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viernes, 4 de octubre de 2024

Anhelo

En la distancia no se siente el calor de un abrazo ni saben igual los besos...

Aileen Infante Vigil-Escalera en Exclusivo 03/04/2016
2 comentarios

El agitado pedaleo enrojece sus regordetas mejillas y con cada nuevo impulso parece írsele la vida. La recién estrenada bicicleta sigue cada uno de sus movimientos como alma que lleva el diablo. Esta vez está decidida a no dejarlo escapar. A pocos metros de distancia su objetivo le sonríe con los brazos abiertos invitándola al abrazo tantas veces anhelado.

Dos años atrás el destino los separó de repente sin siquiera un apropiado adiós, ni el beso cariñoso que iluminó siempre el rostro de ambos. Desde aquel 4 de febrero de 2010, cuando vino al mundo en medio de un frío tremendo, nunca estuvieron tan distantes uno del otro.

Él le enseñó a montar su primera bicicleta y pasó largas horas insistiendo con el abecedario y los números, aun cuando de sus labios no salían más que gorgoritos. Igual fueron sus brazos los que guiaron sus primeros e inciertos pasos por la vida y los que tantas veces la llevaron de regreso a casa después de un día de paseo.

Con él conoció de parques y piscinas, el olor del mar y el calor de la arena en verano. Con él corrió en parques abarrotados de niños y visitó los más increíbles lugares. Nunca encontró un no en sus labios, ni un disgusto en respuesta a su llamado. Siempre estuvo al alcance de su mano y eso lo saben bien sus recién cumplidos seis añitos.

Hoy, un año y cinco meses después, ella no está dispuesta a perderlo de nuevo. Esta vez no quiere lanzar sus besos al cielo por donde vuela el avión que se lo lleva de su lado, ni quiere esperar por una conexión que le permita superar las 90 millas que los separan. Mejor que nadie ha aprendido que a esa distancia no se siente el calor de un abrazo ni saben igual los besos.

Por culpa de ellas no la pudo acompañar cuando perdió su primer diente, ni cuando estrenó su uniforme de preescolar; e impiden que vea las estrellas que se gana con sus tareas. Tampoco le permiten ayudarla con los dibujos del libro que le compró antes de irse, ni acompañarla al parque que solían visitar en las tardes.

Hoy es su cumple —me lo ha anunciado toda la semana— pero aun en la ingenuidad de su infancia sabe que su felicidad no está completa hasta que no lo alcance, hasta que su constante pedaleo lo acerque a sus brazos. Solo así impedirá que su figura se aleje con cada nuevo impulso, que vuelva a subirse a ese avión infernal, que se vuelvan a separar. Hoy solo quiere envolverlo entre sus brazos y llenarlo de besos, esos que tanto esperó darle para que no llore al escuchar su voz a través del teléfono con cada llamada.

La bicicleta es nueva como sus fuerzas, pero no la llevan a su objetivo, y la impaciencia se apodera de su pequeño cuerpecito. Entre las sábanas se revuelca, lo llama, le pide que espere, agita sus manos, llora hasta despertar. Fue solo un sueño, un mal sueño, como tantos que ha tenido desde su partida.

De repente, el sonido del teléfono, su nombre, una carrera, la esperada voz al otro lado, una sonrisa. La llama por su cumpleaños, le mandó una bicicleta nueva de regalo, pronto la tendrá en la casa, la extraña, la quiere mucho. Le gusta escucharlo, pero su voz se siente lejos, demasiado para su gusto, lo prefiere aquí. “Abu, ¿cúando vienes?”.


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Aileen Infante Vigil-Escalera

Se han publicado 2 comentarios


Frank
 19/4/16 15:22

Excelente crónica, confieso que casi se me sale una lágrima. Muchas felicidades, esperamos muchas más. tito

yenny
 6/4/16 8:53

Muy buen relato, bonito, fresco y certero...lo leo y se me atraviesa mi familia que está lejos en la garganta...que triste la migración.

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