Cuando la cúpula oficial olvida, soslaya y saca el cuerpo a sus deberes con su propia gente por atar su suerte a poderosos intereses ajenos, y hasta las últimas consecuencias, entonces no merece el más mínimo de los respetos, porque es evidente que, por mucho que lo proclame, en puridad no representa a sus coterráneos.
Y sin dudas, el desempeño de la Unión Europea, en tanto apéndice civil de la OTAN, con relación a los alevosos episodios instigados por USA contra Moscú a través de Ucrania, confirma que no pocas veces las decisiones fundamentales en esas instancias están en las peores manos.
Hace poco, en conversación informal con un ciudadano español de visita en Cuba, mi interlocutor desbarraba indignado contra una claque política euro occidental que calificaba de “carente de toda personalidad propia”, y tan “mansa y maleable” ante la Casa Blanca, como para empujar a todo un continente a los rigores de la carencia de combustible, la inflación sin freno, y lo peor, a convertirse en cenizas si la guerra llega a generalizarse, tal como parece la intención de la administración Biden y de Kiev.
Y no eran quejas sin basamento palpable. Europa Occidental no ha sabido crecerse a tono con su historia de “imperios colosales” y poner primero sus propios intereses de estabilidad y seguridad ante los empujones gringos por hacerla cómplice activa de un mayoral que le desprecia en tanto posible competidora más allá de su signo político, y le utiliza como cartucho desechable de primera línea ante Rusia, con la esperanza de asistir en lontananza al mutuo descuartizamiento de otros para luego hurgar entre las cenizas.
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Y mientras los europeos del oeste ya empiezan a alarmarse en serio con lo que se les pronostica en breve a cuenta de haber sido metidos en un juego donde nada tienen que ganar, entidades como Eurostat, la oficina estadística de la UE, anunció hace horas que la inflación en ese conglomerado supera ya el 8,6 por ciento, con al menos nueve de sus miembros con guarismos por encima de 10 por ciento a cuenta del encarecimiento del gas natural, los combustibles y los alimentos.
En ese último apartado hacen lista, entre otros, España, Estonia, Letonia, Lituania, Bélgica y Grecia.
Por añadidura, la empresa energética Shell, acaba de indicar que a las naciones de la UE les espera un “inverno duro” como consecuencia de los altos precios y la carencia de energéticos provocada por las sanciones contra Rusia, suministrador de más de cuarenta por ciento del gas que consume el Oeste del Viejo Continente, y la dependencia de las renovadas importaciones norteamericanas a todas luces insuficientes y mucho más caras.
Según los directivos de la Shell “los precios del crudo en Europa ya han subido mucho, con un salto de cerca de 49 por ciento desde el comienzo del año. Mientras tanto, el costo del gas natural ha escalado más de un 98 por ciento” en similar período.
Desde luego, hay que advertir que no todos dentro del conglomerado están dispuestos a dejarse cortar el pescuezo a instancias de “Norteamérica” y Kiev. Entre ellos el primer ministro húngaro, Víktor Orbán, negado rotundamente a aplicar las sanciones energéticas contra Rusia, y quien de manera muy gráfica dijo a la prensa sobre ese dislate: "En un inicio pensé que sólo nos habíamos disparado en el pie a nosotros mismos, pero ahora queda claro que la economía europea se ha disparado a sí misma en los pulmones, y está dando bocanadas para tomar aire".
“Las sanciones –enfatizó Orbán- no ayudan a Ucrania, en cambio son malas para la economía europea y, si continúan de esta manera, la asesinarán. Lo que vemos ahora mismo es insoportable.”
Y los análisis van más lejos incluso. Así, la publicación rusa Sputnik consideró que la UE difícilmente pueda cumplir totalmente la promesa hecha dos meses atrás a Kiev de entregarle 9 mil millones de euros en “ayuda financiera inmediata”, toda vez que “la crisis económica y energética que se avecina en la Unión Europea hace menos probable que el gobierno de Zelensky vea todo el dinero prometido”, mientras Ucrania transita hacia una hiperinflación galopante por la circulación desmedida de billetes nacionales sin fondo.
Ello, finaliza la nota, pone también en seria duda que el Oeste estará en condiciones de traspasar unos 750 mil millones de euros ofrecidos de antemano a Kiev para una “reconstrucción post bélica” cada vez más en ciernes.
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