Cada vez que voy a Bayamo, algo muy usual, a veces más de una vez por año, suelo visitar el Museo Parque Nacional Demajagua con mi hija menor. En fecha cercana, por cuestiones de trabajo, dos ex alumnas devenidas colegas nos acompañaron. Para ellas, su primera ocasión en el lugar resultó impresionante.
A una de las reporteras le llamó la atención la histórica rueda dentada aprisionada por un jagüey. Días después del alzamiento del 10 de Octubre, le expliqué, el lugar fue bombardeado por una cañonera española que destruyó las instalaciones del ingenio, la casa principal y el barracón.
No se descarta de que tropas peninsulares, de paso por el lugar, hayan completado la labor destructiva del buque, a lo que luego se sumó las inclemencias del clima. Por entre una de las ruedas dentadas, caída al suelo, fue creciendo un jagüey. En todas las remodelaciones se ha respetado este detalle, ya emblemático.
Muchos ignoran que Demajagua no era la única propiedad de Carlos Manuel de Céspedes, quien en 1868 poseía otras 15 más, heredadas o adquiridas mediante compra, entre ellas la hacienda ganadera La Junta, unas 120 caballerías (cerca de mil 600 hectáreas) entre Media Luna y Niquero, y tres famosos corrales.
El ingenio Demajagua (y no La Demajagua, como se llama el poblado actual cerca del Museo Parque Nacional), tenía solo 18 caballerías. Desde que Céspedes fue su dueño absoluto, el área cultivable de caña pasó de tres caballerías a diez. De acuerdo con la prensa de la época sus tierras eran muy feraces.
Según el diario El Siglo (1867) el ingenio tenía una gran casa de tejas que albergaba una máquina de vapor de 30 caballos de fuerza y un moderno alambique. Dos pequeños trenes llevaban las mieles y el alcohol en una vía estrecha hacia el embarcadero, en la costa (sitio que hoy no pertenece al Parque Nacional).
Tal parece que Demajagua producía poca azúcar para autoconsumo y tal vez un pequeño excedente para vender en Manzanillo. Algunos autores hablan de un área dedicada a viandas y frutos, algo lógico en las haciendas de su tiempo.
La principal mano de obra del ingenio eran asalariados, de los que había más de 60. De los 53 esclavos que había registrado en 1866 solo quedaban unos 40 en 1868, 35 de los cuales eran mujeres dedicadas a labores domésticas, según investigaciones del historiador granmense Aldo Naranjo.
Céspedes poseía unos 200 esclavos en sus 16 propiedades. Mucho antes de 1868, en algunas de ellas, como en los tres corrales, les proporcionó rifles, mastines y caballos para combatir a los perros jíbaros, frecuentes aún hoy en la zona. Esto preocupó a las autoridades coloniales que le reprocharon “armar a los negros”.
Era tanta la productividad de sus trabajadores, tanto de los asalariados libres como la de los esclavos que con trabajo extra financiaban su futura manumisión, y la eficiencia de la maquinaria del ingenio, que Céspedes comenzó a contratar cañas de las haciendas vecinas para molerlas en Demajagua.
Hay malintencionados que pretenden demostrar la “ruina” de Céspedes con la hipoteca que pesaba sobre este ingenio. Olvidan que esa hipoteca era la garantía de un préstamo obtenido por el Padre de la Patria para financiar nuevas tecnologías aplicadas en su propiedad y que como toda transacción capitalista tenía un plazo de vencimiento.
La hipoteca vencía en 1873 y en 1868 Céspedes había pagado la letra de ese año. Por la bonanza de sus empresas algunos de sus coetáneos auguraban que pagaría las letras restantes antes del plazo. Si alguien en Manzanillo gozaba de holgura económica era Carlos Manuel de Céspedes.
Aun así lo abandonó todo por la libertad de Cuba. Libertó a sus esclavos que lejos de huir se incorporaron con él a la lucha, algo que no pasó con las dotaciones de Cienfuegos, Guantánamo y Trinidad años después, porque en esas regiones el hacendado cubano era sinónimo de látigo, cepo y mayoral.
También lo siguieron los negros y mulatos libres de la zona (quienes eran una abrumadora mayoría en 1868 dentro de la población afrodescendiente del Oriente cubano, como refleja el Censo de 1862), los campesinos blancos pobres y los hacendados patriotas.
Desde el portal de la casa señorial, Céspedes marcó un hito en la historia nacional cuando arengó a los casi 700 cubanos convocados allí: “Ciudadanos, ese sol que veis alumbrar por la cumbre del Turquino viene a alumbrar el primer día de libertad e independencia de Cuba”.
Y como él mismo afirmara en otra ocasión, a partir de entonces Cuba tiene que ser libre porque no puede ya volver a ser esclava.
Margot González González
23/10/24 12:04
Saludos mi pregunta es real mente está historia está bien contada. Se dice que libero a los esclavos viejos y a los nuevos los vendió será verdad Me gustaría saber gracias
monterroso
15/3/21 10:41
Y mi bisabuela se llamaba Elvira FIGUEREDO y era de Bayamo. Se casó en 1876. Ignoro si era de la familia de Perucho ¿Cómo saberlo?
miguel cespedes
30/3/18 16:45
Me interesa saber los nombes de los esclavos de Carlos Manuel de Cespedes.
Investigo la procedencia de los Cespedes en Panama
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