Akokán, historias desde el corazón para orichas infantes

Doce historias. Seres sobrenaturales como protagonistas. Un compendio de relatos entretejidos en Akokán. Cuando los orichas eran niños, texto del joven escritor avileño Leonel Daimel García, que nos reafirma que todo y todos tienen un inicio, hasta las deidades mayores del panteón yoruba.

Oyá, con sus ojos tristes, escaló por la ventana y salió tras el olor de la noche. Ese periplo la llevó primero a encontrarse con una yegua blanca que bebía agua en un arroyo cercano. Pasmado el animal ante el trato amigable de la niña, conversó con ella acerca del sabor de las despedidas. Indomable, la muerte movió las crines, luego cada músculo de su cuerpo y le regaló a Oyá su cola.

Después, la chiquilla bailó entre las raíces de una ceiba del camino y  emergieron como pequeños fuegos los egguns -espíritus de los ancestros difuntos-, finalmente habían encontrado el alma guerrera que buscaban, “un ser capaz de ver la belleza en lo inimaginable, de mirar a la cara de lo terrible sin bajar la cabeza”. 

Oggún, el travieso, le tomó un cariño inconmensurable a Perrita. El amor entre ambos creció a base de piruetas e intentos del animal de atrapar con mordiscos juguetones la punta de los dedos del niño. Perrita y su cachorro dijeron adiós durante el alumbramiento, y el sabor salado de la ausencia le mojó los labios al muchachito.

Llaves de hierro forjó entonces al color del fuego vivo el jovenzuelo para abrir las puertas del destino ocultas en lo profundo del monte, y recalibrar el sino de su amiga y su pequeño.

-No tan rápido- dijo el majá

-¿Cómo sabes mi nombre?

-¿Quién otro lograría forjar una llave capaz de abrir esas puertas?

-No creas que podrás impedirlo.

-Despreocúpate. Solo debo alertarte antes de que abras una de ellas. Cambiar las cosas siempre implica riesgos.

-Yo no tengo miedo.

-No se trata de juzgar tu valor. Al mover la puerta transformarás lo sucedido, pero siempre a costo de algo.

-Ya te dije que no tengo miedo de hacer lo que sea.

-No te disgustes. Nada impedirá que tires de alguno de esos cerrojos. Aquí tienes tres puertas. Tres oportunidades.

Nuevos escenarios, y alternativas que ponen sobre la mesa futuros de felicidad incompleta. Ni siquiera un oricha poderoso puede redibujar del todo las líneas del destino y encausarlas a su antojo.

La pequeña Yemayá todavía no era la representación de la maternidad, y quizás tampoco la furia de sus embates anidaba en las crestas de las olas. Sin embargo, aquel día en que recogía caracolas a la orilla del mar y decidió acunar una canción descalza puede que vaticinara su futura condición de madre todos.

Estas historias sintetizadas y otras con el protagonismo de Babalú Ayé, Osain, Oshún, Yewá, Obbá, Ochumare, Elegguá, Changó y los Ibeyis desandan el universo literario creado por Leonel Daimel para regalarnos la infancia de deidades que conforman, también, parte sustancial del entramado cultural de la Isla.

En 90 páginas fluye la narrativa del joven escritor y profesor universitario a través de los cuentos Aroma nocturno, Puertas, Olvidos, Luna nueva, Como arrullo de canción descalza, La fragilidad de una flor, Repique para ensartar un sueño, Niña mía, Instante de luz, Encuentro, Aquel galopar desenfrenado y Travesía.

Con los 500 ejemplares impresos de Akokán. Cuando los orichas eran niños el sello pinareño Ediciones Loynaz engalana su colección infantil Brujitas. El texto, Premio Hermanos Loynaz 2020 referencia liturgias y elementos simbólicos de la religión yoruba con naturalidad, y al terminar de leerlo convida a buscar El niño en la burbuja (Editorial Gente Nueva, 2018), El Mágico Mundo de la Señorita Tiempo (Ediciones Ávila, 2019) y Maricela y el payaso (Ediciones La Luz, 2019), otros libros publicados del autor.

Akokán... (palabra yoruba que significa “desde el corazón” y titula el material) bien vale una lectura no tan apresurada, una que nos haga reflexionar como dice el niño-personaje Osain por qué a veces “la gente, cuando miran, te hacen sentir como si fueras todo lo que falta de ti y no lo que eres”.

O, por el contrario en torno a como señala la niña-personaje Oyá, en una relación de exclusión y autoexclusión acerca de las diferencias, “hasta yo alguna vez he sentido que el resto del mundo prefiere mantenerse alejado de mí. Ya no sé quién corre más, si el mundo o yo”.