Amores ¿de Mayo? (+Video)

A estas alturas de mi vida aún no soy madre. A estas alturas de mi vida solo me ha tocado ser hija —no sé si de las mejores o de las peores, pero eso no viene ahora realmente al caso. Y a estas alturas de mi vida, al menos desde que recuerdo, el segundo domingo de mayo siempre dejó en mi hogar abrazos multiplicados, colores, ternuras, esfuerzos extraordinarios para “conseguir” el mejor obsequio, el más lindo, el menos esperado…

Pero cuando escribo “el mejor obsequio, el más lindo, el menos esperado”, no imagine quien ahora lee estas líneas que me refiero al perfume más caro o a la blusa más despampanante. ¡No! De pequeña aprendí a crear para mami ciertos detalles: postales de mi propia inspiración con dibujos que ella elogiaba como perfectos aunque ahora, cuando los miro, me causan una risa incontenible; garabatos de colores en los que otros no encontraban nada pero ella sabía leer “te quiero”; trozos de sus canciones preferidas manuscritas; encendidos corazones cubiertos de besos; caracoles y un montón de regalos “especiales”.    

Prendida al regazo de mi madre aprendí a balbucear, a soñar, a descubrir esencias. Y aunque me declaro incapaz para descifrar el extraño misterio que nos une a pesar de las distancias físicas que en estos tiempos nos separan, tengo la certeza de que la he amado desde siempre, desde el primer suspiro, desde el primer abrazo.

¿Qué es ser madre? Me he preguntado en los últimos años cada vez con más frecuencia ¿Qué se piensa, qué se siente? No lo sé, hasta ahora —ya lo dije— solo he aprendido a ser hija. Dicen que cuando nazca mi propio “retoño” entenderé por qué una madre se cura sola sus enfermedades y las oculta estoicamente para no preocuparnos; por qué siempre tiene fuerzas para un paso más, para otra tarea, para otro abrazo, aunque en el fondo casi desfallezca; por qué sonríe aunque no le queden ganas, aunque la ahoguen las lágrimas; o por qué es feliz con el simple hecho de que uno lo sea.

El paraíso está realmente en sus ojos, en su mirada tierna o inquisidora a veces, en su abrazo intempestivo, en su cariño ilimitado e insustituible. Una madre es luz y amor, es cómplice y amiga, es fuerza y vida, sin importar dónde esté o cómo se llame.

Por eso no entiendo cómo algunos ponen todos sus esfuerzos en hacer de este domingo un día “perfecto” y el resto del año carece de arrumacos y palabras tiernas para las madres. Me declaro inconforme con las fechas porque sí, aunque también este domingo intentaré colmar de alegrías a cuanta madre conozco y pueda abrazar o llamar por teléfono.

Prefiero el apretón del día a día, el “te quiero” de cada encuentro, la mirada feliz de una madre que se sabe linda y consentida todito el calendario. Multipliquemos el cariño entonces todo el año, no exactamente en costosos y materiales regalos, sino en abrazos, comprensiones y agradecimiento infinito para ese mágico ser que nos trajo al mundo. Disfrutemos de su complicidad y de sus sueños que de alguna manera son también los nuestros.

A estas alturas de mi vida tengo total certeza de que es justamente mi madre la mujer más pura y bella que he conocido jamás, la más fuerte y entrañable, la más arriesgada y defensora a ultranza de mis sueños… Ojalá ustedes, como yo, puedan decir lo mismo.

Compartimos con ustedes un video realizado por nuestra revista en 2013, en el cual los cubanos expresan que significa para ellos el Día de las Madres.