San Juan y San Pedro hermanados en la tradición popular

 Por: Juan Mendoza Medina

                                         “Es caso curioso que, siendo esta fiesta la de este nombre, termine precisamente
                                         con la muerte de un Pedro, pero así lo ha dispuesto la tradición que en estas cosas
                                         es la que manda y no hay más remedio que aceptarlo. Pedro mata a Juan.”
                                                                                                                          (N. Guillén, 30 de junio de 1924)

Durante cinco días en la ciudad de Camagüey un intenso ajetreo alteró la sosegada vida de la comarca, cuyos lugareños resguardan tradiciones y leyendas de una de las fiestas con más arraigo popular y cultural en la isla, aún en las actuales circunstancias muy complejas de la economía y la falta de recursos materiales en el país.

Estas jornadas trascendieron, por otra parte, con múltiples ejemplos solidarios y la  laboriosidad de hombres y mujeres dedicados intensamente a la restauración de los daños causados por la mayor inundación en tres décadas de los ríos Hatibonico y Tínima y arroyos cuyos cauces están presentes la mayoría del tiempo apacibles en la villa principeña.

A pesar de las lluvias que provocaron pausas en los horarios de las áreas de baile, el Teatro del Pueblo y otras instalaciones, además de posponer  fechas de los paseos de congas, carrozas y comparsas,  predominó la acogida a las ofertas recreativas que prevalecieron desde el primer minuto del 24 de junio.

El San Juan ha pasado y no podrá volver hasta de aquí a un año. También la tradición popular atesora la singular despedida en la tarde del 29 de junio con el simbólico entierro de San Pedro que recorre las principales calles y avenidas, acompañado de la música de orquestas de charangas y el retumbar de tambores, sumando a centenares de personas orgullosos de la tradición del San Juan a la camagüeyana.

Cierta contrariedad en el quehacer personal, no me permitió este acontecimiento al que siempre asisto. El joven colega de la radio Juan Mendoza Medina  me comentó por teléfono que más de dos horas duró el tránsito del singular cortejo fúnebre ,desde la Plaza de los Trabajadores, por toda la calle Cisneros, hasta la Plaza de la Libertad, sin que disminuyeran la algarabía que se derrocha a cada paso y el dolor al decir adiós a un evento que demuestra la cultura popular.

Poco después leí su crónica: “Hubo llanto y risas; lamentos ante el muñeco que simula el cadáver y alegría por haber vivido, otra vez, seis días en los que la tradición se impuso ante realidades objetivas, para ratificar así que perduran a lo largo del tiempo, pese a las circunstancias. El reto está en mantenerlas”