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jueves, 28 de noviembre de 2024

Habana Radio: Con la magia de los grandes proyectos

No hay en esta empresa un camino libre de escollos en el cual todo esté resuelto…

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 13/02/2023
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La patria se hace también con la radio y sus vaivenes del éter, porque así ha de ser la existencia misma. Que no caiga nunca el ánimo de llevar adelante este amor por el patrimonio y que la obra prevalezca por encima de todo vacío.

Habana Radio surgió a tono con las restauraciones del Centro Histórico de la capital de todos los cubanos. Una urbe renacida requería de una voz que expresara el gozo de la comunidad por entonces implicada en el proceso. No se trataba de una planta más, sino del medio que por entonces, en medio de las carencias del papel, llegaba a todos y unía lo que los tiempos y los dolores intentaron separar. La Habana había realizado la hazaña de Orfeo y la daba a conocer al mundo a través de un equipo de periodistas, colaboradores, columnistas radiales, que eran la luz de lo mejor de la ciudad. Allí no solo iban a dar charlas el propio Eusebio Leal, sino Ciro Bianchi, la Doctora María Dolores Ortiz e incluso el propio pueblo, con su lenguaje sencillo y lúcido, la gente que quiso esa vuelta a la vida, que la soñó y la impuso contra todo pronóstico. La emisora pronto mereció el calificativo de centro cultural de lujo, de mensajera de la cultura, de diosa de las ondas hertzianas que era capaz de convocar a vivos y muertos.

 

¿Por qué La Habana, que tuvo las mejores y más universales plantas de radio, hubo de crear una nueva que difundiese contenidos patrimoniales? Cuba recién había tomado plena conciencia de que solo a través de esa memoria histórica tangible se iban a conservar los fantasmas de la hermosura del pasado. Antes existía un entendimiento, pero la gente podía no reparar en cómo se iban perdiendo los muros, las historias, el acontecer de alguna época. Solo con el espíritu de Leal los cubanos llegamos a una acción totalizadora, que requería del gesto de la radio, de la voz universal que rompiera barreras y que llegase a todos los hogares. Habana Radio pronto se convirtió en una cadena nacional que une a las villas patrimoniales y que posee corresponsales en cada  una. Con esta fortaleza, los oyentes se enteran lo mismo de unas parrandas en Remedios, que de una crónica sobre sucesos acaecidos en Santiago de Cuba. La emisora posee la ubicuidad de las almas y la inmediatez, pues se transforma en  multimedios y en plataforma para expresarnos todos en cualquier tiempo y espacio. El sueño de Leal era ese: que el mundo supiera la maravilla que encierra la bella isla. Habana Radio ha dejado una estela de hijos enamorados del patrimonio, gracias a las charlas de sus especialistas, a la música que allí se transmite, a las voces que enaltecen y nos hacen sentir parte de algo mucho más trascendente. Es la inmensa humildad de quienes hacen de esta planta radial algo más que simple realización. Se trata del golpe maestro del amor al terruño, ese sentimiento que no se apaga y que con el tiempo es como una luz que abarca y baña cualquier rincón otrora sumido en lo oscuro.

 

 

El diapasón del patrimonio se ha ido abriendo en la medida en que entendemos que lo más simple, incluso lo más olvidado y pequeño compone la gran pieza de la cultura. Hoy Habana Radio sabe que la oralidad dicha en medio de una noche en un bohío tendrá que ser recogida y puesta en su sitio de relevancia. Las ondas tienen esa deuda con el campesino, el obrero. En resumidas cuentas, el ser que pasa por la vida con aparente intrascendencia. La microhistoria de los poblados va más allá de la red de villas fundacionales. Allí, en las comunidades más rurales y solitarias, hay muchas personas que quisieran contar sus experiencias. Entonces no solo se trata de los archivos, de las vetustas calles y los adoquines, de los palacetes que se conservan en medio de las tantas adversidades, sino de la casita en el monte, del conuco sembrado con la vianda que se ha de comer como sustento, de la ropa lavada a mano en un recodo del río, del cuento que surge en medio de una tarde a la sombra de un árbol y que luego es mitología y ensoñación por generaciones. En esa línea Habana Radio se ha ampliado y va hacia los rincones de Cuba a través de sus diferentes canales digitales. La señal no solo posee potencia, sino que se coloca en las preferencias de los oyentes y ha desbancado audiencias de emisoras más antiguas. El prestigio va en lo singular de la programación, una estela de espacios de lujo que no demeritan jamás al pueblo, sino que le exigen que se alce más allá de las cuestiones banales.

 

En tal sentido, la planta no solo echa raíces, sino que con su savia es capaz de florecer. Sin importar cuánta erosión provenga de las redes sociales, Habana Radio ha logrado que sus programas sigan gustando. El debate en torno a la existencia de las emisoras en la era de internet ha sido ganado por los artistas que poseen la capacidad de decir de una manera diferente, original y siempre luminosa. No importa que se sobren los podios si ese que está allí delante del micrófono posee las resonancias de un alma singular y propia, capaz de estremecernos. Así, Habana Radio no solo nos habla sobre la capital, sino acerca de la Cuba de todas las épocas y lugares. Gracias a la planta podemos conocernos y darle al mundo una porción de lo mejor.  No hay en esta empresa un camino libre de escollos en el cual todo esté resuelto. Si bien la belleza, el buen gusto y el profesionalismo sobran en la emisora, los recursos materiales no son los requeridos. No obstante, se suple con la consagración. La radio está para aunar amores, hacer el puente maravilloso e invisible de los valores del patrimonio y para que las crónicas de la vida cotidiana no queden en la desmemoria.

 

Cuando vayamos al edificio de la Lonja del Comercio, preguntemos por Leal y su legado, por Magda Resik y su obrar siempre apurado y profundo, por ese valor propio de las grandes empresas que se siente a cada paso. Solo entonces vamos a entender por qué Habana Radio llegó y creció, se hizo un ser de alma y trascendencia. En ese instante oiremos sus programas y nos parecerá que allí el tiempo posee otro peso, una dimensión distinta. La emisora ha logrado detenerlo todo para que lo palpemos con detenimiento. Es una delicia presenciarlo. Sin ese sueño iniciático nada hubiera sido posible, solo con la valentía se ha ido muy lejos. Ahora resta proseguir, aunque el camino se achique y parezca a veces que caemos. La radio no solo es un arte sino una manera de saber dónde está ese destino tan añorado, esa utopía.

 

Con la magia de los grandes proyectos, Habana Radio llega a un aniversario más y se asienta en la vida intelectual de Cuba con todo el respeto merecido. Más que una cuestión de gustos, su presencia se hace obligada en tanto insignia de la nación. Sin exageraciones, sus ondas poseen ese legado de los que la fundaron y ya la habían soñado décadas atrás. Nadie podrá negarlo, ni mucho menos hacer que el silencio cunda ahí donde nace el sonido más solemne.

 

La patria se hace también con la radio y sus vaivenes del éter, porque así ha de ser la existencia misma. Que no caiga nunca el ánimo de llevar adelante este amor por el patrimonio y que la obra prevalezca por encima de todo vacío.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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