Desde hace 15 años, Giustino Di Celmo está inconsolable. Nada suple la ausencia de Fabio, el hijo menor al que nombró como aquel admirado general romano. Por eso, cada 4 de septiembre, el anciano llega hasta el vestíbulo del Hotel Copacabana, pone un beso en su mano y acaricia la tarja de bronce con el rostro del joven italiano asesinado en la flor de los 32 años.
“Lo único que puedo decir a los familiares de las víctimas de Posada Carriles que sufren como sufro yo, es que tengan siempre abierta una esperanza de que habrá justicia. No sólo por nuestros seres queridos, sino por el mundo entero”, dijo meses atrás el nonagenario Giustino al comparecer en la televisión cubana.
Fabio Di Celmo había llegado a La Habana en 1992, en compañía de su padre, un empresario que trataba de impulsar negocios con Cuba. Ambos dejaron atrás el hogar en Génova Pegli, municipio situado en la famosa Ribera de las Flores, en la Costa Azul, donde el joven, gran aficionado al futbol, había jugado como centro delantero del modesto equipo Sciarborasca.
Eran los años más duros del Período Especial y mientras las carencias nos apretaban el estómago, la contrarrevolución aliada de la ultraderecha norteamericana, se frotaba las manos ante el inminente fin del gobierno revolucionario.
Sin embargo, la esperada debacle no llegaba y el turismo se consolidaba como pilar fundamental de la economía nacional, por lo que Luis Posada Carriles, quien entonces estaba escapado de la justicia venezolana, organizó desde Centroamérica una ola de atentados contra instalaciones turísticas cubanas.
Los hoteles Meliá Cohíba, Sol Palmeras, Nacional, Capri, Copacabana, Tritón y Chateau Miramar y el restaurante La Bodeguita del Medio, fueron los blancos escogidos por el terrorismo contrarrevolucionario que envió a La Habana, como brazos ejecutores, a los salvadoreños Raúl Ernesto Cruz León y Otto René Rodríguez Llerena, reclutados ambos por Posada, quien, con identidad falsa, se hizo llamar Ignacio Medina.
El 12 de julio de 1997, Cruz León colocó bombas en los vestíbulos de los hoteles Nacional y Capri, que reventaron con pocos minutos de diferencia y dejaron varios heridos y algunas pérdidas materiales.
Unos días después, el 4 de agosto, Rodríguez Llerena hizo estallar una bomba en el hotel Meliá Cohíba y salió tranquilamente de Cuba.
A mediados de ese mismo mes de agosto, llegaron a la capital cubana Enrico Gollo y su esposa Franchesca Argeri, dos recién casados amigos de Fabio, quien les regaló la “Luna de miel” en el hotel Copacabana.
Al mediodía del 4 de septiembre, Fabio estaba en el vestíbulo del hotel con la pareja, que esa tarde regresaba a Italia. Distendidos, los tres amigos, conversaban en un sofá para despedirse, mientras Cruz León colocaba la bolsa con la bomba en un cercano cenicero.
De pronto, una fuerte explosión sacudió el lugar y entre el polvo, Fabio tambaleó con una herida muy visible en el cuello de la que brotaba sangre rápidamente. Una esquirla de metal del cenicero se le incrustó en la parte izquierda del cuello y le cercenó una vértebra cervical y la arteria carótida.
Aunque rápidamente fue llevado a un hospital, Fabio murió en el camino y otras siete personas resultaron heridas como consecuencia de aquel acto de terror, que además dejó grandes daños materiales.
Cruz León fue detenido casi de inmediato y Rodríguez Llerena casi un año después, en julio de 1998, cuando regresaba a La Habana para hacer nuevos atentados. Ambos fueron condenados a muerte, pero en diciembre de 2010 esa pena les fue conmutada por 30 años de prisión.
Posada Carriles, que eludió a la justicia en Panamá y con artilugios legales hizo lo mismo en Estados Unidos, vive hoy en Miami, donde, como admitió en entrevista con el diario The New York Times, duerme “como un bebé”, sin un ápice de remordimiento por la muerte de un italiano que, dijo, “estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado”.
Fabio yace en la pequeña aldea italiana de Arenzano, pero Giustino Di Celmo decidió vivir en La Habana, “porque siento que está aquí”, aunque vivamos desde hace 15 años sin Fabio.
PALABRAS DE GIUSTINO DI CELMO
Hace 15 años, el 4 de septiembre de 1997, una bomba asesina colocada en el lobby del Hotel Copacabana, apagó la vida de Fabio Di Celmo, mi hijo, mi Fabiucho, un joven que apenas había vivido 32 años cuando fue víctima inocente de una acción terrorista que sumió en la desesperación y el dolor a toda mi familia…
Recientemente, el 1 de junio de 2012, fecha en la que Fabio hubiera arribado a los 47 años de vida, murió su mamá, Ora Bassi, mi compañera por más de sesenta años, mi esposa, mi amor. Ora, compartió conmigo la pena de haber perdido a Fabio, el más pequeño de nuestros hijos. Ella murió sin el consuelo de saber que el organizador y mayor responsable de ese acto terrorista, fuese juzgado por su crimen. Eso no es justo.
Luis Posada Carriles fue el organizador del acto terrorista que mató a mi hijo. No podré olvidar jamás las declaraciones de este criminal, publicadas por The New York Times los días 12 y el 13 de julio de 1998, cuando tras reconocer que había pagado la mano asesina del mercenario salvadoreño que puso la bomba en el Copacabana, sin ningún pudor confesó a la periodista que no le preocupaba la muerte de Fabio y que él dormía como un bebé porque: “El italiano estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado”.
Sin embargo, a pesar de las múltiples denuncias, Luis Posada Carriles, terrorista comprobado y confeso, camina libremente por las calles de Miami y recibe reconocimientos y honores de parte de la mafia cubano americana y la extrema derecha de los Estados Unidos de América. La farsa de su juicio en El Paso, Texas, colmó la copa… Solo se le juzgó por mentiroso, aunque quedó demostrado que había sido el mandante de la muerte de Fabio…
Yo les pregunto:
¿Cómo es posible que un país que dice condenar el terrorismo albergue a este terrorista con una larga hoja de crímenes que incluyen la voladura del avión de CUBANA en Barbados, el asesinato de cientos de venezolanos y la muerte de mi hijo?
¿Cómo es posible que el Gobierno de Estados Unidos, incluya a Cuba en una lista de países terroristas, cuando Cuba solo ha sido víctima de las acciones terroristas organizadas por criminales que ellos han protegido y pagado?
¿Por qué los grandes medios de difusión no hablan de que Cinco antiterroristas cubanos guardan prisión en cárceles norteamericanas por tratar de evitar hechos terroristas en Cuba, mientras los terroristas viven libremente en Estados Unidos?
¿Cómo es posible que los grandes medios de prensa mantengan el silencio ante tamaña injusticia y nieguen al pueblo norteamericano la oportunidad de conocer la verdad?
Podría hacer muchas preguntas que harían interminable mi declaración. Las respuestas confirmarían la doble moral del Gobierno norteamericano y de la gran prensa ante el terrorismo.
Solo quiero decir a todos que soy un hombre de paz y de trabajo. Un hombre de 92 años, que a pesar de su dolor, no anida mezquinos sentimientos de venganza. Desde que Fabio murió juré no descansar hasta que se hiciera justicia, así me quedé en Cuba. Quiero participar en toda la lucha que hace este país por la justicia.
Yo juré quedarme en Cuba hasta el último instante de mi vida porque, como ya he dicho muchas veces, yo veo a Fabio todos los días por las calles de La Habana: en la cancha donde él jugaba fútbol; en el restaurante que él había soñado y que hoy lleva su nombre. Paso todos los días por la casa donde Fabio vivía, y siento que así puedo cuidarlo, porque un buen padre nunca abandona a sus hijos.
Agradezco mucho todas las personas me han dado una frase de aliento; a quienes no me han abandonado en esta lucha por la verdad y la justicia, a quienes trabajan por romper el muro de silencio sobre las acciones de terrorismo contra Cuba; a los Cinco cubanos que infiltrados en grupúsculos de la mafia miamense expusieron su vida, su familia y su felicidad por tratar de evitar actos terroristas como el que tronchó la vida de mi hijo; agradezco al Gobierno y al Partido Comunista de Cuba, al Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, a la Asociación de Amistad Italia Cuba, AsíCuba Umbria, a La Villeta, al Comitato Fabio Di Celmo y a todas las instituciones que en Cuba y en Italia me han apoyado en este empeño. Un agradecimiento muy especial al pueblo de Cuba, a cada una de esas personas que me encuentro por las calles y me abrazan en nombre de Fabio. Todos me hacen sentir que los Di Celmo no estamos solos cuando seguimos clamando JUSTICIA por Fabio ante los oídos sordos del Gobierno que cobija al mandante…
Por último, quiero hacer llegar mi agradecimiento y respeto al comandante Fidel Castro. Quiero que Fidel conozca que no cejaré en la lucha porque Luis Posada Carriles y todos los demás terroristas comparezcan ante la justicia. Siempre rechazaré la hipocresía y la doble moral del Gobierno de los Estados Unidos, no me cansaré de cumplir con mi decisión de luchar hasta el último momento de mi vida. Sueño volver a abrazar a Fidel, como un día él nos abrazó a mí y a Ora y decirle: ¡Vio mi Comandante, se ha hecho justicia…los terroristas han sido juzgados… Nadie más llorará por sus crímenes, como lloramos Tiziana, Livio, mi mujer y yo…!
Pido a todos ustedes que me permitan cumplir este sueño. Juntos podremos lograrlo si denunciamos la injusticia y la doble moral de los imperialistas, si luchamos porque Luis Posada Carriles pueda ser extraditado a Venezuela para ser juzgado por sus crímenes; si luchamos por la libertad de los Cinco y por la paz en un mundo mejor para todos.
Muchas gracias,
Giustino Di Celmo
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