Clodomira Acosta Ferrales, a sus veinte cortos años, se movía rápido por toda la Sierra Maestra y no había lugar por difícil que fuera al que sus pies de andarina incansable no llegaran. Esas cualidades, unidas a su inteligencia y discreción, le ganaron la confianza de Fidel, que la convirtió en la principal mensajera de la Columna 1 José Martí.
Lidia Doce Sánchez tenía 20 años más que Clodomira. Era una mujer madura de 42 años que no dudó sumarse a las tropas del Ejército Rebelde y bajo las órdenes del Che se convirtió en una persona de su absoluta confianza.
De Clodomira, quien nació en el Cayayal, Manzanillo, el 1 de febrero de 1936, Fidel dijo que era una mujer de "una inteligencia natural grande" y "una valentía a toda prueba". Dos anécdotas retratan de cuerpo entero a esta campesina pequeña y enjuta, pero de una enorme voluntad.
Una de ellas fue que, cuando cayó prisionera del asesino Sánchez Mosquera, quien ordenó que la pelaran al rape y la encerraran, ella prendió fuego a unas mochilas que se encontraban a su alcance y aprovechó la confusión reinante para huir. Tras atravesar varios poblados, se reincorporó a las fuerzas guerrilleras.
La otra, la contaba Celia Sánchez, referente a una delicada misión cumplida por Clodomira: "Fidel tenía interés en conocer lo que sucedía en el Escambray, qué gente se había alzado allí y cómo se desarrollaban los acontecimientos en aquella zona; en fin, que era necesario averiguarlo y no encontrábamos la forma de conectarnos o de averiguar qué pasaba allí. Allí fue Clodomira, pues era una campesina muy determinada. Ignoro cómo hizo contacto con aquella gente, pero averiguó todo. No registró todo el Escambray porque no tenía permiso de Fidel".
Mientras que, de Lidia Esther Doce Sánchez, quien nació el 27 de agosto de 1916, en el actual territorio holguinero de Velazco, el Comandante Ernesto Che Guevara, tan parco en elogios afirmó:
“Cuando evoco su nombre hay algo más que una apreciación cariñosa hacia la revolucionaria sin tacha, pues tenía ella una devoción particular hacia mi persona (…) llevó a Santiago de Cuba y a La Habana los más comprometedores papeles, todas las comunicaciones de nuestra columna, los números del periódico El Cubano Libre; traía también el papel, traía medicinas, traía, en fin, lo que fuera necesario…”.
Por diferentes caminos ambas llegaron a La Habana casi de manera simultánea. Lidia, con órdenes del Che, arribó a la capital a finales de agosto de 1958. Mientras Clodomira, con indicaciones expresas de Fidel, llegó apenas días más tarde, el 10 de septiembre.
En la noche del 12 de septiembre de 1958, la policía batistiana irrumpe en la casa donde estaban escondidas ambas, junto a un grupo de revolucionarios del ultramarino pueblo de Regla, que eran buscados por el ajusticiamiento días atrás de un connotado chivato, conocido como Manolo, el Relojero.
Los jóvenes Alberto Álvarez, de 21 años; Leonardo Valdés, de 23; Onelio Dampiel, de 22; y Reinaldo Cruz, de 20 años son ametrallados salvajemente. Mientras a Lidia y a Clodomira las trasladan a golpes y puntapiés por la cabeza y por todo el cuerpo, literalmente arrastradas, hasta la 11na Estación de Policía y luego a la tristemente célebre Quinta Estación, bajo las órdenes del asesino Esteban Ventura.
Había comenzado el calvario para ambas mujeres. Siguieron días de tortura inmisericorde sin que Lidia y Clodomira pronunciaran una palabra de delación o se rindieran. Uno de sus asesinos confesó la valiente actitud asumida por las revolucionarias:
“El día 13 de septiembre –narró el matón- Ventura las mandó a buscar conmigo (…) Al bajar del sótano que hay allí y empujarla Ariel Lima, Lidia cayó de bruces y casi no se podía levantar por lo que este la golpeó con un palo, los ojos se le saltaron al darse contra el contén de la escalera. Clodomira se me soltó y le fue arriba a Ariel arrancándole la camisa y clavándole las uñas en el rostro, traté de quitársela y entonces se viró y saltó sobre mí (…) tuvieron que quitármela a golpes”.
Luego, al no hablar, pasaron a manos de otro asesino del régimen, el jefe de servicio de Inteligencia Naval, Julio Laurent, quien intentó doblegarlas mediante salvajes torturas por técnicas de ahogamiento en el mar.
A Lidia llegaron a sumergirla dos veces, la última casi sin vida. Clodomira murió un rato después.
Y aunque la fecha exacta se desconoce, igual que el lugar donde fueron arrojados sus cuerpos, se presume que fueron asesinadas el 17 de septiembre, hace ahora exactamente 60 años, y arrojadas a las profundidades marinas.
De ellas, Fidel dijo: “Mujeres heroicas. Clodomira era una joven humilde, de una inteligencia y una valentía a toda prueba, junto con Lidia torturada y asesinada pero sin que revelaran un solo secreto ni dijeran una sola palabra al enemigo”.
En tanto, el Che, acerca de tan dignas y valiente cubanas, afirmó: “Sus cuerpos han desaparecido, están durmiendo su último sueño, Lidia y Clodomira, sin dudas, juntas, como juntas lucharon en los últimos días de la gran batalla por la libertad (...) Dentro del Ejército Rebelde, entre los que pelearon y se sacrificaron en aquellos días angustiosos, vivirá eternamente la memoria de las mujeres que hacían posible con su riesgo cotidiano las comunicaciones por toda la isla, y entre todas ellas, para nosotros, para los que estuvimos en el frente número uno, y personalmente para mí, Lidia ocupa un lugar de preferencia”.
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