Rozalén se retiró del escenario muy emocionada. Con un ramo de rosas rojas en sus manos, apretaba los ojos para no seguir llorando. Le conmovió ver al público de pie, aplaudiéndola, pidiéndole más títulos de su repertorio, rogándole que tras casi dos horas de concierto, continuara cantando.
“Me resulta increíble que sepan que existo, que conozcan las letras de mis canciones, que me aplaudan… cuando yo he sido muy atrevida, y con muy poca vergüenza, al venir a cantar y tocar en frente de los mejores músicos del planeta. Cuba, estás en boca de todos, porque tenemos mucho que agradecerle. Son un faro en muchas cosas, y en la música más. Os deseamos lo mejor del mundo porque os lo merecéis”.
Es la primera vez que Rozalén regala su arte en Cuba. Hace seis años, confesó, vino de vacaciones para intentar reparar su corazón. “Y me creció en el pecho la canción "Girasoles", que me la están pidiendo, y un disco que me trajo muchas alegrías después. Jamás pensé que mi sueño de cantar en este país se me cumpliría seis años más tarde, en el Teatro Nacional. Estoy feliz”.
Acompañada del pianista y bandeonista Álvaro Gandul, el guitarrista y productor de sus discos Ismael Guijarro y su inseparable Beatriz Romero, intérprete de signos, Rozalén se mostró modesta, humilde, sencilla y, sobre todo, agradecida. “Me siento la Beyoncé, aquí toda mimada desde que llegué, una sorpresa tras otra. Apenas he aprendido a bailar como ustedes, pero lo seguiré intentando… Lo que pasa en La Habana se queda en La Habana”. Y en esta ciudad quedará el amor sincero que se le demostró en la sala Covarrubias.
“80 veces”, “Este tren”, “El paso del tiempo”, “Amor prohibido” (con letra de Felipe Benítez, narrando la historia del amor de sus padres), “Te quiero porque te quiero”, “Berlín”, “Porque las hadas existen”, “Comiéndote a besos”, “Me arrepiento”, “Y busqué”, “Popurrit” … y pensó terminar el concierto con “El día que yo muera”, “porque lo grabé con músicos cubanos, y ahí plasmé lo que quiero que suceda cuando ya no esté”. Pero el público le pidió “Puerta violeta” y “Girasoles”, y además cantó “Vivir”.
Momentos especiales nos hicieron vibrar de una manera diferente cuando recordó a Luis Eduardo Aute y de él cantó “La belleza” … Cuando mencionó a Federico García Lorca y cantó su poema “Anda jaleo” … Cuando nos contó la historia de su tío abuelo Justo, desaparecido desde la Guerra Civil… Cuando nos regaló la habanera “La paloma” (y la historia de aquella paloma que amó desde que la vio, pensando en que fuera uno de sus ancestros) … Cuando rememoró aquella dicha de cantar con Pablo Milanés y Omara Portuondo… Cuando cantó “La maza”, de Silvio Rodríguez…
Además, interpretó “Que no, que no”, tema con el que recibió su primer Goya a la Mejor Canción Original en 2021. “Todavía no me acostumbro a tener uno de esos cabezones en la casa”.
Con Rozalén, puro carisma y teatralidad en el escenario, uno no sabe si las historias anecdóticas que cuenta son mejores, incluso, que las canciones que las recrean, porque su habilidad para comunicar y seducir con la palabra nos la muestran toda simpatía y candidez. Derroche de sensibilidad y lágrimas corriéndole por el rostro, “porque estoy que lloro a ratos por todo”, y trata de no hacerlo al cantar la canción del amor de sus padres, “que apenas la he cantado desde que mi padre se me fue para siempre el año pasado”.
Rozalén es un referente en su país de la nueva canción de autor. Además de las distinciones, entre ellas, el Premio Nacional de Músicas Actuales 2021, tres nominaciones a los Latin Grammy o la Placa al Mérito Profesional de Castilla-La Mancha (donde nació), es una de las artistas de mayor impacto como activista social, defendiendo con su música los derechos de las minorías. Esa es la razón por la que Beatriz siempre la acompaña y con ello se garantiza que su concierto pueda ser disfrutado por todos, sin distinción.
Justamente Beatriz, a quien espero que no la priven de elogios a diario, es un valor añadido a cada presentación. No solo por el encomiable trabajo que realiza a favor de la inclusión, sino porque es, ella misma, un show. No se trata del empleo de sus manos para transmitir los mensajes de las canciones, en ella es impresionante la conjugación con la gestualidad artística, la cadencia al bailar, las expresiones faciales cual mimo que sabe que no puede decir una palabra… Es un talento preciso y precioso el de esta mujer.
De Rozalén, esperamos tener más, a través de las redes sociales pero, especialmente, en vivo, cuando repita su visita, cuando otro evento cultural la acoja, cuando otro disco sea noticia, cuando otras vacaciones la cautiven por acá, cuando quiera volver a sentir el calor de un pueblo que la sabe de memoria.
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