Los muros de la iglesia de San Francisco de Paula imponen, desde lo sublime e histórico, un aire de goce e importancia. Quizás son los años de lucha por mantenerse erigidos ante intentos de demolición, o por los enfermos que acogió en sus tiempos de hospital en la colonia. Puede ser también por el olor a incienso que los definen hoy como una sala de conciertos especial, única y antigua.
El pasado 16 de septiembre quedó inaugurada la Temporada Musical Septiembre Barroco, organizada por el Conjunto de Música Antigua Ars Longa de La Habana y con sede en la iglesia de San Francisco de Paula.
Tras sonar una pequeña campana plateada se cerraron las puertas de la sala. No estaba abarrotada, debe confesarse, pero los lienzos de Cosme Proenza y los rostros espectantes que ocupaban las sillas de madera, llenaban la ausencia que a veces deja la poca promoción del arte.
Dos flautas dulces, un arpa, una viola da gamba, un sacabuche, un órgano y un clavencin fueron los encargados de, junto a dos voces sopranos, hacer sonar un concierto que Ars Longa denominó " De las calles a las cortes. Música europea del seicento"
Foto: Alejandra García Mesa
El conjunto Ars Longa, famoso por sus interpretaciones de la obra del compositor cubano Esteban Salas (1725-1803) sorprendió con un programa que recorría desde Bartolomeo de Selma hasta Henry Purcell.
Aquel era un viaje al pasado en su concepción más pura.El sonido suave pero tajante de los instrumentos que intentaban retratar uno de los momentos más "turbulentos" de la cultura europea, cruzado con una versión electrónica del Bella Ciao que llegaba desde el otro extremo de la Alameda de Paula, crearon un ambiente de risa y contradicción en la sala. Disminuido el "ruido" que llegaba de la calle continuó el concierto, con más energía y ganas que al principio.
La tarde terminaba de caer sobre el vitral de la iglesia y lo que quizás algunos interpretarían como un sonido luctuoso, acabó siendo un silbar con olor a tierra y lejanía. Los aplausos no se hicieron esperar. Tampoco los comentarios entre un público que ya planeaba la asistencia al próximo concierto.
Foto: Alejandra García Mesa
Vacíos y silenciosos, los muros de la iglesia de Paula se retorcieron de goce. Aquella había sido una tarde de viaje en el tiempo y escape de lo atareado de la actualidad.
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