Eran las 5:23 pm cuando estalló la primera bomba. Cuatro minutos después la segunda, ubicada en el baño trasero. La tripulación del CU 455 se mantuvo firme, intentando maniobrar para salir con vida. A pesar de lo dramático de las circunstancias, contaron con el tiempo suficiente para explicar que había ocurrido una explosión a bordo, que la nave ardía e intentaban regresar a tierra: “Eso es peor. Pégate al agua, Felo, pégate al agua”. Palabras que ningún cubano olvida.
Instantes después la nave envuelta en llamas se hundía en el mar, para ascender, como dijera nuestro Comandante en Jefe, al hermoso olimpo de los mártires de la patria. Se perpetuó así uno de los crímenes más horrendos de la larga historia de atentados contra la Revolución Cubana.
Planificado y ejecutado por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA), el atentando acabó con la vida de 73 personas; de ellas, 57 cubanos, incluido el equipo juvenil de esgrima que había ganado todas las medallas de oro en los Juegos Centroamericanos de la disciplina, celebrados en Venezuela. También truncó los sueños de 11 jóvenes guyaneses que venían a Cuba a estudiar Medicina y los de cinco hijos de la República Popular Democrática de Corea.
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El vil atentado tuvo como autores intelectuales a los terroristas de origen cubano: Orlando Bosh Dávila y Luis Posada Carriles, ambos con una larga hoja de asesinatos, quienes marcharon hacia el infierno sin haber pagado tanto daño hecho y tanto dolor causado, pero con el estigma del repudio y el odio de todo un pueblo y la condena unánime de la humanidad progresista.
Infografía: Liz Armas Pedraza/Cubahora*Para la realización de esta infografía se tuvo en cuenta la hora local de Cuba según la cronología de los hechos.
Aquel discurso de Fidel, el 15 de octubre de 1976, en la Plaza de la Revolución José Martí, jamás será olvidado, pues está considerado una de las memorables piezas oratorias del Comandante en Jefe y clásico modelo de respuesta revolucionaria a un hecho de tal abominable magnitud.
Nadie hablaba. El dolor se sentía flotar en el ambiente. Los rostros de los familiares y de todo el pueblo mostraban lo dramático de las circunstancias. Las palabras del líder de la Revolución se le anudaban en la garganta, pero eran de una hondura gigantesca:
“¡Nuestros atletas sacrificados en la flor de su vida y de sus facultades serán campeones eternos en nuestros corazones; sus medallas de oro no yacerán en el fondo del océano, se levantan ya como soles sin manchas y como símbolos en el firmamento de Cuba; no alcanzarán el honor de la olimpiada, pero han ascendido para siempre al hermoso olimpo de los mártires de la patria!
“¡Nuestros tripulantes, nuestros heroicos trabajadores del aire y todos nuestros abnegados compatriotas sacrificados cobardemente ese día, vivirán eternamente en el recuerdo, en el cariño y la admiración del pueblo! ¡Una patria cada vez más revolucionaria, más digna, más socialista y más internacionalista será el grandioso monumento que nuestro pueblo erija a su memoria y a la de todos los que han caído o hayan de caer por la Revolución! ”
“Hacia nuestros hermanos guyaneses y coreanos inmolados ese día, va también nuestro recuerdo más ferviente en estos instantes. Ellos nos recuerdan que los crímenes del imperialismo no tienen fronteras, que todos pertenecemos a la misma familia humana y que nuestra lucha es universal”.
Para concluir con una frase convertida desde entonces en arma ideológica de lucha: “No podemos decir que el dolor se comparte. El dolor se multiplica. Millones de cubanos lloramos hoy junto a los seres queridos de las víctimas del abominable crimen. ¡Y cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla!”
El crimen de Barbados fue monstruoso en toda la magnitud de la palabra, pero lamentablemente no fue ni el primero, ni el último, pues se inserta en una larga lista de atentados y asesinatos contra nuestro pueblo, iniciado en el propio enero de 1959.
Se cuentan por cientos los hechos terroristas contra la Revolución Cubana. Ahí están los crímenes cometidos por las bandas contrarrevolucionarias en las zonas montañosas del Escambray y en otros lugares de nuestra geografía insular, excelentemente revividos en la serie LCB: la otra guerra; la explosión del vapor francés La Coubre, el 4 de marzo de 1960, que costó más de un centenar de víctimas e hizo nacer la consigna de ¡Patria o Muerte!; la guerra bacteriológica, la fiebre porcina africana, la epidemia de dengue hemorrágico, con su secuela de muerte de más de 150 niños. Solo en el mes de Octubre, entre los años 1961 y 1997, más de un centenar de personas han sido víctimas fatales por acciones terroristas.
En fin, una historia de larga data, que ahora cobra la fachada de un bloqueo recrudecido y una campaña de descrédito a nuestros médicos a nivel internacional, por mencionar dos de los obstáculos con que a diario tropezamos los cubanos.
El 6 de octubre es considerado Día de las Víctimas del Terrorismo de Estado, por ello, vale recordar a esos compatriotas sacrificados en la flor de la vida y a los otros cientos también caídos en esa larga batalla por nuestra soberanía e independencia.
Fidel, nuestro invicto Comandante en Jefe, en un discurso en la Tribuna Abierta de la Revolución, en 2001, y en conmemoración al aniversario 25 del crimen, dijo: “Nuestros hermanos muertos en Barbados ya no son solo mártires; son símbolos en la lucha contra el terrorismo, se yerguen hoy como gigantes en esa batalla histórica para erradicar el terrorismo de la faz de la Tierra”.
Y así como símbolos, como soles sin mancha, los recordamos todos.
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