domingo, 22 de septiembre de 2024

El Cristo de nuestra Habana (+Fotos)

Casi desde cualquier lado de la Bahía puede verse, nos llega su mirada, se levanta para hacernos saber que existe, que nos abre sus brazos, que llegó para quedarse y que nos espera siempre...

Bertha Caridad Mojena Milián en Exclusivo 25/12/2013
4 comentarios
cristo de la habana
El Cristo de La Habana custodia la ciudad.

La Habana, nuestra Habana, tiene un Cristo que la bendice todos los días. Es imposible negarlo, no verlo, no reconocerlo a distancia y sentirlo cercano, observándonos, avizorando quién sabe cuántas cosas, recibiendo en su seno visitas de muchas latitudes, personas de todas las edades y por múltiples motivos.

Casi desde cualquier lado de la Bahía puede verse, nos llega su mirada, se levanta para hacernos saber que existe, que nos abre sus brazos, que llegó para quedarse y que nos espera siempre.

Construido con mármol de carrara por la destacada escultora pinareña Jilma Madera, el Cristo de Cuba se levanta imponente sobre 50 metros por encima del nivel del mar y pesa unas 320 toneladas. Fue construido en Italia y trasladado a nuestro país en 67 piezas, para quedar instaurado justo a la entrada de lo que históricamente se conoce desde el siglo XVI como el Puerto de Carenas.

Mucho se habla de lo que transmite su espíritu y su figura, como muchas también han sido las interpretaciones que durante décadas se hacen en torno a su diseño, a su expresión, a los gestos que su autora quiso reflejar, quizás realmente para transmitir algún mensaje, quizás solo para hacerlo diferente a los del resto del mundo.

Se dice que Jilma no empleó en él ningún modelo especifico, pues para ella era muy importante resaltar la belleza masculina y lo imponente de unos ojos definidos y bien abiertos, una mano en el pecho para reflejar pasión, corazón, sentimientos… y la otra levantada como ofreciendo, bendiciendo.

Otros resaltan sus labios pronunciados y lo achacan a esa mezcla especial, mestiza, criolla, que caracteriza al cubano, a nuestra cultura e identidad, a nuestra raíz española y africana. Hasta los pies de la figura son originales, pues calzan una chancletas comunes, como las de cualquier persona en Cuba, esas que llamamos “de meter el dedo”, a imagen y semejanza de unas que llevaba la propia autora.

Y hay quien le atribuye al Cristo haber traído un aire a nuestra historia, pues fue emplazado en la bahía el 25 de diciembre de 1958, siete días antes de la caída del dictador Fulgencio Batista y el triunfo revolucionario del primero de enero de 1959, como si bajo su mirada se tejiera una nueva etapa de prosperidad y cambios para el pueblo cubano que tanto había sufrido hasta entonces.

Los que conocieron a su autora cuentan que quería que lo recordaran, no que lo adoraran. Y logró lo primero, y quizás sin pretenderlo, creo que también lo segundo.

A los pies del Cristo de La Habana personas de todas las edades, familias enteras de cualquier parte del planeta disfrutan de su esplendor, del viento limpio y fuerte que corre por esos lares, de la frescura de sus árboles, del parque que acoge a pequeños y los hace correr ansiosos de travesuras y libertad.

Allí puede disfrutarse de una de las vistas más hermosas y completas de la capital cubana, y entonces La Habana Vieja parece renacer, los grandes barcos son como un rayo de luz en la distancia, los pescadores son hombres laboriosos mirados desde el infinito y cualquier transeúnte común del Malecón se ve como algo mágico.

Más allá de ser una real atracción turística, el Cristo es un lugar  de ensueños que nada tiene que ver con creencias religiosas, que da la manos a todos para enamorarse entre sí, o de la bahía, del mar, de quién sabe cuántas cosas. Muchas son las parejas que acuden a él, que se fotografían, que le piden, que dejan ante su mirada, a sus pies, los más disímiles secretos.

Por eso quizás ha resistido el tiempo, su esbeltez es cada vez mayor. Su rostro transmite confianza, y sus manos, abiertas y esperanzadoras, nos invitan a ir allí para tomar nuevos aires y traspasar las fisuras que la vida impone, tal como las que le ha impuesto a él en varias ocasiones, la naturaleza.

El Cristo de La Habana es nuestro y nuevamente es de todos. No importa si es ya cincuentenario, apenas da sus primeros consejos y nos invita, no importa de dónde seamos o adónde vayamos, a volver allí, junto a él, a sus pies, a nuestra Habana.


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Bertha Caridad Mojena Milián

Joven periodista. Pinareña hasta la médula. Amante de la paz y de la risa.

Se han publicado 4 comentarios


Tide
 26/12/13 13:31

Al pie de El Cristo estuve en mi última visita a mi bella Habana. Nunca olvidaré el momento. Me acompañó mi nieto, mi esposa, y mi hija, de la que nunca hubiera siquiera imaginado que era una de las últimas veces que disfrutara su compañía.

karelia
 26/12/13 10:04

UN LUGAR EMBLEMATICO, DE MUCHOS BUENOS MOMENTOS, DE UNA VISTA ADMIRABLE, MUCHO MAS AHORA CON UNA BAHIA LIMPIA Y DE TRANSPARENTES AGUAS. UN LUGAR PARA LA MEDITACION, LA LECTURA, ETC. SE DEBE CONSERVAR Y CUIDAR, PERO SUGIERO CREAR CONDICIONES APROPIADAS PARA EL LOS CUBANOS O EXTRANJEROS QUE VISITEN EL LUGAR, TENGAN UN LUGAR DONDE AL MENOS TOMAR AGUA, UN RERESCO, SIN QUE SE CONVIERTA EN UNA PILOTO, PERO QUE FACILITE UN MAYOR TIEMPO DE ESTANCIA.

Equipo Cubahora
 26/12/13 9:30

Muchas Gracias, Veysset Michel, por su comentario. Le deseamos lo mejor para 2014.

Veysset michel
 25/12/13 12:06

Durante mi estancia de traductor de español en 2002 para G.I , he bebido frecuentamente una cerveza al pie de este monumento. CRISTAL ( "para conservar sus amigos") ô BUCANERO un poco mas fuerte. Con motivo el aniversario 55 del triunfo de la Révolucion, quiro mandar al equipo de CUBAHORA un saludo grande y un abrazo de Francia. Michel

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