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sábado, 16 de noviembre de 2024

Medio Oriente: ¿OTAN y Corán?

Suenan otra vez los atisbos de concretar el viejo sueño gringo de un pacto militar bajo su égida en el Cercano Oriente...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 05/07/2022
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Washington roba-petróleo sirio
Intentar validar la historia de poner Oriente Medio a sus órdenes absolutistas no parece viable para Washington ni hoy, ni mucho menos en el futuro.

Hace unos días Egipto expresó públicamente su criterio adverso a la materialización en nuestros días de la añeja aspiración de los poderes fácticos norteamericanos de establecer una alianza militar bajo su control en Oriente Medio.

Esa “reanimación” estaría a cargo ahora de la administración demócrata de Joe Biden, en medio de la suerte de “carrera contra reloj” que lleva adelante para edificar hostiles muros anti rusos y anti chinos a escala global  aprovechando la abrumadora distorsión mediática en torno a la guerra provocada por la OTAN contra Moscú por intermedio de Ucrania.

En  pocas palabras, se trata de tajar el mundo en dos polos contrapuestos, ya no por diferencias ideológicas como en los tiempos de la Guerra Fría, sino por puro capricho hegemonista Made in USA de imponerse al resto del orbe a como de lugar y sacarse de encima todo “obstáculo peligroso”, desde el Kremlin, Beijing o entidades multilaterales de nuevo tipo como el BRICS, hasta la mismísima maleable  y presunta “carnal” Unión Europea.

De ahí las actuales carreras oficiales norteamericanas para “otanizar, sin la más mínima variación con respecto al esquema jerárquico del Pacto Atlántico, a las naciones del Pacífico asiático, las gobiernos afines del Oriente Medio (bajo preferente trato al Israel sionista), y hasta los estados africanos y latinoamericanos bajo gobernanzas proclives a la Casa Blanca.

Cierto que no se trata de “esfuerzos” nuevos en no pocos casos, lo que muestra que la estrategia de aislar y hostilizar a gobiernos no convenientes es endémica en los trotes absolutistas estadounidenses.

Así, en 1955, con la participación de los regímenes dominantes entonces en Irán, Iraq, y Turquía, mas el padrinazgo de Londres, se estableció la titulada Organización  del Tratado de Oriente Medio, de vida y proceder efímeros, y que dio paso cuatro años después a la Organización del Tratado Central, CENTO, con una estructura militar integrada que sucumbió luego del triunfo de la Revolución Islámica iraní contra el Sha y la dominación gringa en 1979.

Para 2017, en su primer viaje al exterior, el entonces presidente Donald Trump volvió de nuevo a la carga con el proyecto de crear una pretendida Alianza Estratégica del Medio Oriente en contubernio con regímenes pro occidentales locales y la anuencia sionista, de manera de apretar el control en una zona de elevado valor geoestratégico para los círculos USA de poder.

No obstante, la falta de concierto en la zona a partir de la guerra terrorista contra Siria y el decisivo apoyo militar de Rusia, Irán y el Hizbolá libanés a Damasco, la lucha del pueblo palestino, la influencia creciente de Teherán en los destinos regionales, y las propias fisuras entre los posibles candidatos a miembros del citado engendro belicista, fueron resortes que finalmente  frenaron su concreción.

En definitiva, de aquellos planes solo quedó, según se  explica en el sitio digital Wikipedia, una sesgada e insípida “Alianza Militar Islámica contra el Terrorismo (también conocida como Coalición Militar de Contraterrorismo Islámico), atorada por las muchas “divergencias internas y la diversidad de intereses particulares en juego” entre quienes decidieron sumarse.

Y ahora, por enésima vez, Biden recoge los viejos compadreos con la esperanza de que “con la bomba ucraniana” los personajes mesorientales más devotos a Washington acaten la vieja idea de una OTAN Islámica contra Rusia y China.

Un proyecto que, para ser breves, sigue cargado de las asperezas y recelos internos de una zona sumamente convulsa y complicada, y donde Moscú, Beijing y Teherán ya no son percibidos como lejanos, desconocidos y rabiosos fantasmas, sino en muchos casos actores e interlocutores de probada influencia, credibilidad, seriedad y crédito regionales.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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