Clase magistral de ballet

UN RITUAL EN PUNTAS

El mayor atractivo de La magia de la danza, programa-concierto el Ballet Nacional de Cuba con versiones y diseños coreográficos, dirección artística y general de la prima ballerina Alicia Alonso, radica en el carácter antológico de su repertorio, que transita por momentos culminantes de íconos del ballet, los cuales constituyen genuinas expresiones del arte en puntas, desde principios del siglo XIX, hasta el momento actual.

Del romanticismo y el clasicismo irrumpen en escena obras de creadores inscritos en la historia del género, como Coralli, Perrot, Saint-Leon, Petipa e Ivánov, las cuales adquieren una nueva connotación espacio-temporal en las versiones realizadas por Alicia, quien incorpora recursos ideoestéticos que le insuflan determinados recursos al montaje y, a su vez, transforma en creaciones acordes a las exigencias del público del siglo XXI.

LA MAGIA DE ALICIA ENTRA EN ESCENA

Escenas del segundo acto de Giselle introducen a los espectadores en la fantasía que otorga vida a criaturas espectrales en el reino de las billis, a través de escenas clave en la versión de la Alonso, quien recrea —de modo secuencial— las escenas ineludibles de esta creación coreográfica que forma parte del repertorio de títulos sacralizados por los intérpretes y el público.

Este clásico de clásicos fue protagonizado por tres bailarinas. Inspirada en el espíritu de la campesina transformada en espectro de los bosques. Anette Delgado desplegó su profesionalidad imbuida de la poética que sugiere la versión de Alicia con impoluta limpieza en la proyección de sus pasos y una gestualidad que aporta el sentido de evanescencia que logra otorgar a su presencia escénica, en una iniciación plena de virtuosismo.

Amaya Rodríguez logró la transfiguración requerida, alejada de la corporeidad, pero realizó una ejecución ajena a la corografía, pues se veía desorientada, como si desconociera la partitura.

Manu Navarro realizó una labor encomiable en un rol de mucha complejidad, en el cual se estrenó y adentró en técnica y actuación.

LO INESPERADO A TELÓN ABIERTO

En hitos del segundo acto de El lago de los cisnes, Viengsay Valdés denotó la amplitud de su diapasón interpretativo, al encarnar a Odette, reina de los cisnes, y recrear una admirable ingravidez en el lenguaje corporal de la princesa convertida en ave por un hechicero maléfico, con un final de altos vuelos poéticos.

Viengsay realizó la interpretación esperada por el auditorio con admirable lucimiento en este personaje, uno de los que han signado su carrera como una de las más brillantes de la compañía.

Una bailarina que interpretaba en mayor medida personajes idílicos, Anette Delgado, se transmutó en una Kitri con la pasión y el aliento hispánico que requiere este rol titular, con las exigencias planteadas por una coreografía que demanda los mayores y más complejos requerimientos técnicos.

Muy lograda fue también la caracterización de Kitri, en actuación y danza, por parte de Yanela Piñera, una de las más prometedoras figuras jóvenes, con rango de primera bailarina.

PUNTO Y APARTE PARA LOS BAILARINES

Gran parte del éxito de la función se debe a la presencia masculina, lo cual neutraliza un tanto la creencia de que solo las bailarinas constituyen el imán para el público. De ellos, el más completo —a mi juicio— es Dani Hernández, quien se entrega en escena con pasión y trata de realizar con pericia los pasos más complicados, los saltos floridos; a lo cual une su gentileza como partenaire de Anette Delgado, en un diálogo donde el fraseo del lenguaje del ballet de ambos denota una total armonía.

José Losada, de gran versatilidad y dominio escénico, se agiganta en escena. Su personalidad emana empatía y exige una labor encomiable a las bailarinas.

Arián Molina mostró en este programa-concierto sus virtudes como solista y partenaire, lo cual he podido apreciar en las más recientes funciones de la compañía, y en especial en la Giselle, de estos días, con Amaya Rodríguez.

ANTAGONISMOS DEL CUERPO DE BAILE

El perfecto acoplamiento del cuerpo de baile se puso de manifiesto en los momentos más esperados por el auditorio, en Giselle y El lago de los cisnes, aunque hubo otros en que podía constatarse una ruptura entre lo planteado por la coreografía y la realidad escénica.

EL COLOR DE LA ALEGRÍA EN ESCENA

El cierre de las tres funciones fue un estallido de color, ritmo y júbilo en escena, con el segundo movimiento, titulado “Fiesta criolla”, Sinfonía de Gottschalk, con coreografía de Alicia. Toda la compañía aparece en escena y los primeros bailarines interpretan solos, en un final sumamente feliz, muy aplaudido por el público y por su autora. Así fue la noche del viernes, cuando Giselle, Kitri, la reina de los cisnes y Swanilda aplaudieron, junto a una clamorosa ovación, a la Alonso, en un instante en el que el color de la alegría inundó la escena.

Escenas de La magia de la danza (Foto: Bubby/Cubahora)

Anette Delgado desplegó su profesionalidad (Foto: Bubby/Cubahora)

Viengsay Valdés denotó la amplitud de su diapasón interpretativo, al encarnar a Odette (Foto: Bubby/ Cubahora)

El lago de los cisnes, por el Ballet Nacional de Cuba (Foto: Bubby/Cubahora)