En un siglo que recién comienza y la inteligencia artificial gana terreno, se imponen los artefactos digitales en lugar de seres humanos y el empresariado corporativo trata de apoderarse de las naciones, parecería que los trabajadores y sus centrales sindicales están pasados de moda o ignorados.
Tan diferentes como pueden ser los gobiernos actuales en América Latina así es la actuación de los sindicatos y los movimientos obreros que luego de décadas de desgarro vuelven a ganar terreno, a veces retroceden como táctica, o se empinan.
En unos países, apoyan a sus líderes gubernamentales, en otros les hacen la guerra. Hay un criterio común que manejan esas fuerzas y es la de la recuperación de sus derechos humanos, el empleo digno, salario decoroso, paridad de género, y el respeto.
Visto en su dimensión más amplia, aunque el sistema capitalista sigue tratando de ahogar a esas agrupaciones obreras –que se manifiestan acompañados de campesinos, estudiantes y pueblos indígenas, en una unidad de larga data- ellas se mantienen en el tiempo. Más aún. Se han ido enriqueciendo en sus formas de lucha en la medida que también cambian las estrategias de las grandes corporaciones con movilizaciones, por ejemplo, mediante medios sociales y el uso de prensa alternativa. También, y ante las nuevas formas de crecimiento capitalista, incluida la corrupción en las altas esferas de la institucionalidad, las masas identificadas con la justicia social, se tornan más organizadas y poderosas.
El capitalismo, que se mantiene sobre bases arcaicas, mantiene un sistema que surgió con un principio: propietarios y asalariados, ricos y pobres. Incluso, en los últimos años, y ante el avance del neoliberalismo, la clase media ha desaparecido en varios países. Chile es un ejemplo bajo la dictadura de Augusto Pinochet y la seguidilla de gobiernos capitalistas.
A mediados y finales del pasado siglo surgieron –y algunos aún se mantienen- gobiernos progresistas y de izquierda que impulsaron los antes imposibles acercamientos entre el poder político dominante y la clase obrera, donde se concentra el mayor grado de vulnerabilidad social en el subcontinente.
Cuba, con su Revolución acosada y bloqueada, se mantiene como ejemplo de la transformación de un movimiento obrero que apoyó la lucha armada dirigida por Fidel Castro, y con el triunfo de 1959 se unió a la construcción de una sociedad socialista. Venezuela y Nicaragua –sancionadas por su ideología- fomentó y logró la unidad de sus sindicatos.
Los últimos 20 años han sido de continuos cambios políticos en Latinoamérica. Aunque fue proclamada como zona de paz en 2016, y ninguno de sus países esté comprometido en una guerra militar contra otro, sí hay diferencias de principios que se reflejan también en el comportamiento de sus masas trabajadoras. Hay que recordar, también, que durante las dictaduras de los años 80, miles de dirigentes obreros fueron asesinados, los sindicatos quebrados, crecieron los puestos laborales informales.
Aquella oleada de progresismo, en que en la mayoría de los gobiernos poseían un carácter humanista y con marcada justicia social, cayeron por presiones de diverso tipo, desde golpes de Estado blandos (o sea, sin uso de las armas), como ocurrió en Honduras, Paraguay, Brasil, hasta la persecución judicial de sus líderes, como en Argentina y Ecuador.
En su lugar surgieron regímenes neoliberales que, en consonancia, impulsaron el resurgimiento de las protestas sociales, -Chile, con miles de heridos y detenidos políticos- Bolivia –con represión y decenas de muertos- mientras oleadas de personas, incluso de ingresos importantes, volvieron a las calles a reclamar los derechos que ya formaban parte de sus cotidianos.
La actualidad política muestra una región diversa en lo político -socialistas, de izquierda, progresistas, social-cristianos (para EE.UU. todos ellos son ¨comunistas¨, sin que siquiera –al parecer- conozcan a profundidad que significa ese sistema aun no implantado en país alguno y sus principios basados en el marxismo-leninismo.
Asimismo, han surgido regímenes de derecha y de ultraderecha, siendo uno de los más sobresalientes el de Argentina, con el libertario Javier Milei en la Casa Rosada. Este individuo constituye uno de los fenómenos políticos nacido del arraigo popular pero que cada día adopta medidas para destruir el Estado y restringir aun más a una población que cuenta más de 40 000 000 de pobres.
Mientras Milei, aliado incondicional de Israel y de sus protectores, intenta ahogar a los trabajadores y sus familias, las poderosas Centrales Obreras no le dan respiro desde que tomó posesión hace cinco meses.
El movimiento sindical en ese país es uno de los más fuertes de América Latina, y así lo han demostrado en este tiempo en que el mandatario ordenó el achicamiento del Estado, cerró empresas, privatizó otras, y está tratando de imponer leyes para darle un golpe de gracia a los movimientos populares.
Sin embargo, pocos días después de su asunción, la Confederación General del Trabajo (CGT), la principal central obrera de Argentina, convocó una huelga general contra los proyectos de ley que el recién estrenado presidente había enviado al Congreso Nacional. Desde entonces la CGT y otras grandes agrupaciones obreras no le dan tregua: paros nacionales, parciales, manifestaciones públicas, huelga por sectores. Milei no la tiene fácil con la clase trabajadora y sus seguidores de otros sectores.
- Consulte además: El primer paro general contra Milei y el desmantelamiento del Estado
En Colombia, cuyo presidente Gustavo Petro sigue con sus esfuerzos para lograr la paz interna y sean aprobadas varias reformas para mejorar la situación de vida de la población, en especial en las zonas rurales, los sindicatos muestran comprensión y apoyo a sus planes.
Organizaciones sindicales y gremiales marcharon a principios de este mes en al menos 28 departamentos colombianos en respaldo a los cambios planteados por Petro. El presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), Fabio Arias, explicó a la prensa local que, dada la precaria situación por la que atraviesan las reformas, el propósito es llamarle la atención al Congreso para que no siga de espaldas al país. “Por esas reformas exigidas en las calles la gente votó por Petro, quien está cumpliendo con su compromiso de reivindicarlas¨
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ya en el tiempo final de su mandato, siempre ha reconocido el respaldo de los líderes sindicales, con quienes comparte los mismos criterios de legalidad, democracia, libertad y justicia para los trabajadores, según aseguró en un encuentro con dirigentes obreros.
Con su sinceridad conocida, López Obrador reconoció que aunque los sindicalistas pertenecen a bandos de distintas ideas, siempre ha contado con su comprensión para llevar adelante sus planes de gobierno.
Guatemala fue otro indicador del solidario comportamiento de los sindicatos en momentos en que los grandes grupos de poder intentaron impedir la asunción del presidente Bernardo Arévalo, Ahora están a su lado contra quienes entorpecer su gestión.
Guatemala es uno de los 10 peores países del mundo respecto al cumplimiento de los derechos laborales, dado los recurrentes actos de violencia y persecución de sindicalistas, los altos niveles de impunidad y el incumplimiento de normas y sentencias judiciales.
Ante la situación interna que vive esa nación centroamericana, el Movimiento Sindical, Popular y Autónomo Guatemalteco plantó bandera con Arévalo y proclamó que llevará adelante una agenda de apoyo a su gobierno y contra los graves males que afectan a la sociedad de ese país centroamericano.
Cada central sindical y sus afiliados, con sus posibilidades, sus experiencias y sus habilidades movilizadoras trata de recuperar en América Latina su lugar preponderante en la conducción de las grandes masas obreras en una región empobrecida y amenazada siempre por el poderío de la potencia norteña.
Este primero de mayo será de nuevo escenario para que en América Latina, cada una a su modo, los sindicatos demuestre los sentimientos de sus trabajadores, seres anónimos responsabilizados con las economías nacionales, aún cuando el gran capital los ignore y menosprecie.
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