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viernes, 22 de noviembre de 2024

Dos años después del terremoto (+Fotos) (+Video) (+Infografía)

Han pasado 24 meses desde que el 12 de enero del 2010 un sismo de 7,6 grados sacudió la tierra haitiana, dejando más de 250 mil muertos...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 12/01/2012
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Haití
Más de 500 mil personas viven todavía en las carpas.

Cuando el reloj marcaba las 17:00 hora local de Haití, un poderoso sismo que duró 35 segundos dejó un cuarto de millón de fallecidos, una cifra casi igual de desaparecidos y más de un millón de personas con el cielo como techo. Dos años después, los haitianos observan con recelo como en dos años la llamada reconstrucción del país apenas existe, mientras la ayuda monetaria internacional prometida no llegó o se esfumó en los bolsillos inadecuados.

Hay poblaciones que reservan poco espacio a la esperanza. La historia y la vida recientes les permiten identificar  dónde pueden estar sus posibilidades de, al menos, dejar atrás las carpas donde subsisten desde aquel fatídico día.

Aunque a simple vista Puerto Príncipe, la capital haitiana – la más afectada por el terremoto- va recobrando su “normalidad”,  es ínfima la ayuda recibida por ese abnegado pueblo, el más pobre de América Latina y El Caribe, de la comunidad internacional.

Al contrario de lo anunciado por Naciones Unidas (ONU) este pequeño país ha tenido que virtualmente sobrevivir en solitario, salvo por la ayuda desinteresada de los países de la Alternativa Bolivariana para los pueblos de nuestra América (ALBA) y en especial de Cuba y Venezuela, y alguna otra nación de forma aislada.

La ONU debió jugar – tal como indicaron sus más altos dirigentes- un papel trascendental en la reconstrucción de la nación caribeña, que sufrió daños materiales por unos ocho mil millones de dólares.  La organización mundial ya tenía en suelo haitiano una llamada fuerza de paz (Minustah), llegada allí en el 2004, luego del golpe que defenestró al presidente constitucional Jean-Bertrand Aristíde, sacado a la fuerza por los gobiernos de Francia y Estados Unidos.

Pero pasado dos años,  la ONU posee una imagen desastrosa en el caso haitiano. Aumentó el número de sus soldados que han sido acusados de violaciones sexuales a jóvenes haitianos, y de ejercer la violencia, en tanto uno de sus miembros introdujo en la población el cólera, una enfermedad que no aparecía en aquellos lares desde hacía más de un siglo. Siete mil ciudadanos murieron por esa causa, y medio millón enfermó en el 2010. La presión internacional hizo que la misión internacional se redujera y ahora las fuerzas de la ONU cuenta allí con siete mil 340 oficiales y soldados y tres mil 241 agentes policiales.
La presencia de los soldados ha tenido también una negativa influencia en los costos de la vida.
Mientras hay más de tres millones de damnificados, el valor de un inmueble es similar a uno del mundo desarrollado, al igual que el alto costo del nivel de vida, en general.

Mientras la casi totalidad de los haitianos carece de empleo fijo, los miembros de la misión de la ONU ganan salarios que oscilan entre siete mil a 10 mil dólares o más por mes, a los que se une el personal de las Organizaciones no Gubernamentales (ONGs) extranjeras. Ese movimiento económico ha contribuido al excesivo aumento de los precios a productos imprescindibles – como el agua embotellada-, pero que para los nativos son considerados de lujo.

Aunque la moneda oficial en Haití es el gourdes el movimiento de la economía –micro y macro- está basada en el dólar.

EL DINERO EN BOLSILLO AJENO

En cuanto a la ayuda financiera,  y luego de las “espontáneas” declaraciones de ayuda, la institución mundial auspició una conferencia de donantes. La ayuda ofrecida fue de cinco mil 300 millones de dólares en dos años – que ya pasaron- y de nueve mil 900 millones en el decenio.

La realidad es diametralmente opuesta. Si bien la comunidad internacional aportó una cifra exigua para el alto número de necesidades imperiosas – apenas unos cientos de millones de dólares- un estudio difundido la pasada semana por un diario afirmó que esos dineros cayeron en los bolsillos de ONGs asentadas rápidamente después del sismo en suelo haitiano, empresas privadas y el gobierno de Estados Unidos, que en su momento informó que enviaba marines para cuidar la paz tras la tragedia, los cuales, por cierto, nadie le solicitó.

¿Cómo se distribuyeron esos dos mil millones de dólares supuestamente enviados al gobierno del entonces mandatario René Preval, que apenas se utilizaron para el fin con el que fueron entregados por donantes?.
Estados Unidos, siendo la nación de economía más desarrollada del mundo, recibió un reembolso del 34 por ciento de la ayuda por el envío de militares a Haití luego del sismo, además de otros fondos cobrados por los Departamentos de Defensa y Salud.

La publicación independiente Dissidente Voice aseguró esta semana que otro 28 por ciento se distribuyó entre las agencias de la ONU y las ONGs. En la actualidad hay en Haití más de 500 con registro oficial, aunque esa cifra varía entre ocho mil y 10 mil, según fuentes periodísticas, en su mayoría de Estados Unidos, Italia, Canadá, España y Francia, con su personal propio.

Asimismo, y esa era otra responsabilidad que dijo asumiría la organización mundial, 24 meses después del sismo, aún están en el suelo más de cinco millones de metros cúbicos de escombros de los más de 80 mil edificios destruidos en el país.

UN RAYO TENUE ALUMBRA LAS ALMAS

La miseria es tanto en Haití que aún una migaja puede traer consigo un rayo de esperanza.
Tras el terremoto, y en condiciones precarias, un millón de personas quedaron deambulando por las calles de Puerto Príncipe, aunque igual imagen se observa en otras localidades afectadas. Luego aparecieron las carpas, que no alcanzaron para todos. Y también los violadores de las jóvenes que atacan en las noches y la elevación de la  delincuencia. El terror se apoderó de los pobladores.

Ahora, en este segundo aniversario, el gobierno de Michel Martelly anunció la reubicación de damnificados asentados en las proximidades del aeropuerto Toussaint Louverture, a fin de mejorar la imagen del país a los recién llegados por esa vía.

El ministro de Relaciones Exteriores haitiano, Laurent Lamonthe, dijo a Radio Metropole que quienes decidieron dejar el sitio recibieron 500 dólares, apenas un paliativo para la dura realidad haitiana. "Es importante, dijo, que Haití muestre otra imagen a los visitantes que lleguen al país", sin esclarecer cuál será el destino de los desplazados por segunda ocasión, que ahora están por su cuenta.

Aunque algunos de los desamparados cantaban de alegría porque podrían buscarse un techo, esa pequeña cifra entregada por el gobierno –teniendo en cuenta la cruda realidad económica y de infraestructura laboral- les alcanzará poco tiempo y lo más probable es que tengan que retomar el camino de las carpas, quizás en otro sitio.

En la actualidad, más de medio millón de personas subsiste en campamentos improvisados en la capital haitiana. Según la Red Haitiana de Derechos Humanos en cada campamento un promedio de 112 personas cuentan con una sola letrina y sólo el 18 por ciento cuenta con lugares donde asearse manos y cara. En otras localidades la situación es peor y los números de letrinas es inferior para un número mayor de individuos.

Para resolver las necesidades básicas de esas personas se precisan al menos 231 millones de dólares de manera inmediata. Sólo el 48  por ciento de los que viven en los 800 campamentos beben agua potable.

El gobierno de Martelly anunció hace pocos días que 40 millones de dólares donados por Venezuela se utilizarán para construir 400 viviendas en la bahía y otras tres mil al pie de una montaña deforestada, en el interés de que los desplazados  retornen a sus lugares de origen, en su mayoría barrios destartalados antes del terremoto, sectores marginales, pero que ahora podrían mejorar sus condiciones de vida. 

Con ello, el ejecutivo presidido por el ex músico evita los continuos disturbios entre los dueños de los terrenos donde están viviendo los sin techo, que tratan de expulsarlos por la fuerza. Muchos de esos supuestos propietarios son extorsionistas que también buscan una manera de ganar dinero.
A diferencia de este panorama, medios periodísticos hablan del contraste que se observa en Puerto Príncipe.

Automóviles de lujo transitan por las calles, mientras lujosas residencias relumbran en las montañas. Muchos particulares, empresas y ONGs se han enriquecido, sino lo estaban, después del sismo.

Mientras, millares de mujeres y hombres pobres van y vienen por las calles en un mercado informal que ofrece algo, y luego es cambiado por otro producto vendido por otro marchante. La lucha es día a día.

En este escenario, hay que tomar en consideración la diáspora haitiana integrada por ms de cuatro millones de personas que, en medio de la crisis económica global, envían remesas para que sus familias puedan subsistir en medio del caos que aún permanece.

Datos de ONGs indican que casi la mitad de las familias haitianas depende de esos envíos, los cuales también impulsan la economía local hasta cierto punto.

Lo único certero, palpable y posible es la ayuda médica que reciben los haitianos por parte de Cuba –desde antes del sismo- a la que se sumaron facultativos de la salud de otras naciones solidarias, y jóvenes de varias naciones graduados en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) de La Habana. Ellos mitigan el dolor, no sólo del cuerpo, sino también del espíritu.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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