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viernes, 22 de noviembre de 2024

La Pascua Sangrienta

Tristemente célebre operación "Regalo de Navidad" protagonizada por sicarios del ejército de Batista

Luis Pavón Massó en Exclusivo 23/12/2011
11 comentarios
Monumento erigido a los Mártires de las Pascuas Sangrientas
Monumento erigido a los Mártires de las Pascuas Sangrientas en la ciudad de Holguín.

Aunque se ha dicho alguna vez, y en efecto lo parezcan, los asesinatos cometidos desde el 22 hasta el 25 de diciembre de 1956 no fueron obra de un loco ni producto simple de mentes desquiciadas. Fueron la ejemplificación de los métodos del gobierno despótico de Batista, de cuño imperialista. Para ello había creado, con asesoría yanqui, el Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC), y antes, el SIM y el SIR. La Guardia Rural y la Policía y cuerpos para militares como los llamados “tigres” de Masferrer no tenían otro oficio que reprimir a mansalva.

Así cayeron bajo su férula los asesinados de la Pascua de 1956, hará este año cincuenta y cinco de los hechos. Cuando una llamada nocturna a la puerta era símbolo de terror.

El desembarco del Granma y la realidad de que Fidel sobreviviera y parte de la guerrilla subsistiera —aunque el gobierno lo negara una y otra vez— conquistaban la adhesión de nuestro pueblo. En el norte de la provincia de Oriente, cerca del centro insurrecto, en zona de poderosos intereses capitalistas, muchos de ellos norteamericanos, la tiranía se propuso mantener el orden. Un frío asesino, el Coronel Cowley Gallegos, había sido nombrado allí jefe de la tropa. Sólo unos días después del desembarco del Granma —ocurrido el 2 de diciembre del 56— Cowley ordenó la masacre,

Desde días antes, numerosos revolucionarios fueron detenidos y apaleados.

Pedro Días Cuello, de 26 años de edad, fundador del Movimiento 26 de Julio en Holguín, era de los jóvenes más destacados. Estudiaba en la Escuela de Comercio y al mismo tiempo trabajaba en los manantiales “El Fraile”. Martiano vehemente, fidelista consecuente, permanecía en la ciudad, por órdenes de Frank País, que consideraba que allí tendría marco de acción de máxima utilidad. En efecto, Pedro logró fomentar las filas del movimiento, mantener su autoridad y robustecerla, conquistar en la zona un alto prestigio. Pertenecía a la Unión de Jóvenes Martianos, donde se agrupaban ortodoxos, socialistas y de otros credos en torno a las ideas del Apóstol. Su última intervención radial fue en el programa que mantenía la juventud martiana.

Porque Martí estaba en el ideal de aquellos jóvenes. 

Pedro resultó detenido en varias ocasiones, la última vez sería el 26 de diciembre del 56. Al día siguiente, fue encontrado en las cercanías de Holguín, muerto, previamente torturado y colgado de un árbol.

Como otros crímenes, en este el ensañamiento era absoluto.

El 26 de diciembre, el militante comunista Jesús Feliú había sido igualmente detenido. Era un modesto tabaquero que amaba a su patria y a la clase obrera. Tenía cuarenta años de edad, una familia por la que responder y una militancia insobornable. Se le llevó a la cárcel en múltiples oportunidades incluso en los días del ataque al Moncada. Nada hizo al militante vacilar a la hora de levantar la bandera del proletariado y la lucha contra la tiranía. Salvajemente lo asesinaron en la Pascua Sangrienta.

La geografía del norte de la antigua provincia de Oriente pareció víctima de un cataclismo. Como los señalados, cada uno de los veintitrés asesinados tenía tras sí una historia de dedicación a la revolución y a la patria. Como ellos cayeron asesinados los dirigentes azucareros Loynaz Hechavarría, Alejo Tomás, Enrique Morgan y Héctor Infante; el tabaquero William Aguilera; los obreros agrícolas Antonio Perodín, José Marcial Pérez, José Mendoza, Isaac Hernández Oliver; el obrero de la Nicaro Nickel Company Rafal Orejón; el dirigente de los ómnibus Luis Peña; el enfermero Ramón Téllez; trabajadores como Luis Sera Moreno, Gilberto González Rojas, Ángel Valerio Consuegra, Manuel Aquiles Espinosa, Thelmo Esperance, Pelayo Cusidó, Silverio Núñez y Armando Guzmán. Cada uno, un baldón para sus asesinos y el régimen que los sostenía. 

Ante el escándalo, que llegó a ser internacional, Cowley Gallegos señaló cínicamente: Sobre estos temas, pregunten al Presidente Batista o al Jefe del Ejército”. Esta declaración revelaba cómo los crímenes habían sido conocidos y respaldados por el Gobierno batistiano. Cowley fue mantenido en el cargo. Desde él cometería otros asesinatos, como el de los 16 expedicionarios del Corinthia. Un año después, el asesino fue ajusticiado por un comando revolucionario.

Los nombres y el ejemplo de los caídos quedan, flamantes, como banderas invencibles para siempre.


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Luis Pavón Massó

Se han publicado 1 comentarios


Roy
 25/12/11 16:40

Excelente revista, soy asiduo visitante de todos sus informativos. Les felicito. A continuar renovando y dando todo por el todo para el bienestar del pueblo cubano lo que es interés nuestro. Viva Cuba, viva su revolución. Les saludo afectuosamente

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