viernes, 29 de marzo de 2024

Silvio no sostendrá su verdad solitariamente

La Patria es en el poeta el asidero, la piedra de toque y el elemento que conlleva todo tipo de maravilla...

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 29/11/2022
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Silvio Rodríguez
Silvio Rodríguez

Silvio Rodriguez estaba en una de sus giras barriales. Lo vi a lo lejos y quise decirle cuánto lo admiro, las veces que escuché su música emocionado, las historias que he tejido en torno a las letras de las canciones. Porque cada uno de nosotros tiene un Silvio y el mío es un viejo amigo al que nunca he tenido el valor de abordar, de hablarle.

Años después coincidimos en la Iglesia de Remedios. Él en silencio sentado en uno de los bancos de madera, mientras cantaba la gran Bárbara Llanes. La poca distancia entre él y yo se mantuvo, no me atreví tampoco a darle la mano, a pedirle una foto o hablarle siquiera. El hombre sencillo se me agigantaba, tomaba la dimensión de los momentos épicos, de las gestas, de las pequeñas historias también. La poesía llena de regocijo, pero posee un aliento sacro, puro, que resulta inamovible. Y me sentí embargado de ello, paralizado, en una especie de choque emocional.

¿Cuántas veces amamos a una mujer, tarareando a Silvio? Tengo toda su discografía como algo que llevo conmigo y la escucho en momentos claves. Las letras poseen el don de la polisemia, ya que se adecúan a los instantes. En particular aquellas piezas que transportan a una atmósfera incluso irreal, sublime, idealizada y romántica. ¡Oh melancolía!, Ángel para un final, Jerusalén año cero, Sueño con serpientes, Cita con ángeles y tantos otros temas… A Silvio lo tenemos en lo más íntimo de Cuba, lo acogemos como un símbolo más, como un elemento de nuestra naturaleza, como el aire, el agua, el fuego. No podemos vivir sin que él brille, lo esperamos en cada encrucijada de la historia, queremos saber su opinión, nos ocupa la originalidad de sus pareceres. Leemos su blog, polemizamos, compartimos sus mensajes de preocupación, gozo, aquiescencia. Silvio nos precede como pueblo, ve mucho más lejos, anda con la música como ese don de la ubicuidad y de la eterna sabiduría.

No sé si Silvio sabe que mi historia se repite con millones de seguidores, quienes hemos adorado su obra y la ponemos cada segundo, como banda sonora de la vida. Quisiera que tenga la certeza de que en Cuba no hay un hogar sin su melodía. En las jornadas de logros y de derrotas, él nos ha revelado otra arista, nos ha dado el aliento necesario. A veces la poesía es eso, el gesto preciso, el golpe suave que necesita la conciencia para echar a andar.

Por su honda reflexión como autor, por su compromiso con la realidad inmediata y esa forma que posee para comunicarla, Silvio es un ente que sobrepasa este mundo llano y cotidiano, esta inmediatez perecedera. No importa si en el debate de ideas hay contradicciones, ya que el bardo no existe para coincidir, sino para crecer desde la diferencia, desde el choque y la búsqueda, desde una estética de vanguardia. Porque por encima de todo, en Silvio sentimos a Martí. Quizás por su abuelo que vivió en Tampa y conoció al Maestro, como reza una canción. La Patria es en el poeta el asidero, la piedra de toque y el elemento que conlleva todo tipo de maravilla. Es el soplo de vida, ese aire que trae esperanzas.

Se siente y se vive ese Martí cuando vemos en vivo a Silvio, quien viste honrada y humildemente, a pesar de su grandeza. Camina junto a los obreros y los campesinos, les canta, los ama y los reverencia. Eso es hacer cultura. De ahí el sentido de las giras por los barrios, del trabajo social con los que se hallan en sitios más desfavorecidos. Tal es la deuda que salda el poeta, llevando belleza adonde hay que llevarla. La función del artista alimenta su alma, corroe lo maligno de los tiempos y sirve de valladar, purifica, hasta duele, pero pervive.

En esa supervivencia de la belleza, el cantor puede establecerse, decir que ahí hay esperanza, invitarnos a cruzar el dolor y obviar lo que es fútil. Su hogar está en las orillas de la poesía que no envejece, sino que sigue aportándonos. Aunque el miedo muerda, aunque el frío arrecie, la labor metafísica de Silvio sabe rescatarnos, darnos un lugar junto al sol, porque no hay una sola realidad, sino que existen las realidades ocultas, las eras que paren otras eras.Círculo maravilloso que no se detiene, metáfora imperecedera, vida fecunda.

Quiero pensar que un día tendré el valor de decirle todo esto, no sé si será en este tiempo mortal. Pero no es importante, no hay que hacer hincapié en lo individual, lo propio, cuando se tiene el deber de compartir la obra para que esta cumpla con toda la belleza y la verdad. El diseño del mundo incluye que haya personas como él, quizás porque hay demasiado lamento, ángeles que no escuchan, unicornios que no aparecen, necios, cantores que hacen silencio. Silvio expresa la mitología y la realidad, la imagen y su esencia, la historia y los hechos. Esas dualidades están en perfecta consonancia con lo que ha sido su cancionística.  Son caras de un mismo hombre, ese que guardaba silencio, a poca distancia, en la inmensidad de su ser en una iglesia de provincias.

El que llega a Martí por el abuelo, el que quiere que seamos siempre mambises, porque de hecho esa es la imagen mejor de cada cubano. Nada nos expresa más claramente, nada nos define más, hasta el punto de dejarnos ahítos de orgullo.  Oír a Silvio es conocer por medio de la música el linaje de ser cubano, la genealogía de una nación hecha para la libertad y la honra. Es un ejercicio caballeresco, un acercamiento a ese Quijote interno, a ese ser que resulta de lo inmutable, de lo esencialmente bueno.

Silvio posee una Cuba mágica que nos encanta, una que queremos conservar adonde vayamos. Sus letras no solo hablan del amor o el desamor, sino de que existen búsquedas definitivas, una filosofía que nos dibuja un horizonte. Eso es lo que hoy requiere Cuba. La nación personificada debe ir hasta el banco del poeta, darle la mano, ponerlo a su lado y ambos conversar como los grandes amigos de siempre. Hay silencios que son locuaces, pero preferimos la melodía de la vida, de la salvación y el humano decoro. El bardo nos trae esos hilillos del alma, nos desenreda las trampas y accede a las porciones ocultas. Ese es su signo, por ello hace cultura, que no es lo mismo que ejercer un oficio o practicar un mero arte.

La guitarra que clama en el tema Sueño con serpientes y es nuestra banda sonora en este momento. Esa labor que lucha contra la bestia interna de cada humano y que realza el ángel perdido y silencioso, el niño inocente, la pura esencia de todos los tiempos. Tal inmortalidad se le agradece a Silvio, se promueve y se la hace enseña de la Patria. Por los derroteros de su obra se despeñan las nociones de lo simple, lo banal, vacuidades que no caben en lo sacro y lo hermoso. Silvio no estará en silencio, aunque las serpientes de los sueños mueran y renazcan, con el mismo gesto amenazante y cruel. Tal es la tarea del bardo, que desde el medioevo se mezcla con las leyendas y los sucesos fabulosos de caballería.

Silvio no sostendrá su verdad solitariamente, ya que en el camino nos hemos sumado, los que en el silencio le guardamos aprecio como ser humano y artista. Cuando vaya de nuevo de gira, los campesinos y los obreros, los mambises de ahora, tendrán que encontrarse con el cantante que guarda la letra y la melodía y las esparce en el justo instante de los renacimientos. Hay más luz en la guitarra que en el Sol, cuando él realiza ese viaje. Y no es una exageración.

Quizás un día le hable, me llene de valor, pero hasta entonces, tendré su discografía bien cerca, como sonido que me acerca a la porción más humana del ángel.

Hasta entonces, tendré pendiente la cita y la palabra, el encuentro con el poeta y el apretón de manos.Solo la música, que es más que suficiente, suena, mientras tecleo este homenaje.

 


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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