Durante más de un siglo, las polémicas sobre la conveniencia del Pacto del Zanjón propuesto por el general español Arsenio Martínez Campos a los revolucionarios independentistas cubanos aún no ha sido clausurada.
Para muchos estaba clara la opción de 1878, tras diez años de heroica contienda en desiguales condiciones contra la ocupación de las fuerzas de la metrópoli española: era la paz o la independencia, porque para eso habían luchado denodadamente, sacrificado familias enteras, y prácticamente empobrecido más de la mitad del país.
Se anhelaba la paz, si, pero con independencia y la abolición definitiva de la oprobiosa esclavitud, lo cual sería el primer peldaño para lograr una república con justicia social, razón por la cual millares de criollos de todos los colores y posiciones sociales salieron de sus haciendas o barracas para empuñar el machete y el fusil redentores.
Pero eso no estaba tan claro para todos, e incluso para muchos, según algunos historiadores, pues de lo contrario no hubiera sido mayoría de los jefes y oficiales del glorioso Ejército Libertador que España logró engatusar con su propuesta por intermedio del astuto recién nombrado Jefe de Operaciones de las fuerzas de ocupación, venido desde la Península con fama de pacifista en la guerra carlista. .
El plan de Martínez Campos se proponía crear la confusión y ahondar la desunión en las filas mambisas, cesar los combates con la deposición definitiva de las armas insurrectas, facilitar la salida de los jefes militares rebeldes, introducir pálidas reformas en la arcaica administración de la isla y sentar condiciones para el auge de las tendencias autonomistas e integristas, todo lo cual permitiría que la Perla de las Antillas siguiera fiel a la autoridad y administración de la madre patria.
El centro de la política de Martínez Campos era la combinación de acciones bélicas con concesiones y promesas reformistas.
Premisas objetivas y subjetivas existían entonces en el campo de la Revolución para que el estratega militar y político español ordenase sus piezas en el tablero con el fin de dar jaque mate a los adversarios independentistas.
Sabía que cada vez se les hacía más difícil la entrada de expediciones desde el exterior que incrementaran el arsenal y logística de los insurrectos, pues la armada española, auxiliada por los servicios de agencias del gobierno de Estados Unidos, estaban a la caza de impedir que desde el norte-ya primer comerciante y proveedor de armas y municiones- se nutrieran las fuerzas cubanas.
No era ajeno al debilitamiento político y moral entre los partidarios de la revolución armada, cuestión que conocía venía desde poco después del alzamiento de Yara y tuvo un momento fatal en la destitución del Primer presidente de la República, Carlos Manuel de Céspedes.
Conocía también de las rivalidades entre la Cámara de Representantes y los jefes militares más descollantes, de las indisciplinas y contradicciones entre los luchadores independentistas, además del regionalismo que, entre otras desgracias, facilitó las sediciones de Laguna de Varona y de Santa Rita, e impidió la consumación de la campaña invasora proyectada por el estratega Máximo Gómez, vía para inmiscuir a todo el centro y occidente en la guerra revolucionaria. .
En el terreno militar insurrecto tampoco las cosas iban del todo bien en los últimos años, a pesar de las recientes victorias del General Vicente García con la toma de Las Tunas, y de Antonio Maceo en la jurisdicción de Santiago de Cuba –Guantánamo. entre ellas las acciones de San Ulpiano, donde asesta una terrible derrota al famoso batallón San Quintín días antes del Pacto. En Holguín y Camaguey, en cambio, el regionalismo fructificó en acciones divisionistas y baja de la moral combativa, principal recurso revolucionario para oponer a los promotores del pacifismo y agoreros del fracaso insurreccional.
Al finalizar el año 1877 en las filas mambisas se respiraba un aire cargado de indisciplinas y entreguismo, “desastroso” lo calificó Máximo Gómez, quien lo dejó claramente explícito: “Atravesamos un período peligroso, la falta de unidad nos ha debilitado completamente…Por otra parte, el general Martínez Campos aprovechándose de nuestras discordias---“
Cuando en diciembre de ese año el Gobierno de la República decide entablar negociaciones con Martínez Campos para en principio establecer una tregua, el Jefe español exigiría la paz definitiva sobre la base del Pacto, cuestión que implicaba la disolución de la Cámara de Representantes para poder derogar el Decreto Spotorno acordado por aquella años antes, y que prohibía firmar la paz sin lograr la independencia.
Ya entre los primeros días de enero y febrero siguientes, antes del Pacto, no pocos jefes militares comenzaron a invitar al cese de hostilidades a los españoles, puesto que la Cámara proponía extender el acuerdo hasta después del 10 de febrero, fecha que impuso el general Martínez Campos.
Los dialogantes cubanos accedieron, a pesar de que en la entrevista efectuada el 8 de febrero siguiente estaba el general Vicente García, nombrado el mes antes Presidente de la República, valiente y contradictorio jefe mambí, cargo que ocupó solamente durante seis días.
La oleada claudicante, según analiza el prestigioso investigador Eduardo Torres Cuevas, se explica por factores más generales que la acción contradictoria de Vicente García, se debía a la falta de una visión global de la lucha y de un cuerpo político-militar que la dirigiera. El propio García narró a Antonio Maceo su visión personal de lo que condujera a la claudicación y él calificaría como fuerza de la contrarrevolución en el órgano supremo de la República, la posteriormente disuelta Cámara:
“En ninguna forma sin embargo no he aceptado ni apoyado la vergonzosa situación, traída en mi concepto, tanto para hundir la revolución como para que en mis manos perezca la República.”, subrayó el León de Santa Rita.
EL INGLORIOSO PACTO DE LA DESUNIÓN
El 10 de febrero se firma el Pacto del Zanjón entre el general Arsenio Martínez Campos y los miembros del recién creado Comité del Centro. Antonio Maceo se entera de su contenido ocho días después, cuando lo visitan en su campamento una comisión compuesta por Enrique Collazo y Rafael Rodríguez, acompañada en la encomienda por el General Máximo Gómez.
El Titán les escucha y plantea con claridad sus ideas contrarias a lo que acaban de leerle. No se luchó tanto durante diez años, piensa en voz alta, para aceptar que entreguemos las armas sin paz ni abolición, dos principios para mí inalterables.
Le pide a quien considera maestro y preceptor que no lo abandone en la contienda que piensa continuar, pero Máximo Gómez declina una respuesta coincidente con la opinión de Maceo, pues ha perdido esperanza por lo visto últimamente
Días después el bravo General santiaguero cita a todos los jefes y oficiales que aún permanecen peleando en Oriente para un lugar en la sabana de San Juan, cerca del río Cauto. Explica lo sucedido, su determinación de seguir luchando y todos le reiteran su apoyo.
Aún faltan casi un mes para la entrevista que terminará en la famosa Protesta de Baraguá, “entre lo más glorioso de nuestra historia”, según el decir de nuestro Apóstol José Martí. Pero eso será tema para otro análisis.
Por ahora, bástenos con meditar una vez más en la experiencia de hasta donde pueden conducir las artimañas y veleidades de los adversarios, una vez que comprenden lo inútil de proseguir obstinados esfuerzos en un camino preñado hasta entonces de adversidades y derrotas.
El Pacto del Zanjón, al decir del brillante patriota y orador Manuel Sanguily. “durante los dieciocho años que le siguieron, no fue cumplido jamás en su espíritu, que no podía reducirse a aceptar la comedia dolorosamente prolongada que representaban en sustancia el grupo exiguo de diputados y senadores cubanos dando apariencia de seriedad a un sistema de administración y gobierno que había sido calculado con criminal perfidia en beneficio de los forasteros”.
España mediante el pacificador Martínez Campos, trató y logró en parte reblandecer, socavar, engañar y doblegar a los más bravos y también bisoños jefes mambises, unos cansados de luchar sin ver el fruto inmediato de su sacrificio, otros desorientados al faltar una guía sólida moral reconocida por su lucidez y coherencia.
En el campo de la Revolución, las fuerzas no estaban totalmente apagadas, faltaba entonces unidad de criterios y visión conjunta de Patria soberana y justa, disciplina y guía para seguir el rumbo que tras varios intentos intermedios se retomaría con luz larga y programa propio 17 años después.
Las concesiones del Zanjón no fueron impuestas por el adversario en los campos de batalla, sino dejadas implantar por los propios revolucionarios que declinaron banderas anticipadamente...
dogarbe
21/2/15 10:02
en el conexto actual no debe haber mas que dos opciones una es que no deseas las relaciones con USA y no deseas se elimine el bloqueo, por consiguiente continuar con el diferendo entre las dos naciones al estilo del siglo XIX--lo unico es llevarlo al contexto de hoy--. la otra opcion es resolver el problema del diferendo con relaciones diplomaticas, comerciales y otras, sabiendo a ciencia cierta qiue como siempre los anexionistas existen, los que aspiran a la absorcion aun esperan eso, y los que desean eliminar el estatu politco cubano de hoy son los mismos que aspiraron --y lo lograron --acabar con el estatu politico al llegar 1898. luego entonces.
? aceptas el reto o no?
Reyomar
17/2/15 16:07
Como poder conocer quienes fueron los princiaples jefes que aprobaron el pacto del Zanjon y quienes siguieron Maceo en la Gloriosa Prortesta d eBaragau
artemiseño
12/2/15 8:45
Muy apropiado el título: sigue vigente, especialmente ahora después del 17D en que el adversario actual, como hizo Martínez campos en su momento, cambió de táctica
Mayra Godoy
10/2/15 13:35
Me parece que para Cuba y los cubanos revolucionarios no hay dilema. Como dijo el Comandante en jefe: "...y si después de un zanjón hubo una vez Baraguá digo: el futuro de nuestra Patria será un eterno Baraguá!"
Eso esparamos todos los latinoamericanos que hemos confiado y seguimos confiando en la Revolución Cubana
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