miércoles, 25 de septiembre de 2024

Paquistán: Jugar con fuego

Hasta las mascotas aparentemente más dóciles pueden morder a sus amos...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 19/12/2014
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Los trágicos sucesos de las últimas horas en Pakistán, donde más de 140 personas, la mayoría adolescentes y niños, resultaron muertos por un ataque talibán a una escuela para hijos de militares locales, demuestra una vez más los enormes riesgos de criar cuervos en casa propia.

Porque ciertamente, los vínculos establecidos desde las últimas décadas del pasado siglo entre las autoridades y los servicios de inteligencia pakistaníes con los grupos de extremistas islámicos ligados a los empeños imperiales por sentar reales definitivos en Asia Central, están en los orígenes de las permanentes hostilidades que hoy involucran a las fuerzas militares nacionales y a destacamentos bélicos norteamericanos contra los “renegados” que ellos mismos auparon, entrenaron y movilizaron.

Y es que no puede pasarse por alto que Pakistán, a partir de sus intereses regionales destinados a aislar a Irán, fortalecerse frente a la India, y asumir una mayor influencia en tan complicado contexto geográfico, resultó uno de los grandes puntales en los empeños oficiales norteamericanos por desgastar a las fuerzas internacionalistas soviéticas llegadas a Afganistán en 1979 para apoyar a las autoridades locales frente a la injerencia externa.

Una complicidad que incluyó el modelado y fabricación del denominado movimiento talibán destinado (fallidamente, por cierto) a controlar todo el territorio afgano e imponer una sola autoridad ante el caos fomentado por los ambiciosos y sectarios “señores de la guerra”, herencia nefasta de la lucha contra la presencia castrense de la URSS.

De las “madrazas” radicadas profusamente en Pakistán por aquellos años (centros de adoctrinamiento para extremistas islámicos, entre ellos los miembros de Al Qaeda), partieron los contingentes  talibanes que, según los planes de la CIA norteamericana, debían unificar el Afganistán “post izquierdista” y abrir los cauces para los grandes negocios energéticos y los malabares geoestratégicos de Washigton en el área, propósito que finalmente no pudo ser “redondeado” por los “prometedores muchachos.”
Las ulteriores tensiones entre los unilaterales intereses de ciertas facciones terroristas con los de sus viejos padrinos imperiales (que al parecer motivaron incluso los ataques del 11 de septiembre de 2001), terminaron por quebrar determinadas y muy puntuales alianzas, toda vez que la complicidad y “colaboración” imperial con los segmentos radicales no ha concluido ni mucho menos a escala global.

La invasión militar norteamericana a Afganistán, que desplazó al gobierno talibán bajo el pretexto de una “cruzada internacional antiterrorista” no dejó de tener repercusiones en Pakistán, la cuna de ese movimiento extremista.

De manera que, a tono con la citada campaña bélica Made in USA, la hostilidad de las fuerzas armadas pakistaníes contra los talibanes internos y externos no tardaría en materializarse.
Y justo el grupo que ahora atacó la escuela para hijos de militares en la ciudad norteña de Peshawar es precisamente el denominado Tehreek-e-Taliban Pakistan, TTP, o talibanes pakistaníes, con estrechos vínculos con Al Qaeda.

Se trata de la misma agrupación que pretendió asesinar de un balazo en la cabeza a la recién proclamada Premio Nobel por la Paz, la joven de 17 años de edad Malala Yousafzai.

Según medios de prensa, el portavoz del TTP, Mohamed Umar Jorasani, declaró que en el caso de la matanza en el centro de estudios, “el objetivo de la operación era vengar a los talibanes muertos en las reciente operaciones ejecutadas por el ejército contra las bases de ese grupo cercanas a Peshawar, aunque aclaró (como si sirviera de algo) que “la orden era “disparar sobre los alumnos adolescentes y no los niños.”

Vale añadir  en este contexto de desmedida violencia, que desde hace diez años la aviación norteamericana, incluidos los llamados drones, realizan ataques contra zonas tribales pakistaníes donde actúan los talibanes, lo que suma más resentimientos y odios a la campaña.

No obstante, los analistas coinciden en afirmar que semejante acto de barbarie no cambiará en nada la estrategia hegemonista diseñada desde Washington para Asia Central, y que asuntos de esta naturaleza son vistos por los halcones imperiales como simples “incidentes” que no van a poner en jaque los lazos con otras agrupaciones terroristas de origen islámico entregadas a una alianza oportunista con quienes no conciben ni admiten un planeta equitativo, estable y comprensivo  para todos.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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