Aprendo y hago, aquí, ahora, en la Cuba que tengo a mi alcance

Confieso que cuando egresé de la Facultad de Comunicación en el 2009 tenía muchos sueños entrecruzados y uno de ellos, por supuesto, era aprender a hacer periodismo. Y si de “soporte” se trataba, pues yo siempre me incliné por la prensa escrita, por la plana, por esa que identificamos con los periódicos, pues para la radio, solo como locutora figuraría yo.

Navegué con suerte, por así decirlo, y trabajo desde entonces en uno de los diarios nacionales de nuestro país. Aprendo y hago, hago y aprendo, y todos los días —unas veces más y unas veces menos— comparto con García Márquez la idea de que ser periodista es el mejor oficio del mundo.

Sin embargo, no es el salario de este profesional de la comunicación uno de los mejores y ese es el motivo principal para que muchos de los que trabajamos en un medio, también trabajemos para otros. Colaboración, pluriempleo, contrato, como quiera llamársele…Esa es otra de las maneras de hacer periodismo.

Esta, la primera revista digital que tuvo Cuba, fue a donde me dirigí inicialmente. Toqué puertas, pedí detalles y luego de revisarla a diario para conocer más a fondo su perfil, envié mi primer trabajo y esperé que, con suerte, me aceptaran.

Después, le di las gracias a Alberto Pujol, el artista y pintor de quien hablé en ese primer trabajo que me permitió sumarme a la lista de colaboradores de Cubahora, de la que continúo formando parte.

Y se abrieron paso otros desafíos. “Escribir para la Web es parecido pero no es igual”, me dijo mi amiga Maite López, que en la revista trabaja. Y hay que usar un lenguaje más sencillo, y los textos no deben ser tan largos, y los hipervínculos deben existir o sugerirse, y las imágenes también son importantes…Y claro, el título, el sumario, el súper gancho, para que el cibernauta dé click y no nos abandone a la primera vuelta, me aconsejaba ella.

Son ya poco más de tres años los que he pasado del lado de acá del mundo digital, como un miembro más de la familia de Cubahora, porque verlos solo par de veces al mes “en vivo y en directo” no me hace dejar de ser de la familia, supongo. Que cuenten conmigo para un trabajo, que confíen en otorgarme un tema y que yo en ellos siempre encuentre receptividad y apoyo para lo que les ofrezco, es una buena señal.

Me sorprendo en no pocas ocasiones, con lápiz, agenda y grabadora en mano, pensando en Cubahora. Es otro lenguaje, otro perfil, otras prioridades, y hasta otra carta de presentación. Ser periodista no debe circunscribirse al dominio de un solo medio y, gracias a esta revista, sigo incursionando, incluso en la fotografía.

Por eso me alegré tanto cuando cambiaron su diseño, para bien; y cuando veo que reflejan nuestro acontecer con inmediatez, diversidad de géneros, multimedias. Por eso aplaudo cuando veo que sus cabecitas pensantes no dejan de proponerse nuevas maneras para su hacer, para que Cubahora siga siendo lo que es pero más fresca, más cercana al usuario, más presente en su lista de páginas favoritas, predeterminada, incluso, en su ventana de Internet. Por eso me sentí contenta cuando me preguntaron si podía escribir una crónica sobre mi pertenencia a la revista, porque aunque es difícil, a veces, escribir por encargo, yo sabía que me saldría bien.

Y si esto no es una buena crónica, no importa, no clasifiquen el texto. Pero estén convencidos de que yo pertenezco a más de una familia en el periodismo y que sigo también aquí, ahora, tomándole el pulso a la Cuba que tengo a mi alcance, aprendiendo y haciendo.