Quienes cada diciembre, ante las largas colas que motiva el Festival Latinoamericano, se asombran de la afición de los cubanos al cine, debieran recordar aquellos días de 1897, cuando en La Habana no se hacía más que hablar del “invento francés que está en el Prado”.
La primera exhibición cinematográfica en Cuba se efectuó el 23 de enero de ese año en un barracón ubicado a la derecha del teatro Tacón, hoy Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso (GTH), entre este y el cuartel de bomberos que entonces radicaba por allí. Es decir, en Prado y San Rafael.
El lugar de proyección, cuya entrada era por Prado, no debió ser muy amplio, si nos atenemos a las crónicas de la época. Un testigo excepcional lo comparó con el vestíbulo del GTH, tras su remodelación a inicios del siglo XX.
Al principio, los habaneros, sin haberlo visto, valoraron “el invento francés” con suspicacia. Ya habían pasado por la urbe espectáculos como las siluetas, los dioramas y el kinetoscopo de Edison. Pero quienes asistieron a la primera exhibición quedaron hipnotizados.
Una publicación de la época, el Diario de la Marina, al reseñar el acontecimiento afirmó que lo más celebrado por los asistentes habían sido los cortos noticiosos: el desfile de los coraceros, una tempestad en el mar, la Puerta del Sol en Madrid y la llegada del zar ruso a París .
¿Censura del editor? ¿Manipulación del reportero? ¿Política editorial del matutino más reaccionario de Cuba, enemigo del independentismo? Lamentablemente, la historiografía no responde esas interrogantes y solo deja espacio a la especulación.
Quienes asistieron a la premier del cine en Cuba, al igual que toda La Habana, rió de lo lindo con las ingenuidades de La Marina, pues lo que todos comentaban de la velada eran los cortos humorísticos: El sombrero cómico, El regador regado, La salida del tren, El partido de naipes.
La noticia se regó por toda La Habana y las colas para comprar los boletos prefiguraron estas que vemos hoy en las citas fílmicas de diciembre o para el Festival de cine francés.
Los patrocinadores, para que no decayera el embullo, apelaron a otro recurso. El 7 de febrero de ese mismo año filmaron un corto, Simulacro de incendio, que tiene el privilegio de ser el primer título, cronológicamente hablando, de la industria cinematográfica cubana.
En un minuto, se contemplaba a la actriz española María Tubau y al cuerpo de bomberos, cuyo cuartel se ubicaba aledaño al lugar de proyección, con el equipamiento de la época, en una maniobra.
Pronto los bomberos tuvieron que ir en rescate del cine y no precisamente en un simulacro fílmico. El 16 de marzo de1897 se incendiaron las sábanas sobre las que se proyectaban las películas y las llamas llegaron a las primeras butacas. Parte del mobiliario quedó inutilizado.
El primer salón cinematográfico adecuado fue el hoy teatro Martí, que sus dueños adaptaron para el séptimo arte en el mismísimo 1897. La primera sala especialmente construida para la proyección de filmes se erigió en 1902 en Calzada del Cerro y Palatino.
Después vendrían Rodolfo Valentino y sus viudas, Canillitas (apodo que los cubanos pusieron a Chaplin) y sus geniales cortos, el primer cine sonoro, Lo que el viento se llevó, Casablanca, el cine cubano…, pero como diría el novelista alemán Michael Ende: “Eso es otra historia”.
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