Cuando Carlos José, mi vecinito de siete años, quiso que le explicara qué es el bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos contra Cuba, me percaté de que estaba ante una tarea de titanes. Lo más probable es que, con esos términos que él oía, él no entendiera nada.
Le expliqué que es una política que desde 1959 ha pretendido asfixiar nuestra economía, por la que Cuba debe comprar los productos que necesita en mercados lejanos de otros países y que por eso los precios son mayores. Y en la salud, le insistí, es uno de los sectores donde más se padece el bloqueo, pues cada vez se encarece y dificulta más la importación de medicamentos, reactivos, instrumental médico, material gastable, equipos y piezas de repuesto, hasta el punto de que las afectaciones ascienden a 10 millones de dólares, solo en el período de mayo del pasado año a abril de 2012, según el informe presentado ala Asamblea Generaldela Organizaciónde las Naciones Unidas (ONU).
El pequeño abrió los ojos, asombrado, porque 10 millones-me dijo- realmente es un número que suena muy grande pero aún así supe que no le bastaba para comprender.
Existen leyes comola Torricelliy la Leyparala Reformade las Sanciones Comerciales y el Incremento de las Exportaciones que permiten que a Cuba se exporten determinados productos pero las restricciones aumentan cada año, le expliqué con palabras más simples, claro.
Además, le aclaré, los productos que pueden ser autorizados deben cumplir requisitos de control y clasificación establecidos y en el caso del otorgamiento de las licencias, los productos que se utilizan en el sector de la salud no se benefician de licencias automáticas, sino de aquellas que tienen una vigencia determinada y con condicionamientos particulares, con lo que se reducen a material gastable las importaciones que directamente desde Estados Unidos pueden hacerse hasta nuestro país.
“¿Y qué pasa con los niños que están en los hospitales?”, me preguntó.
Por ejemplo, en el Hospital Infantil William Soler no se dispone del medicamento LEVOSIMENDÁN para tratar un bajo gasto del corazón que muchos niños pueden presentar, porque es producido por Laboratorios ABBOTT de Estados Unidos.
Los niños que sufren quemaduras profundas deben esperar que Cuba compre en otros países, muy lejos y a precios mayores, las láminas tisulares para los dermoexpansores, elementos que necesitan para ser curados.
En el servicio de cirugía cardiovascular de ese mismo hospital se atienden todos los años entre 100 y 110 niños menores de un año que, en la mayoría de los casos, requieren intervención nutricional parenteral para poder ser sometidos a una intervención quirúrgica y lograr un mejor pronóstico. Debido al bloqueo y sus restricciones, Cuba no tiene acceso a los suplementos alimenticios para uso parenteral que se producen en Estados Unidos. Son los de mejor calidad para los usos a los que se destinarían en dicho hospital pero nos son prohibidos bajo el halo de esta ley.
Y esto son solo algunos casos entre los muchos que pudieran ilustrarse como consecuencia negativa directa de la cruel política que persiste contra nuestro país, de la que muchos niños como Carlos José o menores que él son sus víctimas.
“Seguro otros niños cubanos, como yo, no entienden el bloqueo…debería desaparecer”, me dijo y comprendí que es muy difícil comprender para quien nació en Cuba, donde la mayor prioridad es la garantía de vida de un pequeño, que otro país se afane por echar por tierra su bienestar.
Nureya
12/11/12 11:40
El bloqueo es dañino, real y objetivo, Cuba ha logrado imponerse contra todos los pronósticos, pero también es verdad que nos hemos escudado en él para justificar ineficiencias, prejuicios y caprichos, que en nada benefecian al país. Ya desde 1964 el Che lo dijo, hay que trabajar y lograr cosas, por encima del bloqueo, Cuba es más que bloqueo.
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