Los combatientes del Directorio Revolucionario (DR), brazo armado de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), siempre tuvieron entre sus objetivos el asalto al Palacio Presidencial, madriguera donde se alojaba el tirano Batista. Solo la falta de armamentos idóneos les impidió por años ejecutar esa acción.
A mediados de 1956, el movimiento estudiantil había llegado al máximo de radicalización. El paso inmediato y superior era ir hacia Fidel, con quien firmó José Antonio Echeverría, en nombre de la FEU, la Carta de México, una verdadera declaración de lucha armada a muerte contra la tiranía.
Según testimonio de Faure Chomón, jefe de Acción del DR, con la incorporación de Evelio Prieto Guillama y Eduardo García Lavandero a la organización, quienes aportaron un precioso arsenal, comenzaron a reconsiderar el viejo plan de tomar por asalto a la mansión ejecutiva.
Según explicara Faure a la revista Bohemia en marzo de 1959, dentro del levantamiento popular que tenían en mente, la acción principal contemplaba que un comando de 50 hombres, bajo la jefatura de Carlos Gutiérrez Menoyo, asaltara el Palacio Presidencial.
Otro comando, de más de 100 hombres, protagonizaría la operación de apoyo en la que serían tomados los edificios que rodean el Palacio, donde se emplazarían ametralladoras calibre 30 para barrer con su fuego la azotea de la mansión ejecutiva y sus pisos más altos.
Un tercer comando tomaría Radio Reloj para difundir la noticia de la muerte de Batista, lo que desmoralizaría a las fuerzas de la tiranía y minimizaría su capacidad de reacción. A la vez, se arengaría al pueblo a incorporarse a la insurrección.
Según afirma Faure, “lo de Palacio no se hacía para ajusticiar a Batista, eso es un elemento secundario, queríamos detenerlo, juzgarlo ante el pueblo, e iniciar una sublevación armada, con una participación popular activa”.
Se instaló un sistema de chequeo que seguía al dictador Batista desde que salía del cuartel de Columbia (hoy Ciudad Libertad) hasta Palacio (hoy Museo de la Revolución).
Los integrantes del comando principal (Palacio) se acuartelaron en dos apartamentos alquilados en un edificio que se halla al final de un callejón donde convergen las calles 21 y 24. A José Antonio lo habían ubicado en un sótano en 19 entre B y C, también en el Vedado.
A las once de la mañana del 13 de marzo de 1957, el grupo de chequeo precisó que el tirano permanecía en Palacio. “Sin perder un minuto de tiempo –asevera Faure Chomón–, dimos la orden de estar listos para iniciar la acción”.
Mientras la caravana del comando de Palacio transitaba por las calles de La Habana, tres automóviles partían del sótano de la calle 19 rumbo al edificio Radiocentro, donde se ubican los estudios de Radio Reloj.
En Palacio, Carlos Gutiérrez descendió de su carro y en un movimiento tan rápido que desconcertó a la posta, se situó entre las arcadas de la puerta de la calle Colón y fulminó a la guardia. Como un semidios forjado en el combate, arrasaba con toda resistencia a su paso. Junto con él entró un pequeño grupo.
En Radio Reloj, José Antonio solo pudo decir parte de su discurso. Ante la certeza de que la transmisión se había ido del aire, abandonaron la emisora. Junto con Fructuoso Rodríguez, Joe Westbrook y otros compañeros el Presidente de la FEU marcha a la Univesidad, donde le esperaban un grupo de combatientes.
En Palacio, el grupo encabezado por Carlos Gutiérrez llegó hasta el Salón de los Espejos. El despacho del dictador estaba vacío. Trataron de hallar un pasadizo secreto que, según decían, unía el despacho de Batista con el tercer piso. No lo encontraron.
A la salida de Radio Reloj, al auto en que iba José Antonio lo detuvo un tranque de guaguas en la calle L. Cuando al fin atravesaron la entonces doble vía, chocaron con una microonda. El líder estudiantil se enfrentó a los patrulleros. Pero una ráfaga lo fulminó.
En Palacio, al salir del despacho de Batista, los atacantes trataron de llegar al tercer piso. Las fuerzas del dictador se habían reorganizado y desde arriba les disparaban despiadadamente. Para colmo, los revolucionarios ya estaban cortos de municiones. Y el programado grupo de apoyo nunca apareció.
A Carlos Gutiérrez le impactó una ráfaga procedente del tercer piso. Ante la muerte del jefe militar y la total carencia de parque los atacantes determinaron retirarse. José Machado, Machadito, cubrió la retirada.
Para Faure, con el levantamiento del 13 de marzo, el DR cumplía con el compromiso de José Antonio con Fidel al suscribir la Carta de México. Si no hubiera caído en combate, afirma, “José Antonio habría marchado a Palacio, donde su presencia hubiera cambiado la situación.”
“Su prestigio revolucionario habría convocado a todas las fuerzas dispersas por los alrededores, empujando a los indecisos o impulsándolos para rescatar el camión con las armas de la operación de apoyo”, añade.
“Hoy estaríamos recordando otra más grande batalla que la que dio aquel 13 de marzo. Para José Antonio era también una cuestión de honor cumplir su compromiso como lo hizo, hasta caer en combate. Aunque Fidel prefería que hubiese estado en la Sierra Maestra con él”.
Ana Isabel
13/3/17 11:12
Hoy se cumplen 60 años de aquella acción heróica de José Antonio Echeverría y un grupo de jóvenes que como él lucharon por cambiar la Cuba gobernada por el dictador Fulgencio Batista ,que tanto luto trajo a nuestros hogares. A los jóvenes de hoy nos toca continuar por esa trinchera forjada con sangre recondando siempre nuestro legado histórico y nuestros mártires.
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