lunes, 23 de septiembre de 2024

Pasos necesarios

En la conformación de un mundo multipolar, Rusia y América Latina son fuerzas convergentes...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 12/07/2014
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La gira del presidente ruso Vladímir Putin por América Latina y el Caribe, a propósito de su participación en la VI Cumbre del BRICS (el grupo Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) con sede en el gigante sudamericano, tiene un alto valor estratégico en los esfuerzos por cambiar las actuales relaciones globales.

Es interés de Moscú —decía el máximo dirigente del Kremlin antes de visitar La Habana, primera escala de un periplo que también incluyó a Argentina—, la existencia y consolidación de un polo latinoamericano y caribeño independiente, marcado por políticas progresistas, unido y en el camino de un desarrollo integral y sostenible.

En fin, de un área que, junto a otras fuerzas del orbe, tenga un papel trascendente en poner coto al desorden, la violencia y las asimetrías que todavía signan el orden mundial vigente, y que sus ancestrales promotores pretenden que se eternice como garantía de un acariciado triunfo del absolutismo imperialista.

De manera que para nuestra región y Moscú se trata de compartir un mismo lenguaje e iguales propósitos, que —naturalmente— engloban y se identifican también con las urgencias particulares de cada uno de los involucrados.

En consecuencia, no habría nada de pecaminoso en hablar de la existencia de intereses políticos y económicos rusos muy concretos con respecto al sur de nuestro hemisferio, en el contexto de una geopolítica nacional que se ve enfrentada a Washington y sus aliados occidentales, ya no solo en varias zonas sensibles del planeta, sino, incluso, en las propias fronteras del gigante euroasiático, como es el caso del conflicto en Ucrania y la notoria injerencia hegemonista en ese país, haciendo uso de grupos xenófobos y genocidas locales para materializar sus propósitos.

Por añadidura, bien sopesadas las cosas, resultaría también contraproducente hacer referencia a un pretendido oportunismo ruso para forjar aliados temporales o sentar reales de poder en otros patios geográficos, toda vez que la práctica del actual equipo que dirige el Kremlin ha demostrado equidad, respeto y preferencia por el beneficio mutuo en sus vínculos internacionales, dejando atrás el arribismo de aquellos que se aposentaron en el poder luego de la desaparición de la Unión Soviética décadas atrás.

 Y de la misma manera que junto a Rusia se han integrado Brasil, Sudáfrica, China y la India para hacer surgir el BRICS e intentar convertirlo en un poderoso instrumento económico internacional, desligado de las tradicionales finanzas usureras y del mercado profundamente asimétrico impulsados por Washington y sus socios, conviene sin dudas a América Latina y el Caribe, en sus válidos arrestos de independencia, mostrarse abierta a la relación amplia y creciente con una nación que constituye uno de los principales pivotes en la instauración de un rostro multifacético global.

Rusia, por demás, sería otro de los grandes puentes de las naciones latinoamericanas y caribeñas en su vinculación con el prometedor espacio euroasiático, donde radican importantes economías y fuentes de recursos primarios y tecnológicos. Área que, por demás, vive un interesante y acelerado proceso de estructuración, en el interés de seguir incrementado los actores internacionales proclives a hacer abortar las ínfulas hegemonistas de los poderosos.

En consecuencia, sería de mentes obtusas o mal intencionadas cerrar los ojos y hacer caso preferente a los prejuicios y las visiones distorsionadas que los centros imperiales y su industria mediática nunca han puesto a un lado con respecto a la URSS, en la época de la bipolaridad, y hoy contra la renovada dirigencia del Kremlin.

Porque si Vladímir Putin, como gustan repetir los voceros de Occidente, fue un “hombre de la KGB”, el astuto aparato de seguridad que más de una vez frustró las acciones injerencistas contra la Unión Soviética, el presidente George Walker Bush, padre del tristemente célebre impulsor de la guerra antiterrorista (que aún prosigue), ocupó la Oficina Oval por ocho años (entre 2001 y 2009) luego de haber encabezado la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, CIA, entre 1976 y 1977… y nadie en Occidente suele hablar o recordar públicamente tan “relevante” dato biográfico.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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