Puede decirse que con el estallido, en julio de 1936, del traicionero golpe franquista contra la República Española, comenzó a expresarse la solidaridad cubana con los patriotas. Esta no se limitó a la participación de centenares de combatientes en las trincheras republicanas: abarcó la remisión de cargamentos de azúcar, leche, ropa, medicinas, dinero y otros bienes reunidos por el pueblo, en cuestaciones en las que se daba parte de lo que se tenía, y entre otros aportes, la fundación de la Casa Cuba en Sitges, resultado de la campaña en favor del niño español que tanta simpatía despertó en nuestro pueblo.
La fervorosa solidaridad cubana debía manifestarse a escondidas, de espaldas a gobiernos reaccionarios y a la vigilancia y el espionaje de falangistas que actuaban en Cuba y tenían su sede en el reaccionario Diario de la Marina y en algunas retrógradas cabezas de la Iglesia Católica que no vacilaron en colocar grandes retratos de "El Caudillo" entre los santos de la sacristía.
No faltaron momentos especialmente álgidos, como cuando el gobierno cubano de entonces negó derechos a desembarcar en la bahía de La Habana a una nave cargada de niños españoles, refugiados de guerra que siguieron para el México de Lázaro Cárdenas. La protesta popular cubana se hizo presente en el puerto y en todo el país.
La solidaridad cubana con la república se inició, pues, desde el estallido de la insurrección franquista.
Pronto hubo cubanos en las filas leales. Algunos vivían o estaban temporalmente en España, otros fueron de Estados Unidos u otros países. Desde Cuba se organizó el viaje de centenares de voluntarios. La comisión para organizar a los futuros brigadistas, creada por el Partido Comunista, estaba encabezada por Ramón Nicolau González e integrada, según escribiera el propio Nicolau, además, por Víctor Pina Cardoso y el Dr. Luis Alvarez Tabío, por el Partido, y Emilio Laurent Dubet, quien había sido jefe de la expedición antimachadista de Gibara, en 1931, y primer Jefe de la Policía Nacional a la caída de la tiranía de Machado, en 1933; así como también por José Martínez Méndez, radical de procedencia auténtica y otros compañeros.
Aunque entre los brigadistas figuraban muchos militantes del Partido Comunista, no eran pocos los de otras definiciones como "Joven Cuba", o compañeros sin militancia que simpatizaban con la causa española.
Hasta la fecha, el estudio más completo publicado en Cuba se debe a un equipo del Instituto de Historia que dirigió el propio Nicolau e integraron María Luisa Lafita Juan, Marcelino Arozarena, los historiadores Erasmo Dumpierre, Astrid Barnet, Aleida Monal y Ana Núñez Machín.
En él se recoge la actividad de la comisión que organizó el contingente cubano, que abarcaba todo el país en su campaña de promoción y tuvo como sede los hoteles "Lincoln" y "Monserrate", en La Habana. Se llegó a programar algunas prácticas militares con los futuros combatientes. El viaje se hacía en compañías inglesas y barcos españoles que llevaban a los "pasajeros" supuestamente a la exposición de París o bajo otros pretextos. Ya en Francia, el Partido Comunista de ese país se hacía cargo de ellos y en coordinación con su similar español, se les trasladaba a la Península.
Si ningún tramo del viaje era fácil, pues la vigilancia y la hostilidad los perseguían, éste lo era mucho menos: había que escalar los Pirineos, en largas caminatas que duraban de 18 a 20 horas, hasta una aldea nombrada Siete Casas y de allí, en camiones, hasta el Castillo de Figueras, en Cataluña.
El número de cubanos que luchó en España no ha sido determinado con exactitud, ni parece que sea posible hacerlo. La cifra debe ascender a unos mil o más. El conteo no es fácil ya que algunos no partieron de Cuba, sino de Estados Unidos u otros países, o ya residían o estaban temporalmente en España. Incluso, cuando el Gobierno Republicano, aceptando presiones de Occidente —mientras fascistas alemanes e italianos no dejaban de atacar a la República—decidió la retirada de las brigadas, no todos los cubanos volvieron: no pocos se sumaron al Ejército republicano.
Nuestra Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana —que preside el Comandante de la Revolución Juan Almeida, a la que pertenecen por derecho propio los veteranos de España— tiene en sus filas a cinco de estos internacionalistas, únicos supervivientes en Cuba: Gilberto Acosta Ávila, Casimiro Jiménez Medina, Rosendo Camps Mata, Gaspar González Rodríguez y José Fernández Souto. El investigador español Manuel Milanés, quien visitara nuestro país en fecha reciente, publicará un libro sobre el tema.
Son cinco ancianos cubanos —la guerra se inició, como sabemos, hace siete décadas— que vivieron el horror, el heroísmo y la belleza de la lucha por la libertad española. Cinco cubanos que pelearon, fusil en mano, contra el fascismo. Cinco que oyeron y cantaron seguramente las canciones de la Guerra –quizás entonadas por Paul Robenson— vivas en la memoria de los revolucionarios cubanos, tales como las conservan las crónicas de Alejo Carpentier y su novela "La Consagración de la Primavera", los relatos de Nicolás Guillén y Juan Marinello, y que se cantaron en Cuba como recuerdo de aquella memorable lucha.
Pablo de la Torriente es en gran medida el símbolo de estos hombres, ejemplo de valor, de decisión, de coraje. En la guerra fue Comisario Político del Primer Batallón Móvil de Choque y estuvo a las órdenes de otro cubano memorable, Policarpo Candón, Jefe de Batallón —posteriormente caído también en combate—, codo con codo con el gran poeta Miguel Hernández—. Pablo había ido como periodista. Murió en la defensa de Madrid, el 18 de diciembre de 1936. Es imposible dejar de citar la elegía de Hernández:
De una forma vestida de preclara
has perdido las plumas y los besos,
con el sol español puesto en la cara
y el de Cuba en los huesos.
El contingente cubano era grande y diverso. Precisamente fue Candón el cubano que obtuvo más alta graduación. Había nacido en Cádiz, vino a los dos años de edad a Cuba y aquí llegó a ser aguerrido combatiente contra Gerardo Machado y contra Fulgencio Batista. La Guerra de España sería el escenario de su mayor gloria.
En las trincheras estuvieron el músico Julio Cuevas—autor de composiciones cubanas tan populares como Son de Almendra y El Marañón, quien dirigía una banda de música del Ejército Republicano, y el Comandante Jorge Agostini, quien mandó un submarino republicano. Las balas fascistas no pudieron liquidar a Agostini; lo haría, en Cuba, el dictador Fulgencio Batista, en 1955. Boxeadores, como el legendario Isidro Díaz Gener, quien después también fue combatiente de Playa Girón; peloteros como Basilio Cueria, convertido en Capitán de ametralladoras; médicos como Luís Díaz Soto o Julián Fernández García, antecedentes de los médicos internacionalistas de hoy. Y tantos otros.
Pelayo Cordero Nicot, a quien se le conocería como Sergio Nicols, era un joven da Baracoa que se destacaba por su excelente voz y condiciones para el canto lírico. Como parte de su familia vivía en España, pues allá lo mandaron a estudiar. En 1936, el joven tenor dejó la zarzuela por las armas. Al terminar la guerra, tras el agónico periplo de los campos de concentración en Francia que casi todos sufrieron, volvió a Cuba donde ejerció la crítica sobre radio en las páginas de "Hoy", hasta que éste fue clausurado. Después del triunfo de la Revolución trabajó en el Instituto Cubano de Radio y Televisión.
La presencia femenina fue numerosa y aportó enfermeras y combatientes como Pía Mastelari Maecha, Nerina Luque, María Luisa Lafita y otras que en España tendrían el apoyo de la italiana Tina Modotti —inolvidable compañera de Julio Antonio Mella— y otras combatientes entre las que se encontraba la joven María Valero, luego estrella de la radio en Cuba.
Veinte años después de la caída de Madrid triunfó la Revolución Cubana. Fue como una compensación de la historia para los combatientes de la Guerra Civil. Una confirmación de sus ideas y un reconocimiento a sus vidas. Los sobrevivientes se sumaron a ella. Cubanos o españoles, los ex combatientes aparecieron en primera línea.
Antes, en los preparativos de la Libertad, sobresalió el Comandante Alberto Bayo, nacido en Cuba y criado en España, quien participó como piloto de combate en la contienda antifascista y después adiestró en las tácticas de guerra de guerrillas en tierras mexicanas a los expedicionarios del yate Granma, encabezados por Fidel Castro.
Después del triunfo de Enero de 1959, entre los cubanos estaban Manuel del Peso, ya fallecido. Y Gaspar González Rodríguez, quien peleó en una Brigada de Carabineros del Batallón 51 y es hoy uno de los escasos sobrevivientes de la gesta.
De los poetas españoles vino un inolvidable libro: España canta a Cuba. Nuestra Revolución no solo era antifranquista por definición: muchos la sintieron justamente como la continuidad de su lucha. Una justa compensación de la Historia
Tan temprano como el 20 de enero de 1960, Cuba expulsó al embajador franquista Juan Pablo Lojendio por su irrupción violenta y grosera en histórica comparecencia televisiva de Fidel Castro.
Desde la Unión Soviética y otros países vinieron viejos combatientes a ayudar a Cuba. Entre estos, recordamos a Francisco de Ciulat Miguel, conocido por "Comandante Angelito", Ramón S. Vidal, el Comandante Roca, José María Galán, Manuel Márquez, Pedro Atienza. Y en otras esferas, González Jerez, comentarista y periodista destacado, José Forné Farreres –tan leído en su página semanal de Verde Olivo, además de maestro de periodistas—, Julián Iglesias, periodista de la revista "Bohemia" y traductor.
Es sumamente difícil recordarlos a todos pero no puedo dejar de mencionar a Mansilla, profesor de Economía Política, quien dio clases nada menos que al Comandante Ernesto Che Guevara, y años después impartiría cursos en nuestra Escuela Nacional del Partido "Ñico López".
Sobre los que trabajaron como asesores militares, el periodista Eduardo Yasells prepara un libro de próxima aparición, que vendrá a cubrir un vacío de nuestra historia contemporánea que merece ser recordado.
parapentemoa
8/5/18 0:00
con el sol español puesto en la cara
y el de Cuba en los huesos.
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