Dentro de las actividades programadas para este jubileo del BNC, el pasado fin de semana (6, 7 y 8 de octubre) se presentó el primer programa dedicado a los coreógrafos cubanos.
Rara avis, con coreografía de Alberto Méndez, es una de las obras más ingeniosas e importantes de la coreografía cubana. Retoma el ritmo de la mujer ave – de gran relevancia en la historia de la danza– desde una perspectiva contemporánea.
El ballet se divide en tres movimientos, en los cuales el coreógrafo describe a tres tipos diferentes de aves exóticas, monarcas en sus respectivos hábitats. Su título fue tomado de la frase latina Rara avis in terris que significa “ave extraña en la tierra”.
Iván Tenorio se inspiró al crear este ballet en el famoso mito griego que cuenta una de las más célebres metamorfosis del padre de los dioses, según la mitología griega. Leda y el cisne es un pas de deux cargado de sensualidad y fino erotismo. Constituyó una insospechada novedad y una ruptura en la historia del BNC al ser una de las primeras coreografías en las que una bailarina de la compañía aparecía bailando descalza.
Musicalizado por Amadeo Roldán y nuevamente bajo la coreografía de Iván Tenorio, este conocido pas de deux festeja este año el aniversario 50 de su estreno. Concebido por el coreógrafo como un contrapunto entre la técnica académica y elementos de las danzas populares cubanas, en su momento fue creado especialmente para la participación de los bailarines cubanos Amparo Brito y Andrés Williams en el II Concurso Internacional de Ballet de Moscú.
El ballet completo de La Cenicienta, divido en dos actos y cuatro escenas, es la única música de Johann Strauss compuesta expresamente para un ballet. El cubano Pedro Consuegra, durante varios años director del Ballet de la Ópera de Marsella, creó para esta compañía una primera versión en 1988. Años después Consuegra modificó sustancialmente la coreografía para el BNC y enriqueció los aspectos técnicos y dramáticos, interpretados hoy de forma impresionante por la bailarina principal María Luisa Márquez y el primer bailarín Yankiel Vázquez.
Dionaea, ballet de Gustavo Herrera, utiliza como motivo coreográfico a una planta carnívora que lleva ese nombre, cuyos tentáculos móviles aprisionan los insectos que se le acercan. La solista, en este caso la bailarina principal Chavela Riera, se separa cual un pétalo viviente de la unidad que constituye un nutrido cuerpo de baile femenino y danza su poder de atracción. La flor se abre y se cierra a voluntad de su apetito.
En esta obra es importante resaltar el impacto visual que provoca en la audiencia, gracias a los diseños de escenografía y vestuario de Ricardo Reymena.
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Majísimo, de Jorge García, constituye un divertimento, muy popular entre los amantes del ballet de Cuba. Presenta un contrapunto entre aires hispánicos y la técnica de ballet clásico, a partir de los fragmentos: “Catalana”, “Aragonesa”, “Andaluza”, “Aubade” y “Navarra” del ballet que Jules Massenet compuso para su ópera El Cid.
La coreografía, reto de interpretación y estilo, trasciende los límites del pastiche por la elegante factura de su composición coreográfica y las virtudes que deben poner en juego para su ejecución los ochos intérpretes.
Como dato curioso, en la primavera del 2019, sin previo acuerdo, varias agrupaciones danzarias y unidades docentes cubanas presentaron esta obra casi al mismo tiempo: el BNC, la compañía Acosta Danza, el Ballet Laura Alonso del Centro Pro-Danza de Cuba, la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso y la Unidad Docente de la compañía Acosta Danza.
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