Sin perder su valía como el hecho cultural más trascendental y masivo en Cuba, la Feria del Libro ha sufrido los embates de los problemas objetivos que hoy sacuden a Cuba. Del 5 al 10 de marzo se llevó a cabo esta fiesta de la literatura en las provincias occidentales del país para luego seguir extendiéndose por todas las provincias.
Por una parte, la producción de libros se ha visto reducida a una mínima expresión de lo que hace algunos años salía de nuestras imprentas y poligráficos y por otra, su celebración no escapa de la situación energética que agobia a no pocos cubanos.
La escasez de nuevos títulos ha encontrado una, no justa, pero necesaria salida con la posibilidad de que editoriales extranjeras traigan sus productos, no tan selectivos a veces desde el punto de vista literario como los que en el país se producen, no tan económicos como los nacionales cuyos precios en muchas ocasiones son simbólicos, pero que, al final, ofrece la oportunidad de llevar a casa algún ejemplar, sobre todo para los niños, con una visualidad atractiva, o material de papelería.
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MATANZAS Y LA 32 EDICIÓN DE LA FERIA DEL LIBRO
Con respecto a lo anterior, habría que resaltar en este apartado dos elementos fundamentales. Primero, la gestión de los directivos y trabajadores de la empresa del libro en Matanzas para que llegara la mayor cantidad de títulos que, aunque no eran novedades, resaltan por su valor ya sea por el tema que aborda o la calidad de su autor. En los quioscos de las editoriales cubanas encontré variados títulos, demasiado baratos en ocasiones, aunque la imposibilidad de pagar por transferencia malogró la materialización de algunas ventas según pude presenciar.
En segundo lugar, en Matanzas se presentaron novedades que, sin embargo, no vieron la luz en la Feria de la capital o no encontraron allí la resonancia que merecían. Ello se lo debemos agradecer a la labor de nuestras editoriales, Aldabón, Matanzas y Vigía, con un número importante del total de ejemplares que este año se imprimieron a nivel nacional.
En cuanto al programa cultural, como es habitual en Matanzas, brilló desde la altura estética y conceptual de sus propuestas, con un programa central exquisito, la presencia de importantes autores, editores, directores de editoriales del país, la presentación de títulos que los lectores agradecemos, espacios de diálogo con los escritores y la firma de los textos, espectáculos de inauguración y clausura bordados con la variedad y belleza de que son capaces nuestros artistas, quienes siempre se las arreglan para sorprendernos.
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La elección de José Manuel Espino y Teatro de Las Estaciones como motivaciones especiales de la Feria este año no pudo ser más acertada, en cuanto a la convergencia de la producción dramatúrgica y literaria de uno y la concepción poética con que la agrupación teje sus propuestas teatrales. Fue esta una manera de dedicarle el evento también a los niños, principal público, aunque no el único de las propuestas de ambos.
No obstante los apagones que se hicieron sentir en el recinto ferial, incluso obligando a modificar lugares y horarios de presentación, se impuso la mirada integral que suele acompañar a los eventos en Matanzas: la literatura encontró, como siempre, abrigo en las artes escénicas, la música y las artes visuales, para engrandecerse, al tiempo que estas se crecieron con la maravillosa experiencia de la lectura.
La Asociación Hermanos Saiz hizo gala de la organicidad que caracteriza sus actividades, con jornadas dedicadas a los principales géneros y autores del catálogo de su editorial en este occidental territorio; la casa social de la UNEAC con el diálogo oportuno junto a los escritores invitados, la sede de la UNHIC con la presentación de apreciables libros de temática histórica, el Pabellón infantil Tesoro de Papel con los libros y espectáculos dedicados a los niños y jóvenes; CITMATEL con la creciente presencia de libros digitales, la extensión hacia centros educacionales y laborales fuera del centro histórico, el Archivo Histórico, la biblioteca provincial General y Del Monte los museos Farmacéutico y de Arte con acciones que complementaron y enriquecieron el amplio programa, ofrecieron una mirada integral a la Feria del Libro en Matanzas.
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UNA REFLEXIÓN NECESARIA...
La producción de libros en Cuba se ha visto golpeada por las condiciones de escasez material y pudiera transformarse en una crisis cuando se agoten los títulos que están en almacén, los cuales este año salvaron la honra en materia de mercado. Pero realmente, la apuesta por lo digital, por el universo de las tecnologías tendrá que imponerse como una alternativa de ahorro, de consumo y de promoción de la lectura. Todo ello con el hándicap de que no posee la plataforma requerida en nuestro país, ya que carecemos de los recursos que un proceso de digitalización conlleva. No existe un mercado interno que generalice y abarate las tecnologías tanto productoras como reproductoras de materiales. Y ello pudiera determinar que próximamente se afronten grandes dificultades. La literatura especializada no solo constituye un pilar de la investigación, sino del desarrollo técnico a partir de la difusión de los descubrimientos y de las tendencias de las ciencias. Es ese aspecto lo que determina que lo avanzado no se detenga y que llegue adonde es más útil. Pero si no se promueve, si no existen los libros, si al contrario se les cierran las posibilidades, no solo no tendremos la literatura como esparcimiento, sino que tampoco como oasis de crecimiento.
Que esta 32 edición no fue tan masiva como en ediciones anteriores, que no cumple las expectativas de todos, que la mayoría no puede darse el lujo de determinados precios, que en ciertas ocasiones pareciera que el propósito esencial de la Feria ha cedido espacio a propuestas que no están a la altura, que es trascendental pensar estrategias para pagar por transferencia los libros que nos interesan, que tal vez apremian otros frentes en los cuales invertir los recursos que un evento de este tipo exige, todo cierto; pero sería peligroso renunciar a espacios como este, a la posibilidad de llevar a casa pocos, pero valiosos libros autografiados por su autor, recorrer de puente a puente la calle Narváez, entrar en las instituciones que, en las rutinas diarias, ni siquiera advertimos, adentrarnos en las infinitas posibilidades del libro digital como una opción más para quienes disfrutamos del placer de la lectura.
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