Solo 13 mujeres ostentan el Premio Nobel de la Paz. Una de ellas es la mundialmente famosa Madre Teresa de Calcuta, de nacimiento Agnes Goinxha Boyaxhiu, venida al mundo en Albania, el 26 de agosto de 1910 y fallecida el 5 de septiembre de 1997.
La religiosa estuvo en Cuba dos veces. En la primera, no rebasó una breve estancia de tránsito en el aeropuerto José Martí y en la segunda, de varios días, departió con el Comandante en Jefe Fidel Castro, a quien le obsequió una imagen de Nuestra Señora Milagrosa esculpida en marfil.
Esa histórica visita de la Nobel de la Paz se efectuó el 8 de julio de 1986. Momentos en que participó, además, en varias actividades religiosas organizadas en su honor. De aquellos días en la Isla quedan varios testimonios de autoridades eclesiásticas que compartieron con la humilde mujer que consagrara su existencia a los pobres del mundo, sin distinción de raza, lengua, cultura, religión e ideología.
“La primera vez que la vi fue en la Casa sacerdotal de La Habana. Ella fue a hablar a los sacerdotes reunidos en el salón de actos. Iba acompañada de otra Misionera de la Caridad. Era una mujer encorvada que levantaba la mirada para poder ver al interlocutor. Me llamó la atención el tono de voz, la mirada serena y profunda y los dedos de los pies totalmente unos sobre otros”, recuerda el obispo Emilio Aranguren, actual presidente de la Conferencia Episcopal de Cuba.
Fidel Castro, quien fuera su anfitrión en su estancia en La Habana, en un discurso durante la inauguración del Convento de la Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida, el 8 de marzo del 2003, hizo referencia a la labor humanitaria de la Madre Teresa de Calcuta y las facilidades que recibiera en Cuba para poder ejercer su labor de caridad:
“Lo mismo había hecho años antes la famosa madre Teresa de Calcuta mundialmente conocida, que como otras Órdenes de ese carácter recibieron permiso para realizar en Cuba sus actividades, generalmente consagradas a prestar servicios de gran valor humano en asilos, centros hospitalarios, de asistencia social y otras instituciones similares; trabajos, como regla, muy duros y abnegados, que jamás dejaron de recibir reconocimiento, gratitud y apoyo en nuestro país”.
La huella dejada en Cuba traspasó su presencia física. Tras su fallecimiento, y en recordación a lo mucho que hizo por los desheredados de esta Tierra, en 1999 le fue erigido un monumento en bronce en un jardín dedicado a ella, que se encuentra en la parte posterior del convento de San Francisco de Asís.
Una creación del escultor José Villa Soberón, y “reflejo de la intensa espiritualidad y la suprema humildad de aquella gran mujer, en un mundo martirizado por la pobreza, la guerra y el dolor”, como afirmó Eusebio Leal Spengler, Historiador de La Habana, el día de la inauguración.
De la vida austera y consagrada a los demás de la Madre Teresa de Calcuta se guardan muchas anécdotas y se atesoran frases célebres:
“El que no vive para servir, no sirve para vivir”.
“La revolución del amor comienza con una sonrisa. Sonríe cinco veces al día a quien en realidad no quisieras sonreír. Debes hacerlo por la paz”.
“A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota”.
“Cuando la puerta de la felicidad se cierra, otra puerta se abre, pero algunas veces miramos tanto tiempo aquella puerta que se cerró que no vemos la que se ha abierto frente a nosotros”.
Al recibir el Premio Nobel de la Paz, en 1979, la Madre Teresa de Calcuta ratificó su ideal de bondad y ayuda al prójimo en un hermoso discurso: “Permítanme agradecer a Dios por la oportunidad que tenemos de estar hoy todos juntos, por el regalo de paz que nos recuerda que hemos sido creados para vivir en esa paz, y que Jesús se hizo hombre para traernos esa buena noticia a los pobres.
”Él murió en la cruz para mostrar un amor superior, y murió por ti y por mí y por ese leproso y por ese hombre muriendo de hambre y aquella otra persona desnuda yaciendo en la calle, no sólo de Calcuta, sino de África, Nueva York, Londres y Oslo, e insistió en que nos amáramos los unos a los otros como Él nos ama a cada uno de nosotros”.
El 4 de septiembre de 2018, a un día de cumplirse 19 años de su muerte, fue canonizada por el Papa Francisco y convertida en santa ante la presencia de más de 100 000 personas que se congregaron en la plaza de San Pedro.
Al fallecer, en 1997, la madre Teresa de Calcuta había abierto, en 123 países, 610 misiones de las Misioneras de la Caridad, una congregación para la que había obtenido el permiso del Vaticano en 1950 y cuya declaración de intenciones era permanecer al lado de los más necesitados: “Cuidar a los hambrientos, los desnudos, los que no tienen hogar, los lisiados, los ciegos, los leprosos, toda esa gente que se siente inútil, no amada, o desprotegida por la sociedad, gente que se ha convertido en una carga para la sociedad y que son rechazados por todos”.
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