“Era todo un saltar en la cama, almorzar o no, ir al pesebre o patio,
ensillar el caballo, salir a la calle a dar carreras, gritos desaforados"…
(El Lugareño,1853)
La lectura de varios elementos referenciales de cronistas de la época y de historiadores de la cultura del Camagüey permiten dar rienda suelta a la imaginación en torno a los tradicionales festejos de San Juan Bautista (24 junio) y San Pedro (29 junio).
Con esa licencia espiritual y literaria, podría estar este escribidor junto a las personas tras los ventanales o en el zaguán de cualquiera de las casonas en la calle de San Juan o de las Carreras --hoy Avellaneda— y sumarse a quienes animan a grupos de jinetes que recorren a todo galope una de las principales calles polvorientas de Santa María del Puerto del Príncipe. Quizá hasta encuentre un “tatarapariente” entre los hacendados, encomenderos y peones participantes en la venta anual de las vacas engordadas en los potreros y, por tanto, había un pretexto para la fiesta mundana más que la celebración católica del Día del San Juan Bautista.
Los visitantes son bienvenidos con gustosos manjares y bebidas, mientras en muchos lugares se prepara un excelente ajiaco, un caldo de origen taíno, cuya receta enriquecieron los nuevos pobladores con carnes saladas de res y cerdo, además de una variedad de viandas. Era plato habitual entre la gente “del campo” y también preferente en las cocinas pueblerinas.
A los festejos se sumaban, igualmente, los paseos vespertinos de volantas con refinados pasajeros y bellas camagüeyanas (Amalia Simoni fue elegida reina de la nobleza en 1866), junto a carretas engalanadas, personas cubiertas de cabeza a los pies con sábanas, “ensabanados”, y otros rústicos disfraces, conocidos como “mamarrachos”, hasta la controversial “caza del verraco”.
Los historiadores camagüeyanos Juan Torres Lasquetti y Jorge Juaréz Cano registran la simpática comparsa que en 1837 organizaron El Lugareño y otros partidarios de la construcción del ferrocarril, con carros, locomotoras y railes en miniatura de madera.
Como estos festejos tradicionales tienen un origen popular, muy criollo, se produjo una larga pausa en las celebraciones, cuando la algarabía se tornó en cargas de caballería, machete en mano, durante las guerras emancipadoras del colonialismo español.
Los sanjuanes en tiempos de la República se convirtieron en una quimera para comerciantes, quienes buscaban beneficio y propaganda con el engalanamiento de calles y orquestas invitadas, las carrozas distintivas de marcas y establecimientos, las serpentinas, confetis y la selección de las “reinas” del carnaval.
San Juan Camagüeyano del 24 al 29 de junio. (Tomada de Adelante)
En la década del 20 al 30 del pasado siglo, la música de tambores de origen africano se suma a los festejos a través de las congas y se convierten imprescindibles en los paseos. Incluso el “toque” de esas agrupaciones camagüeyanas organizadas en los barrios se distingue de otras en el país.
Luego del triunfo de la Revolución, el San Juan Camagüeyano asimila variaciones en su concepción con la nomenclatura carnaval, cambio de fechas, pérdidas de costumbres y la asimilación de alternativas. Poco a poco se fue reajustando a la fecha de junio, y en el año 1994 retoma el nombre “fiesta sanjuanera”.
En los últimos años difíciles para todos, los camagüeyanos han buscado variantes para sostener ese arraigo costumbrista y pudieron apreciarse las ediciones virtuales en 2020 y 2021, como alternativa ante las limitaciones por la pandemia de COVID-19, mientras que en el 2022 tuvo que esperar por una fecha en el verano, como consecuencia de la situación electroenergética en Cuba.
Aun cuando todos están inmersos en las labores de restauración de los daños por las intensas lluvias, y la compleja situación económica, a las doce de la noche del 23 de junio, con la lectura del tradicional Bando desde los balcones del bicentenario Ayuntamiento se inicia el San Juan camagüeyano, que según valoraciones de historiadores junto a Las Charangas de Bejucal (La Habana); las Parrandas de Remedios, (Villa Clara), y los carnavales de Santiago de Cuba, son las fiestas con más arraigo popular y cultural en el país.
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