“Es el tipo de hombre con el cual me gustaría estar en el Armagedón”; así elogió alguna vez a John Bolton el exsenador Jesse Helms, promotor en el Congreso de una ley que codificó el bloqueo contra Cuba en 1996, la Helms-Burton. Los vínculos entre ambos políticos eran estrechos. Cuentan que Helms, uno de los conservadores más notables en la historia reciente de Estados Unidos, patrocinó el ascenso de Bolton al Departamento de Justicia durante la presidencia de Ronald Reagan.
Bolton, ahora asesor de seguridad nacional, tiene un largo historial de agresiones contra Cuba. En noviembre pasado, después de un discurso en Miami donde se refirió a Cuba, Venezuela y Nicaragua como una “Troika de Tiranía”, dijo durante un intercambio con la prensa que la Casa Blanca está considerando permitir que entre en vigencia el Título III de la Helms-Burton.
Ese acápite otorgaría el permiso a nacionales de Estados Unidos para llevar a las cortes a todo el que “trafique” con “propiedades norteamericanas” en Cuba. De acuerdo con el texto de la ley, consideran “propiedad norteamericana” a las nacionalizadas por el gobierno cubano después de 1959. En cuanto a la definición de “traficar”, se incluye la compra, recepción, uso o inversión posterior en esas propiedades.
En la práctica, eso permitiría a los estadounidenses demandar en cortes federales a compañías, incluso de terceros países, que tengan negocios con las propiedades que fueron nacionalizadas después de 1959. La lista incluiría también a cubanos que emigraron y se naturalizaron.
La Helms-Burton otorga al presidente la potestad para suspender por un período de seis meses el Título III. Eso es lo que han hecho hasta el momento todos los gobiernos en la Casa Blanca, pues las consecuencias de abrir esa puerta serían perjudiciales no solamente para Cuba, sino para Estados Unidos y sus aliados.
Eso no parece importar al senador Marco Rubio, quien ha insistido en la necesidad de aplicar el Título III, y asegura que el sistema legal estadounidense está listo para enfrentar la multitud de demandas que se generarían.
La Helms-Burton viola principios básicos del derecho internacional, como la autodeterminación, la soberanía, la libertad de comercio, la no injerencia en los asuntos internos de otros Estados y el derecho a las nacionalizaciones. La aplicación de su Título III expandiría los daños de una ley extraterritorial y condenada cada año por la comunidad internacional.
“Si el presidente no continúa con la suspensión del Título III, las relaciones comerciales se interrumpirán de manera mucho más grave e irreparable”, escribió en HuffPost William M. LeoGrande, profesor de la American University y uno de los más reconocidos especialistas en el tema de las relaciones Cuba-Estados Unidos.
Los tribunales estadounidenses se verían inundados —añadió LeoGrande—, la capacidad de las empresas para hacer negocios en la isla se vería afectada, y los aliados en el extranjero podrían tomar represalias por las demandas presentadas contra sus compañías en Cuba. La maraña de litigios resultantes tardaría años en resolverse. “Una vez que se hayan presentado las demandas, no habrá manera de deshacer el caos legal resultante”.
Para Phil Peters, presidente del Centro de Investigación sobre Cuba en Arlington, Virginia, y director de la consultoría empresarial Focus Cuba, las demandas “obstruirían a los tribunales, proporcionarían un beneficio de mínimo a cero para los reclamantes, e iniciarían un conflicto innecesario con socios comerciales de Estados Unidos”.
En 1996, aliados de Estados Unidos como Canadá, México y países europeos, cuyas empresas tenían intereses en Cuba, denunciaron el alcance extraterritorial de la Helms-Burton. México, Canadá y el Reino Unido aprobaron leyes que prohíben su cumplimiento, de acuerdo con LeoGrande. No obstante, el gobierno de Donald Trump ha demostrado poco respeto por los aliados y las normas del derecho internacional.
La última suspensión del Título III entró en vigor el 1 de agosto. Después de un año 2018 marcado por el retroceso en las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Cuba crecen las expectativas sobre lo que podría significar el 2019.
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