miércoles, 25 de septiembre de 2024

Soplos en Oslo

La adolescente paquistaní Malala Yousafzai, de diecisiete años, es la persona más joven en recibir el Nobel de la Paz...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 12/12/2014
0 comentarios

El en ocasiones controvertido otorgamiento del Premio Nobel por la Paz parece haber tenido esta vez un justo destino.

El galardón lo ofrece Noruega desde 1901 “a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz”, según la letra del testamento de su impulsor, el inventor de la dinamita y empresario local Alfredo Nobel.

En efecto, el premio recayó ahora en dos aspirantes: la adolescente paquistaní Malala Yousafzai (que con sus diecisiete años se convirtió en la persona más joven en recibirlo), y en el hindú Kailash Satyarthi.

Malala fue víctima de un ataque de los talibanes, el 9 de octubre de 2012, en su valle natal de Swat, quienes le propinaron un balazo en la cabeza bajo la acusación de profanar el Islam por acudir a las aulas.

Desde entonces, la adolescente se transformó en una ardiente luchadora por los derechos de la mujer musulmana a estudiar y superarse cultural y socialmente, y en una promotora a favor de la educación para todas las personas que la requieran.

En consecuencia, la intervención de Malala ante el público reunido este miércoles en el Ayuntamiento de Oslo, la capital noruega, donde tradicionalmente se entrega el premio, constituyó un ardiente reclamo a que se cumpla y respete el derecho de los seres humanos a educarse, en particular las nuevas generaciones.

Estudiar es “una de las bendiciones de la vida” pero también “una de sus necesidades”, manifestó la muchacha, al que algunos medios de prensa han dado en llamar “el azote de los talibanes”, que no pudieron acallarla a pesar del salvaje intento de privarla de la vida.

Tras rendir homenaje a prestigiosos premios Nobel, como el luchador por los derechos de los ciudadanos negros norteamericanos Martin Luther King y el expresidente sudafricano e indoblegable combatiente contra el racismo y el apartheid Nelson Mandela, la joven anunció que los fondos puestos en sus manos por los auspiciadores del galardón serán destinados a construir escuelas, esencialmente en su región de origen.

Malala concluyó su discurso instando al auditorio a preguntarse “¿por qué los paí­ses que llamamos fuertes son tan poderosos creando guerras pero tan débiles para traer la paz? ¿Por qué dar armas es tan sencillo, pero dar libros tan duro? ¿Por qué construir tanques es tan fácil, pero construir edificios tan difí­cil?”.

Y es que no puede pasarse por alto que los titulados talibanes, integrados por extremistas islámicos provenientes en su mayoría de templos ubicados en zonas fronterizas de Pakistán con suelo afgano, fueron apadrinados, aupados, entrenados y pagados por Washington y sus aliados reaccionarios para asumir el control de Afganistán, luego de la salida de las tropas soviéticas llamadas por Kabul para defender la integridad nacional ante el ataque de grupos armados organizados por la CIA, el Pentágono y sus aliados regionales en Asia Central y Occidente.

Con la retirada de los contingentes soviéticos y la anterior caída del gobierno progresista local, Afganistán devino campo de batalla entre las facciones vencedoras, lo que dificultaba los planes norteamericanos de cruzar el territorio con una red de oleoductos.

Fueron los talibanes los elegidos entonces para asumir la prevalencia en Afganistán, y Osama Bin Laden y su organización terrorista Al Qaeda, estructurada también a instancias de los Estados Unidos en la lucha contra los soviéticos, se transformaron en aliados predilectos del nuevo régimen, que impuso a la población local la adulterada y más extremista interpretación del Corán, la cual incluye entre sus dogmas la total postración social de la mujer.

El balazo en la cabeza que casi mata a la hoy Premio Nobel provino precisamente de ese grupo de factura Made in USA, devenido luego del 11 de septiembre de 2011 para Washington en un “enemigo mortal” por haber mordido la mano que tanto le alimentó y acarició.

Mientras, el hindú Kailash Satyarthi, presidente de la denominada Marcha Global contra el Trabajo Infantil, organización que ha logrado liberar a no menos de 80 000 infantes de la explotación laboral, rechazó en Oslo aceptar pasivamente “que el mundo sea tan pobre cuando sólo una semana del gasto global en armas es suficiente para llevar a todos los niños a las aulas”.

El orador demandó además redoblar los esfuerzos para cambiar la suerte de los 168 millones de pequeños que todavía están obligados a trabajar desde las más tempranas edades, según cifras de varias entidades internacionales.

De manera que el otorgamiento del Premio Nobel al cierre de este año nada tiene que ver con, por ejemplo, la cuestionada ceremonia de 2009, en que un jurado tal vez demasiado impresionable decidió galardonar al recién estrenado presidente norteamericano Barack Obama, sin dudas, como recompensa por prometer mucho… para luego incumplir casi todo.


Compartir

Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


Deja tu comentario

Condición de protección de datos