Desde el 16 de mayo de 1994, en la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre (FANJ), una organización civil, no gubernamental y sin fines de lucro, se conserva la memoria del autor de Hacia una cultura de la naturaleza, el eminente científico, considerado como el Cuarto Descubridor de Cuba.
La institución, ubicada en la calle 5ta B No. 6611 entre 70 y 66, en Miramar, Playa, se enfoca en programas y acciones encaminados al respeto y la coexistencia en armonía con el medio ambiente desde una perspectiva que integra la dimensión socio cultural.
Entre sus líneas de trabajo se encuentran: la Investigación Geohistórica, el Programa Naturaleza y Comunidad, el Desarrollo Local Sustentable y el Programa de Conservación Patrimonial.
La FANJ cuenta con una galería de arte, una biblioteca especializada dentro de la Sala Sarah Ysalgué, con fondos bibliográficos sobre temas culturales, históricos y geográficos que son objeto de consulta por parte de los interesados en esas materias.
Apunta Shaima León, directora del Área Editorial, que la organización recibe visitas dirigidas de las escuelas aledañas pero les gustaría tener más contacto con otras instituciones y con la población.
Como parte del Programa Naturaleza y Comunidad han colaborado con especialistas del Parque Ecológico Monte Barreto, el sitio donde se alza un monumento en homenaje a Núñez Jiménez: “Potenciamos los vínculos con la cooperación internacional, con la Oficina del Historiador de la Ciudad, con artistas visuales y con proyectos comunitarios”, indica.
LA SALA DE LA CANOA
Sin dudas, una de sus áreas más atractivas de la FANJ es la Sala de la Canoa, fundada en 1998 poco antes del deceso del Doctor Antonio Núñez Jiménez.
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Con la guía de Lois Ángel Urgellés Navarro, coordinador del Programa de Conservación Patrimonial y Servicios Culturales, recorrimos la sala que recoge el testimonio de la expedición “En canoa del Amazonas al Caribe”, dirigida por Núñez Jiménez entre 1987 y 1988.
Impresionante resulta la canoa Hatuey, con 13 metros de largo, una de las cinco utilizadas por los investigadores y que ocupa gran parte del Museo. Al fondo del recinto se exhibe un Mapa-mural con la ruta seguida por los expedicionarios.
Según explicó el museólogo, la expedición se inició hace 25 años en el contexto del quinto centenario del Encuentro entre dos culturas. Núñez Jiménez siempre quiso poner en valor a los verdaderos descubridores y habitantes de América: los indígenas que habían poblado el continente.
En ese sentido, los investigadores navegaron alrededor de 20 mil kilómetros y recorrieron una decena de países en busca de una de las posibles rutas que siguieron los arhuacos provenientes de las Islas del Caribe.
A petición del pintor Oswaldo Guayasamín (1919-1999), las canoas fueron confeccionadas con técnicas indígenas ancestrales, por las tribus quechuas de la región de Misahuallí (en la capital de la provincia de Napo, en Ecuador). Se empleó un solo tronco de la madera de Pino Chuncho y en cada embarcación cabían diez personas que se turnaban en la tarea de remar.
“El otro objetivo de Núñez fue lograr la unidad latinoamericana. Por eso durante todo el recorrido se unieron investigadores y personas de todos los países por donde pasó la expedición. Colaboraron más de 400 hombres. Los acompañaba un barco donde llevaban provisiones y hacían las investigaciones”, acotó el especialista.
Junto a equipos de comunicación de la época, en la Sala de la Canoa se atesoran valiosos fondos documentales con valor patrimonial como: fotos, diapositivas, recortes de artículos periodísticos y casetes de video que forman parte del Registro Regional de la Memoria del Mundo de la Unesco, dijo Urgellés Navarro.
Además se muestran cráneos de grandes felinos que se colgaban a la entrada de las viviendas, para señalar que su dueño era un buen cazador así como otras piezas originales que pertenecieron a los aborígenes de las cuencas de los ríos Orinoco y Amazonas: “Los expedicionarios tuvieron contacto con muchas tribus que les hicieron esos y otros muchos regalos”.
Muy llamativas son las obras de cestería sudamericana y la colección de cerámica utilitaria prehispánica, huacos de carácter erótico, procedentes de las culturas precolombinas Mochica, de Perú y la Tolteca, del nordeste mexicano.
Los resultados de la expedición se plasmaron en dos libros: En Canoa del Amazonas al Caribe (prologado por Gabriel García Márquez) y en Canoa por el mar de las Antillas.
EL DISCÍPULO EVOCA A SU MAESTRO
El Doctor en Ciencias Ángel Graña González, subdirector de la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre.
A sus 87 años, el Doctor en Ciencias Ángel Graña González evoca a quien lo llevó a convertirse en un avezado espeleólogo, explorador de cuevas, geógrafo e investigador del arte rupestre. Acompañó a Núñez Jiménez a la Antártida, en la primavera de 1982. El 25 de febrero de 1987 partió de La Habana en un avión junto a otros especialistas que integraron la expedición "En canoa del Amazonas al Caribe".
El espeleólogo me cuenta que solo dos de las canoas tenían nombre: la ya mencionada Hatuey y la bautizada como Simón Bolívar. Cuando estaban por regresar a Cuba, una de las cinco embarcaciones se extravió. Por suerte las otras se conservan en perfecto estado: una en la localidad de Moa, en Holguín; otra en el Faro a Colón, en Santo Domingo, República Dominicana y la cuarta en una filial de la FANJ en la provincia de Sancti Spíritus.
En su opinión, el viaje fue muy tranquilo pero a los cuatro días de iniciado –rememora– hubo un terremoto en Ecuador, el más grande que ha ocurrido en ese país: “La canoa iba bordeando los cuerpos de las personas ahogadas. El río estaba lleno de palos. Durante una semana nos refugiamos en una estancia católica, con unas monjitas que nos acogieron”.
Los quechuas los llevaron a límites con Perú y allí se despidieron de los expedicionarios luego de enseñarles algunos trucos sobre cómo manejar las canoas, en especial al último remero de cada bote que era el timonel, especifica.
Colección de cestería sudamericana y cerámica utilitaria prehispánica de carácter erótico.
Revela que dentro de la expedición iba un médico, que era Coronel del Ministerio del Interior, pero solo se enfermaron de catarro. Pasaron un mal rato con un colombiano que tuvo problemas de cálculos en los riñones y fue necesario embarcarlo con urgencia para su país. Como allí no le resolvieron el problema, Núñez Jiménez gestionó que lo trataran en el hospital Hermanos Ameijeiras, de La Habana, y una vez recuperado volvió a unirse a la expedición.
En mi diálogo con el actual vicepresidente de la FANJ lo veo trasladarse a su pasado. Me imagino al niño de 11 años que ya andaba explorando cuevas con la Tropa Uno de los boy scout, en el capitalino municipio de Regla. Me habla del adolescente que leía mucho y coleccionaba recortes de prensa relacionados con los trabajos de Núñez Jiménez publicados en las revistas y periódicos de la época.
“Un día me entero, por el periódico, de que él iba a impartir una conferencia en la Sociedad Espeleológica sobre la Gran Caverna de Santo Tomás que se había descubierto. Era un muchacho y ahí lo vi por primera vez con un traje y una corbatica tipo pajarita”.
Posteriormente, Graña González se encontraba estudiando Biología en la Universidad de La Habana y sus compañeros pensaban invitar al Doctor a una actividad en la Facultad de Ciencias. Preguntaron quién lo conocía y el joven levantó la mano. “Fui a verlo y me atendió de lo más bien. Le dije que era de la FEU (Federación Estudiantil Universitaria). Dije esa mentira piadosa y lo convencí. Estuvo puntual en la Universidad”.
Obras de artesanía popular de México y Perú.
Cuando Núñez Jiménez se enteró de que Graña González era espeleólogo lo invitó al Departamento de Espeleología en el Instituto de Geografía.
“Empecé a ir allí hasta que un día el Jefe del Departamento me comentó que el Doctor iba a las Cuevas de Bellamar. Esa expedición fue casi un examen de política. En medio de las explicaciones me iba haciendo preguntas como: ¿Eres miliciano?, ¿Eres revolucionario? Al final todos terminamos ese viaje de los más contentos”.
En el año 1964, Graña González se desempeñaba como operador del Centro Telefónico, en el poblado habanero de Santa Fe. No terminó las carreras de Biología ni de Geografía, que había iniciado, por tener que acompañar a Núñez Jiménez en algunos de sus proyectos.
“El entonces Ministro de Comunicaciones Jesús Montané Oropesa había dado la orientación de que nadie se podía trasladar de su centro de trabajo porque se habían ido muchos técnicos. Me dicen: 'El Capitán quiere que vengas a trabajar con nosotros. ¿Tú quieres venir? Claro que quiero, respondí'. A los tres días obtuve mi traslado para el Departamento de Espeleología y Carsología, como auxiliar de investigaciones del Instituto de Geografía Tropical de la Academia de Ciencias”.
Obras de artesanía popular de México y Perú.
Luego de acompañar a su maestro a la expedición por el Caribe, en la década de los 90 conocieron la Isla de Pascua. Laboró junto a él en su Archivo Histórico y estuvo presente cuando se gestó la FANJ.
“Desde ese momento permanecí a su lado hasta que falleció. El día que se murió fue un domingo. Me había llamado temprano por teléfono a mi casa. Me pidió que el lunes le llevara todos los libros que hubiera sobre la fundación de El Capitolio porque quería escribir sobre ese tema. En la tarde recibí la triste noticia”.
Graña ha mantenido vivo el legado del Fundador de la Sociedad Espeleológica de Cuba, el Doctor en Filosofía y Letras y en Ciencias Geográficas, del hombre que fuera Capitán del Ejército Rebelde bajo las órdenes del Comandante Ernesto Guevara de la Serna.
Al investigador, científico y ensayista que cumpliría un siglo en el año 2023 se dedicará la venidera edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana, prevista a celebrarse en esta capital entre el 9 y el 19 de febrero. Graña González está muy emocionado con ese homenaje literario a su maestro y desde la FANJ ya se preparan para agasajar a quien fuera el Presidente Fundador de la Academia de Ciencias de Cuba.
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