Trump hace realidad el viejo anhelo de la ultraderecha de origen cubano de la Florida de prohibir los viajes de los ciudadanos de ese país a la Mayor de las Antillas, y así limitar la entrada de divisas frescas al país, intentando con esta y otras medidas asfixiar económicamente a la población.
El ataque de la Administración estadounidense al prohibir los viajes de cruceros, líneas áreas corporativas, privadas y embarcaciones, bajo el supuesto que se defiende al pueblo cubano de su gobierno, es cuando menos, un argumento descarado y falso.
El colmo del cinismo del actual gobierno norteamericano es el intento de cuestionar la legítima postura de nuestro país en defensa de la causa bolivariana. Los sentimientos integracionistas de Cuba, el internacionalismo, el apoyo a las causas justas en cualquier parte del mundo; es consustancial con nuestra existencia como nacionalidad, de la misma manera que somos verticalmente antimperialistas.
El ejecutivo, bajo cuya Administración se ha incrementado la hostilidad de Estados Unidos contra Cuba, canceló también la autorización para los viajes educativos de la licencia People to people.
Ciertamente, el impacto sobre el sector turístico cubano es estremecedor, pero también la industria sin chimenea de los Estados Unidos sufre un golpe demoledor; solamente la suspensión de los viajes de cruceros de la línea Carnival la obligó a cancelar 800 mil reservas. Según información pública del Ministerio de Turismo de Cuba, en el pasado año 2018 unos 800 000 de los 4,7 millones de turistas que viajaron a la isla, lo hicieron a bordo de cruceros pertenecientes a 17 navieras; así también, las Aerolíneas Delta y United han tenido que indemnizar a cientos de personas que ya tenían reservas previas bajo la licencia de grupos de carácter educativo.
Consultado a través de su página web, Collin Laverty, presidente de Cuba Educational Travel (CET), una organización dedicada a armar esos viajes, expresó que Trump ha tomado una decisión “desafortunada”, pues deja a la deriva viajes programados y dinero de sus ciudadanos invertido, y que afecta no solo a “compañías que dan empleo y pagan impuestos” en EE. UU., sino a “millones de cubanos que van a sentir la disminución de la afluencia de visitantes”. El impacto económico se traduce en la pérdida de miles de millones de dólares en la economía estadounidense, y la afectación de empleos en las líneas aéreas y de cruceros.
El sector privado de la sociedad cubana ve disminuida sensiblemente la entrada de sus clientes con esta medida, que se escuda en el pretexto de que los ingresos de los visitantes estadounidenses van a parar a las arcas del gobierno, algo tan falso como carente de sustentación. Lo estipulado en la propia licencia les obliga, además, a alojarse en casas particulares y comer en restaurantes gestionados también de manera privada.
Es indudable que estas medidas tienen un efecto muy negativo para Cuba al recrudecer la política del cerco económico, financiero y comercial; pero, al mismo tiempo, son una afrenta para sus ciudadanos, a los que se les impide viajar a la isla coartando un derecho constitucional refrendado en la 2.a enmienda de la constitución de ese país.
Se hace evidente además, que la tan cacareada independencia de los tres poderes en los EE. UU. es falsa. El poder judicial se deja intimidar ante la orden ejecutiva y se cruza de brazos al no aplicar el derecho de sus ciudadanos.
Estas medidas tienen sin duda un trasfondo electoral, y es que el Ppresidente Trump tiene serios compromisos con la bancada republicana en el Congreso, sobre todo con su segmento más conservador, y con una base de apoyo electoral del Estado de la Florida. Movido por estas razones, desde que llegó a la oficina oval entregó el diseño y ejecución de la política hacia Cuba al senador Marco Rubio, furibundo anticubano.
Al destapar la caja de Pandora del Título III de la Ley Helms-Burton, la administración de Trump rompe con antecedentes establecidos por todos los gobiernos demócratas y republicanos desde la aprobación de la legislación en 1996, que evitaron activarla, aun bajo las presiones internas de algunos sectores y de aliados y socios comerciales.
Con ello, como se ha dicho y es harto conocido, se viola el derecho internacional al imponer la extraterritorialidad, unido a la aplicación retroactiva de la ciudadanía estadounidense a ciudadanos que, cubanos al momento de las nacionalizaciones, acuden a los tribunales a presentar demandas, lo que constituye igualmente una violación de los principios del Derecho, algo absurdo y por demás inaudito.
Las medidas adoptadas este 4 de junio muestran sin lugar a ninguna duda la matriz ultraconservadora del equipo de halcones que rodea a Trump, que busca complacer a elementos de sus bases de cara a la campaña electoral del 2020, y presentar estas acciones de hostilidad hacia Cuba como un simbolismo electoral de la dureza de sus acciones, enfiladas también contra el Partido Demócrata.
Así que en la proclamación de este decreto ejecutivo se expresa claramente el reforzamiento del bloqueo, la hostilidad y el congelamiento aún más de las relaciones bilaterales, en cuya base se monta su dimensión electorera.
El pueblo de Cuba lleva 60 años resistiendo las embestidas del imperio y esta vez no será la excepción. Ya el Ministerio de Turismo de Cuba expresó que ante las nuevas medidas de Trump se buscarán otros mercados y se incrementarán las acciones comerciales desde internet.
Las amenazas y la retórica hostil son consustanciales al alma del imperio, y Cuba se enorgullece de su desafío, su resistencia heroica, su firmeza política y la lealtad con sus amigos.
Ignacio
21/6/19 22:31
Son tantos los motivos para recrudecer el bloqueo contra Cuba: su ejemplo para el mundo, su internacionalismo y la contundente victoria en la ONU sobre la resolución cubana contra el bloqueo. Es pura venganza por tantos fracasos y van a seguir pero CUBA vencerá
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