¿Qué haría Pepe Grillo, aquel verde personaje de sombrero de copa, levita y diminuta sobrilla que se erigía en pertinaz “conciencia crítica” sobre el hombro de Pinocho, si supiera que algunos de sus socios de especie han sido utilizados para desmontar uno de los más esperados acercamientos políticos bilaterales de los últimos decenios?
Seguro que, acostumbrado a intentar la enmienda de las mentiras y desobediencias que hacían alargar la nariz del “niño de madera”, esta vez se hubiese llegado hasta el Washington oficial para rechazar engaños, reprender aparatos olfativos de luengas dimensiones y salvar la mancillada honra de sus congéneres de chirriante fonética.
Y es que desde el 2017, cuando el universo mediático Made in USA empezó a divulgar los pretendidos “ataques sónicos” sufridos por su personal diplomático en La Habana, y que han deteriorado los vínculos con Cuba reiniciados a fines de la administración de Barack Obama, nada realmente serio, responsable, científico ni decente se ha dicho desde los círculos norteamericanos de gobierno como válida confirmación de sus acusaciones contra la Mayor de las Antillas.
Por el contrario, lo que “sostiene” la verdad del gobierno de Donald Trump es la falta de colaboración en las indagaciones pertinentes, el aislamiento de los presuntos “enfermos” de toda posibilidad de contar públicamente sus experiencias y la adopción de medidas unilaterales extremas que dañan severamente los recién iniciados lazos diplomáticos con La Habana, a pesar de la carencia de fundamentos y explicaciones lógicas que avalen la postura oficial gringa.
Y no ha sido un asunto dejado de la mano. Cuba, siempre dispuesta a la colaboración mutua, ha realizado estudios acuciosos en busca de la verdad, mientras que en no pocas partes del planeta especialistas ligados a las más diversas disciplinas con puntos de contacto con la “historia” de la Casa Blanca, han dedicado largas horas a revisar materiales, consultar antecedentes y evaluar si realmente existen técnicas capaces de reproducir episodios sónicos como los alegados por Washington.
Lo más reciente en esta saga proviene de las revelaciones de dos nuevos expertos involucrados en el tema, Alexander L. Stubbs, del Departamento de Biología Integrativa de la Universidad de California, en Berkeley, y Fernando Montealegre, de la Facultad de Ciencias de la Vida e la Universidad Lincoln, de Gran Bretaña.
Ambos analizaron con toda meticulosidad la grabación de los “peligrosos ruidos” habaneros, dada a conocer por la agencia norteamericana de noticias AP en octubre de 2017 como una “prueba contundente” de la agresión cubana a los diplomáticos estadounidenses en el país antillano.
Los investigadores acaban de indicar que tras largos meses de búsquedas, mediciones, comparaciones, y estudios de longitudes, intensidad y frecuencia de ondas, es un hecho incuestionable que las “emisiones sónicas” presentadas por AP corresponden –sencillamente- a las llamadas nocturnas del tan común, diminuto e inofensivo grillo caribeño.
En consecuencia, los expertos concluyeron textualmente que “los misteriosos sonidos en Cuba no son físicamente peligrosos y no constituyen un ataque sonoro”, por tanto, desde sus respectivos puntos de vista, “la naturaleza biológica de los sonidos (presentados por la AP como causales de los daños) debe motivar a la realización de un examen riguroso de otros posibles orígenes, incluido el psicogénico, para el caso relativo a los efectos neurofisiológicos notificados por los diplomáticos estadounidenses”.
Así que cuidado, conciudadanos. Según fuentes norteamericanas ligadas a los bastardos intereses que insisten en que los demás “solo cuentan en tanto se pliegan y nos obedecen”, nuestros grillitos caribeños, esos que suelen sonar en las tibias noches cubanas, nada tienen que envidiar al mismísimo Lucifer en capacidad de daño y maldad. Solo falta que ahora nos digan que fueron entrenados por el G-2 o adoctrinados por el Partido Comunista de Cuba.
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