, por IHPLUS-BF, biofertilizante empleado con éxito desde hace más de una década. Allí se gestó un proyecto, nacido de la necesidad como experiencia piloto en 2021 y que hoy da sus frutos en varias regiones cubanas: la papa con manejo agroecológico.

“Se seleccionó a los productores más comprometidos, con más reconocimiento e interesados en aventurarse en esta experiencia”, comenta Gertrudis Pentón Fernández, ingeniera agrónoma y líder de proyectos en Indio Hatuey.

“Muchos ni sabían cómo se maneja la papa desde el punto de vista agrotécnico. Les dimos todo el paquete biotecnológico, los productos biológicos, a partir de un proyecto de investigación-desarrollo financiado por el Estado. Y en 2022 los dejamos continuar solos, hacer sus análisis económicos, comprar su semilla y los productos.

“Algunos ya producen sus propios microorganismos eficientes en la finca, y pueden abonar la papa. Entre todos hay competencia… y sinergia. El resultado es formidable, con rendimientos muy cercanos a los óptimos de las variedades, aunque no comparables a los de empresas de alta tecnología, pues no aplican agrotóxicos ni trabajan con maquinaria, solo con bueyes, de manera agroecológica.

“El año pasado hubo fincas con rendimientos de 12 y hasta 14 ton por ha, de una papa que tiene potencial para 19, pero ni siquiera en la empresa se logra esa producción, por problemas de escasez y falta de disciplina tecnológica. El particular suele ser más cuidadoso. Los campesinos a quienes el año anterior se les dio una hectárea para producir papa agroecológica, esta vez pidieron más”.

Uno de los agricultores implicados en esta iniciativa, en 2022 obtendrá unas 20 ton de papa por ha, luego de aplicar materia orgánica, caldo sulfocálcico, microorganismos eficientes y biochar, una práctica ancestral que tiene su origen en la Amazonía.

Según Pentón Fernández, el biochar se obtiene de residuos forestales y agrícolas fibrosos. Puede contener hasta un 70% de carbón. Es el producto de la descomposición térmica de materiales orgánicos (biomasa) con poco oxígeno (pirólisis) a temperaturas inferiores a 700 grados centígrados.

“Nosotros hemos logrado obtener el carbón adecuado para combinarlo con la materia orgánica. Se convierte en un material poroso que retiene los nutrientes y permite aprovecharlos mejor, además de reducir la contaminación por efecto invernadero. Igual se puede combinar con bioplaguicidas.

“Hay que insistir en su utilización como cobertura del suelo, para conservarlo, porque el campesino cubano, al trabajar con bueyes, cree que una plantación bien atendida es ese suelo rojo o negro labrado sin una sola hierba. Nosotros defendemos la cobertura viva; si no está, se le puede poner biochar, para conservar la humedad del suelo, un material que pueden generar las propias fincas.

“Desde 2017 participamos en un proyecto internacional para promover el uso del biochar en Cuba como fertilizante de avanzada, aditivo para la alimentación animal y componente en el proceso de optimización de biodigestores. Esta iniciativa es fruto de la cooperación con el instituto Ithaka, de Suiza y financiado por la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE).

“Gracias a eso, estamos creando una red latinoamericana y caribeña del biochar. Pretendemos continuar promocionando resultados y nuevas investigaciones. Trabajamos con 160 personas en siete provincias, como Sancti Spíritus, Holguín, Guantánamo y en zonas montañosas de Granma”.

Agroecología: más que un plan B

Podemos apreciar la vitalidad que aporta el humus de lombriz a los cultivos. Foto: Humberto Lister.

Pentón Fernández vive convencida de que las restricciones económicas actuales forman parte de un fenómeno dramático, pero brindan una oportunidad para tomar conciencia en favor del medio ambiente.

“En Cuba el 70% de los suelos se ha ido degradando. Tenemos que cuidar nuestro entorno. La agroecología no puede ser nuestro plan B frente a una contingencia, sino convertirse en el plan A, para desarrollarnos y ser cada vez más soberanos económicamente. Si un producto orgánico me garantiza un rendimiento igual al del químico, el sentido común indica que debería preferirlo.

“Hemos estudiado los niveles de sustitución del producto orgánico sobre el químico, en condiciones de riego y de secano. En nuestro país, obtener 20 ton de yuca por ha hoy se considera una buena producción. Con químicos se pueden cosechar 25, si se atiende bien, y con el fertilizante orgánico logramos 35.

“Porque no es solamente materia orgánica, sino biochar combinado con compost y microorganismos eficientes preparados en la misma finca, sin necesidad de importar ningún producto.

“Quizás sea difícil inculcar esta filosofía al campesino, hacerle comprender su importancia; sin embargo, se trata de una propuesta que contribuirá a mejorar su situación, aunque no logre resolver todos sus problemas.

“Es un proceso que nos obliga a involucrarnos en la comunidad, conocer inquietudes y necesidades, dialogar con quienes toman las decisiones para transformar las condiciones de vida en el campo. Casi 40 campesinos se nos han sumado a la elaboración y empleo del biochar”.

En Indio Hatuey existe una planta artesanal para el tratamiento de residuos sólidos, destinada a obtener fertilizantes de avanzada a partir de la optimización del carbono y el nitrógeno.

La estación trabaja en pos de la resiliencia, genera lecciones para aprender más que tecnologías, aunque las hay, como los biodigestores para obtener biogás y abono, semillas de alta calidad y alimento animal con recursos locales como el pienso criollo.

“Tratamos de llegar a los productores con una visión encaminada a producir más alimentos, así como a lograr la autogestión y la soberanía, sin obviar lo social, porque estas prácticas benefician a las familias campesinas, también con la generación de empleo”.

Ante precios inalcanzables

Las ventas de humus de lombriz representan el 15% de las utilidades de la Rigoberto Corcho. Foto: Humberto Lister.

Milagros de la Caridad Milera Rodríguez no usa guantes para cuidar de sus muchas plantas. Dice que necesita sentir a través de sus dedos el contacto con la tierra. Es ingeniera pecuaria y una de las principales líderes científicas de Indio Hatuey. Milagros y Gertrudis son inseparables.

“La tecnología del biochar, el IHPLUS-BF y otros abonos están presentes en 14 municipios de siete provincias cubanas, en 14 fincas de productores independientes y usufructuarios de la tierra. Sus alentadores resultados son similares a los obtenidos con fertilizantes químicos.

“Los precios de la urea, un fertilizante nitrogenado de gran importancia, se han triplicado en los últimos 12 meses; las cotizaciones nominales de los precios al contado (a granel) en el Mar Negro, pasaron de 245 USD por tonelada en noviembre de 2020… a 901 en noviembre de 2021.

“Los elevados y volátiles precios de esos insumos suscitan preocupación, por su escasa disponibilidad en 2022 y 2023, lo que podría repercutir negativamente en la producción y la seguridad alimentarias a nivel mundial.

“Como recurso ecosistémico y base del desarrollo de la sociedad, el suelo debe ser protegido a toda costa. El empleo de químicos en la actividad agrícola surge de la necesidad de alcanzar mayor productividad en menos tiempo, para satisfacer la demanda de la población, pero tiene consecuencias negativas.

“Erosión, cambio de carbono orgánico, salinización y sodificación, desequilibrio de nutrientes, pérdida de biodiversidad del suelo, compactación, anegamientos, acidificación y contaminación son algunas de las amenazas en Latinoamérica y la región caribeña. Ante esa realidad insistimos en la agroecología, como alternativa centrada en el ser humano y no en el capital.

“Cuba llegó a ser considerada por expertos internacionales como un faro para el movimiento agroecológico. Este paradigma tiene un significado especial en nuestros días.

“Se trata no solo de asegurar nuestra subsistencia, sino también de lograr sistemas de producción diversificados, que conserven los recursos naturales, permitan la adaptación de plantas y animales, y posean eficiencia productiva y energética a partir de la innovación local”.

Tanto ciencia como voluntad

Práctica originaria de la región amazónica, el biochar se aplica con éxito en siete provincias cubanas. Foto: Cortesía de Gertrudis Pentón Fernández.

Alguien tan conocedor de la agricultura como Reinaldo Espinosa Collazo, más conocido como Upita, administrador de la UBPC Rigoberto Corcho, en Artemisa, Vanguardia Nacional en 14 ocasiones y quien ostenta la Orden Lázaro Peña de Primer Grado, comparte su criterio sobre la agroecología.

“Por supuesto que puede sustituir los fertilizantes, en cierta medida: en pequeñas parcelas, organopónicos, casas de cultivos, en la agricultura urbana. Pero no en una UBPC como la nuestra, de 1 270 hectáreas de caña; es mucha área.

“El fertilizante ecológico también requiere aseguramiento de materia prima para producirlo. Tenemos encadenamiento con nuestra propia ganadería, que nos aporta el estiércol de res para la planta de humus de lombriz. En cambio, de tener otra planta más, como queremos, no nos alcanzaría; no basta con las mil cabezas de ganado del módulo pecuario.

“Sí ayuda. Podemos apreciar la vitalidad de los cultivos en el organopónico. Le hemos echado al plátano, al tomate, a la frutabomba; sin embargo, cuando hablamos de una siembra extensiva de maíz, es muy difícil.

“No es posible usar el humus sólido en áreas muy grandes, como las 188 hectáreas de caña que sembraremos este año. La forma de echarlo tiene que ser manual, y llegar a lugares distantes con carretones de bueyes no es funcional. Sí lo aplicamos en los bancos de semilla, que estamos multiplicando, y garantizamos su calidad.

“Debo señalar que, en los bancos de semilla de caña, estamos empleando el lixiviado de lombriz con asperjadoras, y ha dado una respuesta positiva: el año pasado le echamos a un campo; lo estimamos a 300 toneladas, y el real fueron 1800. Si pudiéramos aplicar ese producto a toda la caña, sería magnífico; el problema es cómo extender la producción del lixiviado, para darle al menos dos pases al cultivo.

“Como ese humus en forma líquida puede rociarse con una asperjadora, abarca mayores extensiones, a diferencia del sustrato sólido.

“Hoy aplicamos 18 litros de agua por dos de producto y brinda buenos resultados, pero no alcanza para cuanto necesitamos. Tendríamos que encadenarnos con otro centro ganadero, incluso avícola, lo cual depende de la logística.

“Disponemos de camiones de volteo, y llevamos años tratando de hacernos de un cargador frontal, de alguien que nos lo venda o nos facilite la compra. Firmaríamos contratos con esas granjas, crearíamos un acopio de materia prima, la recogeríamos con nuestros medios y podríamos multiplicar por cinco la producción.

“Hoy obtenemos 24 000 litros de lixiviado al año, que cubren aproximadamente el 35% de la unidad, tanto de caña como de cultivos varios. Si tuviéramos ese aseguramiento al cual aspiramos, llegaríamos al 80. Y si contáramos con dos plantas más como esta, alcanzaríamos el 100%. Depende de la voluntad y la respuesta precisa, justo en un momento en que el fertilizante está muy caro en el mercado internacional.

“Nosotros le vendimos 36 toneladas de humus de lombriz a Cuba 10, en Quivicán, para elaborar un bioproducto a fin de combatir el thrips palmi en el frijol; también, a la CPA Héroes de Yaguajay, en Alquízar, para el tabaco y a quienes desarrollan los semilleros de guayaba en Entronque de Herradura. Y a los productores individuales de tomate les vendimos lixiviado de lombriz.

“Las ventas de humus de lombriz representan el 15% de las utilidades de la UBPC.

“Claro, existen cultivos que demandan de un fertilizante químico específico, como el potasio para los frijoles y la caña. Se trata de aliviar el problema mediante la agroecología; no obstante, el frijol no solo necesita potasio sino también bioestimulantes.

¿Y qué dice el Minagri?

Dagoberto Rodríguez Lozano, director nacional de Suelos y Fertilizantes en el Ministerio de la Agricultura, acude a un contraste para describir la importación actual de fertilizantes químicos.

“Si en 2017 teníamos un índice de fertilización de unos 90 kilogramos por hectárea, en las áreas que se protegen, esa proporción cayó bruscamente a 8 kilogramos por hectárea en 2021, y este año se ha podido importar muy poco, no solo para la agricultura sino también para la caña de azúcar.

“En 2017 recibíamos casi medio millón de toneladas de fertilizantes químicos de importación, o su equivalente en materias primas, lo cual fue disminuyendo al no disponer de las finanzas para adquirirlos, además de que el precio se ha elevado en los últimos meses a niveles récord.

“Semejante realidad condujo a potenciar la producción de biofertilizantes y bioestimulantes. Desde hace tiempo, los institutos de investigaciones habían desarrollado un grupo de bioproductos que se logró registrar.

“Era preciso llevarlos a escala industrial. De modo que se concibió un programa de creación de capacidades e inversiones en el Ministerio de la Agricultura, AZCUBA y centros del Ministerio de Educación Superior, incluso en laboratorios del sistema de la Agricultura.

“Eso ha propiciado crecer en la producción de bioproductos en los últimos dos años: en 2021 se alcanzó la cifra récord de cinco millones de litros, a fin de enfrentar el déficit de fertilizantes químicos en casi todos los cultivos; por primera vez, se le aplicó al 100% del frijol un biofertilizante específico capaz de sustituir al 50% el nitrógeno de ese cultivo.

“A la par, se ha continuado el desarrollo de productos en los institutos de investigaciones. Al trabajar con los de tipo biológico permanentemente hay que seguirlos mejorando, al punto de sumar otros diez ya en fase final de registro, para incorporarlos al sistema productivo del país.

“En 2022 deben comenzar a producir grandes industrias, modernas, en el grupo empresarial Labiofam. Cuando esas inversiones estén puestas a punto en La Habana y Villa Clara, permitirán satisfacer el 100% de la demanda de bioproductos en Cuba.

“La fertilización con el humus líquido, tras obtener el humus de lombriz y realizar aplicaciones foliares (en forma de lluvia) a las hojas (absorben los nutrientes a una velocidad superior que el suelo), es una alternativa para áreas de mayor tamaño.

“Además, se han desarrollado productos gracias al trabajo de la academia en Cuba, a partir de la utilización de nuestros minerales, como las nereas, obtenidas de zeolita y ya a escala industrial, con más de 2 000 toneladas en año y medio, de positiva aceptación entre los campesinos.

El fertilizante ecológico también requiere aseguramiento de materia prima para producirlo. Foto: Humberto Lister.

“De no ser por estas alternativas no sabemos qué hubiera pasado con la producción de alimentos. Nosotros llegamos a estabilizar las importaciones de fertilizantes, mediante la concentración de compra que Cuba podía asumir hace tres o cuatro años en casi medio millón de toneladas.

“Pero esa cifra decreció, hasta que en 2021 solo se pudo adquirir para el tabaco, algo de nitrógeno para el arroz y de NPK (nitrógeno, fósforo y potasio) para la papa.

“El resto de los cultivos no pudieron recibir nada y, por supuesto, la producción nacional estuvo prácticamente paralizada, al no poder importar materias primas con las que se elaboran las fórmulas.

“Evidentemente, tal reducción ha golpeado los rendimientos, al faltarle los nutrientes a los cultivos, sobre todo los de ciclo corto, que demandan de altas concentraciones. Y ese impacto ha sido suplido en parte por la producción nacional de bioproductos.

“Son una gran alternativa, no solo económica sino también ambiental; no obstante, hay cultivos que, por el nivel de extracción que hacen del suelo, necesitan la adición de nutrientes en fertilizantes.

“Por eso no existe un bioproducto que, de acuerdo con su naturaleza, pueda sustituir toda la demanda de nutrientes de un cultivo de ciclo corto como el arroz, los frijoles, sobre todo el maíz y, en sentido general, los granos.

“Y, como afirman los campesinos, hay pequeñas áreas que pueden ser explotadas incluso con rendimientos razonables, a partir del empleo de materia orgánica y otras fuentes de nutrición. Pero sería difícil en grandes extensiones como las de arroz y caña. Para obtener altos rendimientos, siempre se precisarían adiciones de fertilizantes químicos. Es un principio que no debemos olvidar.

“Eso sí, la posibilidad de desarrollar capacidades de producción de bioproductos, con mayor nivel de tecnología, registrados en el país y envasados acorde con el sistema logístico, ofrece a los campesinos y productores otra posibilidad, en las tiendas y centros comerciales del Ministerio de la Agricultura, de AZCUBA y Labiofam.

“Si en épocas anteriores Cuba podía importar grandes cantidades de fertilizantes, y no se aplicaban estas alternativas de fertilización integradas (como le llamamos a la combinación entre ambos), en enero de este año entró en vigor una legislación que sostiene que todas las estrategias de nutrición de los cultivos deben incorporar la fertilización biológica.

“Aunque un día dispongamos nuevamente de los químicos necesarios, habrá que complementarlos con bioproductos. Nunca volveríamos a aplicar el total de los nutrientes que demandan los cultivos con formas químicas. Son lecciones aprendidas en estos años”.

Gran alternativa, económica, ambiental y de probada eficacia. Foto: Humberto Lister.

Diversos espacios de capacitación a productores se multiplican en los campos matanceros. Foto: Cortesía de Gertrudis Pentón Fernández.

Con dos plantas más como esa, cubrirían el 100% de las áreas cultivadas de la UBPC. Foto: Humberto Lister.

Estos son tiempos de volverse a la naturaleza y sus productos… probados y más fáciles de obtener.


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Joel Mayor Lorán

Roberto Jesús Hernández Hernández

Se han publicado 1 comentarios


Marlem
 24/6/22 1:57

Es admirable la experiencia que tiene el país de Cuba en el manejo agrícola y la forma de como están resolviendo el tema de la falta de abono químico. Quisiera aprender para aplicar en la agricultura de mi país.

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