Las delegaciones del gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC-EP han hecho un receso en las conversaciones que llevan a cabo en La Habana. La pausa ha llegado después de tres días de debates con la participación de expertos en temas agrícolas de la Universidad Nacional Universidad Nacional-Centro de Pensamiento de Colombia sobre el primer punto de la agenda acordada por ambas partes -Desarrollo agrario integral- que debe tomar en cuenta las 2835 propuestas recibidas en la página web abierta con ese propósito y las recogidas en las Mesas Regionales de Paz, efectuadas en nueve departamentos del país por el Congreso Colombiano desde el mes de octubre.
Las pausas de 24 horas han sido normales en las negociaciones desde que comenzaron en La Habana el pasado 19 de noviembre pero es de suponer que el receso de este miércoles reviste especial importancia porque se deben estar evaluando modificaciones a las relaciones de propiedad en el campo colombiano que son las que han conducido al conflicto armado más largo en la historia de América.
La sola alusión a la frase Reforma agraria ha conducido a la muerte a miles de campesinos por ser inaceptable para oligarcas y terratenientes. Sin embargo, hoy una parte de la oligarquía colombiana piensa de otro modo. Con una base económica que no es agrícola, ese sector desea la paz porque quiere asociarse a empresas extranjeras para explotar los importantes recursos mineros en zonas rurales del país o ve una oportunidad en el crecimiento del poder adquisitivo de los campesinos que se incorporarían a la demanda económica, y saben que son los propietarios de grandes extensiones de tierras, y no ellos, quienes tendrían que asumir el costo de la entrega de tierras.
El mismo punto de la agenda recoge la solución del acceso de los habitantes del campo a la vivienda, a servicios de educación y salud, así como la organización de la producción en cooperativas. Aspectos todos que requieren recursos que sólo pueden salir de una reducción de los gastos militares y una redistribución de las rentas, algo muy difícil de aceptar para quienes viven de la ayuda militar de Estados Unidos o se han negado durante décadas a compartir un ápice de sus riquezas.
De concretarse un acuerdo que sustente una transformación real del campo colombiano las puertas de la paz se habrán abierto para Colombia y el resto de los cinco puntos inscritos en la agenda -garantías para la participación política de los guerrilleros, narcotráfico, reparación a las víctimas y fin del conflicto armado- tendrían una alta probabilidad de llegar a puerto seguro.
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