Con su irreversible decisión de luchar con las armas que tenían, sin reparar si eran tácticas o estratégicas, defensivas u ofensivas, cientos de miles de cubanos dieron en octubre de 1962 el más inaudito ejemplo de unidad nacional y confianza en los líderes de la Revolución, quienes con Fidel al frente, dirigían la defensa de la isla convertida en epicentro del primer conflicto nuclear entre las dos potencias mundiales.
Eran jóvenes artilleros, tanquistas, infantes, pilotos, comunicadores e ingenieros, personal de los servicios médicos y de otros aseguramientos militares, mezclados con centenares de batallones de milicianos, personal de la defensa civil, artistas y escritores mudados transitoriamente a los campamentos y refugios.
Esperaban allí las órdenes de combate compartiendo durante varias semanas la vigilia con el clásico humor criollo, el escaso rancho y las consignas y poemas enaltecedores del patriotismo y la cultura popular.
Desde un lugar de Cuba, como se decía entonces, confirmaban el juicio que emitió el Comandante Ernesto Guevara, por esos días al frente de la defensa en el extremo occidental del país, cuando comparó la desbordante valentía popular con la firmeza epopéyica del General Antonio Maceo ante la injuriosa propuesta española de pacificación sin independencia.
En fábricas y otros centros laborales la vida marchaba como si sobre los cubanos no pendiera la amenaza mortal nuclear, con voluntarios que sustituían (muchas veces amas de casa) a los milicianos obreros, mientras en las escuelas, institutos y universidades continuaba el curso escolar recién comenzado.
No hubo miedo ante el peligro nuclear, y como otras veces en la historia cubana, se hizo evidente que el temor al adversario, por fuerte que éste sea o lo parezca, no es superior al poder determinante de las convicciones y las ideas.
“¡Hoy, más que nunca, me siento orgullosos de ser hijo de este pueblo!”, exclamó Fidel al cerrar su comparecencia por radio y televisión el 1ro. de noviembre de 1962, después de expresar la admiración de los dirigentes revolucionarios por la disciplina, el ardor y el valor del pueblo ante los reclamos de la Patria.
NUEVAS AMENAZAS
Las cargas y cohetes estratégicos marchaban de vuelta a la Unión Soviética, se detenían las instalaciones para los emplazamientos coheteriles en suelo caribeño, estaba al rojo la polémica sobre la permanencia en aeródromos cubanos de los bombardero ligeros soviéticos IL-28, Estados Unidos pretendía infructuosamente convencer a la ONU para que Cuba accediese a la inspección de la salida de los armamentos, había cesado el férreo bloqueo naval impuesto alrededor de la isla desde el día 23 de octubre por el Presidente de Estados Unidos…
La Crisis de los misiles empezaba a resolverse, gracias a la prudencia de las partes involucradas, que contemplaban concesiones reales de la dirección soviética en base a promesas orales del gobierno norteamericano, a pesar de las insistencias de la dirigencia cubana en lograr acuerdos que garantizasen el clima de paz y seguridad para la isla sobre la base de compromisos concretos formulados en los Cinco Puntos.
En realidad, la zaga política y militar de los peligrosos acontecimientos ocuparía todo el mes de noviembre y principios de diciembre de 1962, período en el cual no faltaron provocaciones, vuelos espías sobre territorio cubano, amenazas frecuentes de altos voceros norteamericanos.
El Presidente Kennedy, el mismo día que anuncia el levantamiento del bloqueo naval, luego de elogiar las medidas aceptadas por la URSS, incluido la retirada vigilada de los bombarderos IL-28, la emprende contra su vecino caribeño por negarse a la inspección en territorio cubano del repliegue de las armas estratégicas y lo acusa de “no haber establecido salvaguardas estables contra la futura introducción de armas ofensivas de nuevo en Cuba”.
El Gobierno Revolucionario riposta con una argumentada declaración, suscrita por la Dirección Nacional de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI ) y el Consejo de Ministros, en la que desenmascara la política guerrerista y prepotente del gobierno de Estados Unidos, su violación de las normas del derecho internacional y su falta de compromisos para terminar las amenazas de invasión contra el país.
Y concluye:
“Cuba puntualiza una vez más que no hay mejor forma de solución que la vía pacífica y la discusión entre los gobiernos, pero a la vez reiteramos que ante los imperialistas no claudicaremos jamás. Frente a sus posiciones de fuerza opondremos nuestra firmeza; frente a la pretensión de humillarnos, nuestra dignidad; frente a la agresión, la decisión de luchar hasta el último combatiente”(1).
EXIGENCIAS LEGÍTIMAS
Al respecto de los Cinco Puntos formulados por el Comandante en Jefe para la solución real de las causas de la Crisis, dicha Declaración apuntaba:
“No son exigencias irracionales, no van contra el derecho de nadie, son reclamaciones tan legítimas y de tal forma circunscriptas a los derechos del pueblo cubano que nadie puede objetar”.
Cinco décadas después, de su relectura se percibe que el peligro de invasión dependía en efecto de conciliar con la parte cubana las propuestas incluidas en aquellas cinco demandas, lo cual sentaba bases para la disminución de las tensiones y el mejoramiento de las relaciones entre los dos países.
La discrepancia cubana con la solución bilateral de la crisis entre soviéticos y norteamericanos no radicaba en la oposición a la retirada de los cohetes, sino en el desconocimiento de la soberanía de la mayor isla del Caribe y la ausencia de garantías expresas que evitasen la continuidad de la política que había conducido a la crisis.
“La misma fórmula que se aplicó, pero habría que añadirle una frase: Nosotros estamos dispuestos a retirar los proyectiles si Estados Unidos da garantías satisfactorias a Cuba, y si Cuba hubiera podido tomar parte de esa discusión y hubiera podido presentar cuáles eran las garantías satisfactorias para Cuba”, precisó Fidel en la referida entrevista con la periodista María Shriver, de la cadena NBC
Cuba exigía, en primer lugar, el cese del bloqueo económico, comercial y financiero y de todas las medidas de presión que en ese sentido ejercen los Estados Unidos en todas partes del mundo contra nuestro país.
A cincuenta años de la Crisis, y a más de medio siglo de haberse aprobado ese engendro, el bloqueo se mantiene, pese al repudio internacional consecutivo que recibe hace 21 años en la Asamblea General de la ONU, al cual se suman las críticas de parlamentos, organizaciones y autoridades políticas, religiosas, personalidades científicas e intelectuales de todos los continentes y dentro de los propios Estados Unidos.
En fecha reciente, el Gobierno cubano reveló que la política de bloqueo ha ocasionado, en el orden material y financiero, daños a la isla caribeña que superan los 108 mil millones (108,000,000,000) de dólares en un cálculo conservador.
A ello se añade dificultades adicionales que dañan todos los sectores de la vida nacional, la persecución y secuestro de las finanzas externas del país y el castigo a los que intentan establecer vínculos comerciales con la isla, incluidos comerciantes norteamericanos.
¿Pudiera aún sostenerse la tesis primigenia de que el “descalabro económico” producido por el bloqueo podrá conducir a un cambio de sistema político en Cuba?
¿A quién amenaza la isla con su opción socialista de desarrollo, libremente escogida por su pueblo?
¿No existen naciones socialistas como Vietnam, que fue invadida por las fuerzas armadas de Estados Unidos, sufrió bloqueo y con la cual Estados Unidos desarrolla relaciones comerciales normales y beneficiosas para ambos?
¿No es realidad que la floreciente República Popular China, otrora considerada eslabón del eje “sino-soviético” comunista, ahora mantiene excelentes relaciones comerciales imprescindibles para Estados Unidos, a pesar de la mantenida opción socialista del gigante asiático?
Cese de las actividades subversivas, preparadas o ejecutadas desde territorio norteamericano; de los frecuentes ataques piratas desde bases existentes en los Estados Unidos y de las violaciones del espacio aéreo y naval por navíos y aviones de guerra procedentes de ese país, completaban las demandas que Cuba hacia para su seguridad.
Un amplio expediente de agresiones, actos terroristas y otros lesivos acontecimientos, con un saldo de miles de víctimas, entre ellos la cobarde explosión en 1976 de un avión de Cubana de Aviación con 73 personas a bordo, hasta comienzos de este segundo milenio, se encargaron de justificar las demandas contenidas en aquel breve prontuario exigido por la dirección cubana a las autoridades norteamericanas.
LA BASE NAVAL, SÍMBOLO DEL PLATTISMO
El quinto y último punto demandaba la retirada de la Base Naval y devolución del territorio ocupado en Guantánamo, convertida años después en refugio de inmigrantes ilegales amparados en la Ley de Ajuste Cubano y, más recientemente, en campo de concentración para prisioneros en la sucia guerra amparada en las banderas de la lucha contra el terrorismo.
De ese enclave partieron numerosas provocaciones y hasta asesinatos de jóvenes combatientes cubanos, como los ocurridos en 1964, cuando entre febrero y julio murieron por balas norteamericanas, los soldados cubanos Ramón López Peña y Luis Ramírez López. Antes, en 1961, allí mismo fue salvajemente torturado, por el delito de ser revolucionario, el obrero Manuel Prieto Gómez, y asesinado el también trabajador de la base Rubén López Sabariego, y un año después, el pescador de Caimanera Rodolfo Rosell Salas.
Entre 1962 y 1996, se registraron 8 288 violaciones principales desde la Base Naval en Guantánamo, incluidas 6 345 aéreas, 1 333 navales y 610 territoriales. Del total de violaciones, 7 755 se produjeron entre 1962 y 1971 (2).
El valor militar de esa base en la actualidad es más simbólico que efectivo, y aunque en los últimos años han cesado las provocaciones hacia la parte cubana, su mantenimiento es atribuido como reminiscencia de la política imperial que impuso la Enmienda Platt a la Constitución cubana
A la pregunta sobre las consecuencias negativas de la Crisis de Octubre, el Comandante en Jefe de la Revolución cubana relacionó a la propia periodista norteamericana María Shriver:
“El bloqueo fundamentalmente, número uno; la Base Naval de Guantánamo, dos, la hostilidad de Estados Unidos contra Cuba en todas partes; la falta de relaciones normales entre Estados Unidos y Cuba, que se hubieran podido establecer después de la Crisis de Octubre y en las cuales Kennedy seguramente estaba pensando, porque considero a Kennedy el hombre con suficiente autoridad y suficiente valor para haber hecho un cambio en la política con relación a Cuba”.
PAZ Y SOBERANÍA
La solución acordada por las partes soviética y norteamericana, y aceptada por Cuba, contribuyó a evitar que la Crisis de Octubre deviniera en una hecatombe nuclear de efectos incalculables para toda la humanidad.
Se pudo evitar en ese momento que estallase la guerra, y el compromiso de no invadir a Cuba con las fuerzas regulares de Estados Unidos ni de sus aliados se hizo realidad con los años, gracias a una acertada política del Gobierno revolucionario para evitar que los sucesivos conflictos posteriores concluyesen en la materialización de los planes guerreristas durante mucho tiempo añorados por algunos políticos y jefes militares estadounidenses alentados por cabecillas contrarrevolucionarios asentados allí .
Pero no con ello se garantizó la paz que reconociese la soberanía y el derecho de autodeterminación del pueblo cubano, como cualquier otra nación libre e independiente, permitiéndole dedicarse al desarrollo pacífico y creador de su modo de vida socialista sin interferencias ni presiones extranjeras.
Hasta la actualidad, las diversas y sucesivas administraciones norteamericanas han pretendido desconocer la soberanía de sus cercanos vecinos caribeños con provocativas manifestaciones de intromisión en sus asuntos internos: alentando la fuga masiva de fuerza de trabajo calificada, promoviendo campañas internacionales de descrédito bajo ridículos pretextos y falsas violaciones de derechos individuales, y organizando y financiando dentro del país a los elementos carentes de la médula patriótica característica en la mayoría aplastante de cubanos
La dirección política y militar cubana, brillantemente conducida por Fidel, Raúl, el Che, Almeida y otros líderes revolucionarios, argumentó los principios que sustentaban su irreversible posición acorde con el derecho internacional y de solidaridad con sus aliados.
Se mantuvo firme, apegada a la verdad y los principios, y se reafirmó en la práctica convertida en doctrina de que la Revolución no podía descuidar ni un solo instante la defensa nacional con sus propios esfuerzos y medios, en primer lugar asentada en la unidad indestructible con el pueblo.
El Comandante Ernesto Che Guevara lo dijo en su carta de despedida a Fidel:
“He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe.
“Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y de apreciar los peligros y principios”.
(1) Del libro Fidel: Crisis de Octubre, de Eugenio Suárez Pérez y Acela Caner Román.
(2) Datos tomados del artículo “El imperio y la isla independiente”, 2007, de Fidel Castro Ruz.
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